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Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...

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<strong>La</strong> Ciudad y <strong>los</strong> Perros <strong>Mario</strong> <strong>Vargas</strong> <strong>L<strong>los</strong>a</strong><br />

-¿Vamos a dormir una siesta o qué? - dijo ella.<br />

-No te enojes -balbuceó Alberto- No sé qué me pasa.<br />

-Yo sí - dijo ella-. Eres un pajero.<br />

Él rió sin entusiasmo y dijo una lisura. <strong>La</strong> mujer lanzó nuevamente su gran carcajada vulgar y se<br />

incorporó haciéndolo a un lado. Se sentó en la cama y lo estuvo mirando un momento con unos ojos<br />

maliciosos, que Alberto no le había visto hasta entonces.<br />

-A lo mejor eres un santito <strong>de</strong> a <strong>de</strong>veras - dijo la mujer-. Échate.<br />

Alberto se estiró sobre la cama. Veía a la Pies Dorados, <strong>de</strong> rodillas a su lado, la piel clara y un poco<br />

enrojecida y <strong>los</strong> cabel<strong>los</strong> que la luz que venía <strong>de</strong> atrás oscurecían y pensaba en una figurilla <strong>de</strong> museo,<br />

en una muñeca <strong>de</strong> cera, en una mona que había visto en un circo, y ni se daba cuenta <strong>de</strong> las manos <strong>de</strong><br />

ella, <strong>de</strong> su activo trajín, ni escuchaba su voz empalagosa que le <strong>de</strong>cía zamarro y vicioso. Luego<br />

<strong>de</strong>saparecieron <strong>los</strong> símbo<strong>los</strong> y <strong>los</strong> objetos y sólo quedó la luz roja que lo envolvía y una gran ansiedad.<br />

Bajo el reloj <strong>de</strong> la Colmena, instalado frente a la plaza San Martín, en el para<strong>de</strong>ro final <strong>de</strong>l tranvía que va<br />

al Callao, oscila un mar <strong>de</strong> quepis blancos. Des<strong>de</strong> las aceras <strong>de</strong>l Hotel Bolívar y el Bar Romano,<br />

ven<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> diarios, choferes, vagabundos, guardias civiles, contemplan la incesante afluencia <strong>de</strong><br />

ca<strong>de</strong>tes: vienen <strong>de</strong> todas direcciones, en grupos, y se aglomeran en torno al reloj, en espera <strong>de</strong>l tranvía.<br />

Algunos salen <strong>de</strong> <strong>los</strong> bares vecinos. Obstaculizan el tránsito, respon<strong>de</strong>n con grosería a <strong>los</strong> automovilistas<br />

que pi<strong>de</strong>n paso, asaltan a las mujeres que se atreven a cruzar esa esquina y se mueven <strong>de</strong> un lado a<br />

otro, insultándose y bromeando. Los tranvías son rápidamente cubiertos por <strong>los</strong> ca<strong>de</strong>tes; pru<strong>de</strong>ntes, <strong>los</strong><br />

civiles aceptan ser <strong>de</strong>splazados en la cola. Los ca<strong>de</strong>tes <strong>de</strong> tercero maldicen entre dientes cada vez que,<br />

el pie levantado para subir al tranvía, sienten una mano en el pescuezo y una voz: "primero <strong>los</strong> ca<strong>de</strong>tes,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>los</strong> <strong>perros</strong>".<br />

-Son las diez y media - dijo Vallano- Espero que el último camión no haya partido.<br />

-Sólo son diez y veinte - dijo Arróspi<strong>de</strong>- Llegaremos a tiempo.<br />

El tranvía iba atestado; ambos se hallaban <strong>de</strong> pie. Los domingos, <strong>los</strong> camiones <strong>de</strong>l colegio iban a<br />

Bellavista a buscar a <strong>los</strong> ca<strong>de</strong>tes.<br />

-Mira - dijo Vallano- Dos <strong>perros</strong>. Se han pasado <strong>los</strong> brazos sobre el hombro para que no se vean las<br />

insignias. Qué sabidos.<br />

-Permiso - dijo Arróspi<strong>de</strong>, abriéndose paso hasta el asiento que ocupaban <strong>los</strong> <strong>de</strong> tercero. Éstos, al ver<strong>los</strong><br />

venir, se pusieron a conversar. El tranvía había <strong>de</strong>jado atrás la plaza Dos <strong>de</strong> Mayo, rodaba entre chacras<br />

invisibles.<br />

-Buenas noches, ca<strong>de</strong>tes - dijo Vallano.<br />

Los muchachos no se dieron por aludidos. Arróspi<strong>de</strong> le tocó la cabeza a uno <strong>de</strong> el<strong>los</strong>.<br />

-Estamos muy cansados - dijo Vallano-. Párense.<br />

Los ca<strong>de</strong>tes obe<strong>de</strong>cieron.<br />

-¿Qué hiciste ayer? -preguntó Arróspi<strong>de</strong>.<br />

-Casi nada. El sábado tenía una fiesta, que al final se convirtió en un velorio. Era un cumpleaños, creo.<br />

Cuando llegué había un lío <strong>de</strong> <strong>los</strong> diab<strong>los</strong>. <strong>La</strong> vieja que me abrió la puerta me gritó "traiga un médico y<br />

un cura" y tuve que salir disparado. Un gran planchazo. Ah, también fui a Huatica. A propósito tengo<br />

algo que contar a la sección sobre el poeta.<br />

-¿Qué? - dijo Arróspi<strong>de</strong>.<br />

-<strong>La</strong> contaré a todos juntos. Es una historia <strong>de</strong> mamey.<br />

Pero no esperó hasta llegar a la cuadra. El último camión <strong>de</strong>l colegio avanzaba por la avenida <strong>de</strong> las<br />

Palmeras hacia <strong>los</strong> acantilados <strong>de</strong> la Perla. Vallano, que iba sentado sobre su maletín, dijo:<br />

-Oigan, éste parece el camión particular <strong>de</strong> la sección. Estamos casi todos.<br />

-Sí, negrita - dijo el Jaguar-. Cuídate. Te po<strong>de</strong>mos violar.<br />

-¿Saben una cosa? - dijo Vallano.<br />

-¿Qué? -preguntó el Jaguar-. ¿Ya te han violado?<br />

-Todavía - dijo Vallano- Se trata <strong>de</strong>l poeta.<br />

-¿Qué te pasa? -preguntó Alberto, arrinconado contra la caseta.<br />

-¿Estás ahí? Peor para ti. El sábado fui don<strong>de</strong> la Pies Dorados y me dijo que le pagaste para que te<br />

hiciera la paja.<br />

-¡Bah! - dijo el Jaguar-. Yo te hubiera hecho el favor gratis.<br />

Hubo algunas risas <strong>de</strong>sganadas, corteses.<br />

-<strong>La</strong> Pies Dorados y Vallano en la cama <strong>de</strong>be ser una especie <strong>de</strong> café con leche - dijo Arróspi<strong>de</strong>.<br />

-Y el poeta encima <strong>de</strong> <strong>los</strong> dos, un sándwich <strong>de</strong> negro, un hotdog -agregó el Jaguar.<br />

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