Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...
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<strong>La</strong> Ciudad y <strong>los</strong> Perros <strong>Mario</strong> <strong>Vargas</strong> <strong>L<strong>los</strong>a</strong><br />
-Será mejor que vuelva a la enfermería -dijo el hombre- Tal vez ahora podamos verlo un rato.<br />
Se levantaron y Paulino les hizo un saludo con la mano. Volvieron a avanzar sobre la hierba. El padre <strong>de</strong><br />
Arana caminaba con las manos a la espalda; se había subido las solapas <strong>de</strong>l saco. "El Esclavo nunca me<br />
habló <strong>de</strong> él", pensó Alberto. "Ni <strong>de</strong> su madre."<br />
-¿Puedo pedirle un favor? -dijo-. Quisiera ver a Arana un momento. No digo ahora. Mañana, o pasado,<br />
cuando esté mejor. Usted podría hacerme entrar a su cuarto diciendo que soy un pariente, o un amigo<br />
<strong>de</strong> la familia.<br />
-Sí -dijo el hombre-. Ya veremos. Hablaré con el capitán Garrido. Parece muy correcto. Un poco estricto,<br />
como todos <strong>los</strong> militares. Después <strong>de</strong> todo, es su oficio.<br />
-Sí -dijo Alberto-. Los militares son así.<br />
-¿Sabe? -dijo el hombre-. El muchacho está muy resentido conmigo. Yo lile doy cuenta. Le hablaré y si<br />
no es bruto compren<strong>de</strong>rá que todo ha sido por su bien. Verá que las responsables son su madre y la<br />
vieja loca <strong>de</strong> A<strong>de</strong>lina.<br />
-¿Es una tía suya, creo? -dijo Alberto.<br />
-Sí -afirmó el hombre, enfurecido-. <strong>La</strong> histérica ésa. Lo crió como a una mujercita. Le regalaba muñecas<br />
y le hacía rizos. A mí no pue<strong>de</strong>n engañarme. He visto fotos que le tomaron en Chiclayo. Lo vestían con<br />
faldas y le hacían ru<strong>los</strong>, a mi propio hijo, ¿compren<strong>de</strong> usted? Se aprovecharon <strong>de</strong> que yo estaba lejos.<br />
Pero no se iban a salir con la suya.<br />
-¿Usted viaja mucho, señor?<br />
-No -respondió brutalmente el hombre -. No he salido nunca (le Lima. Ni me interesa. Pero cuando yo lo<br />
recobré estaba maleado, era un inservible, un inútil. ¿Quién me pue<strong>de</strong> culpar por haber querido hacer <strong>de</strong><br />
él un hombre? ¿Eso es algo <strong>de</strong> que tengo que avergonzarme?<br />
-Estoy seguro que sanará pronto -dijo Alberto- Seguro.<br />
-Pero tal vez he sido un poco duro -prosiguió el hombre- Por exceso <strong>de</strong> cariño. Un cariño bien entendido.<br />
Su madre y esa loca <strong>de</strong> A<strong>de</strong>lina no pue<strong>de</strong>n compren<strong>de</strong>r. ¿Quiere usted un consejo? Cuando tenga hijos,<br />
pónga<strong>los</strong> lejos <strong>de</strong> la madre. No hay nada peor que las mujeres para malograr a un muchacho.<br />
-Bueno -dijo Alberto- Ya llegamos.<br />
-¿Qué pasa allá? -dijo el hombre-. ¿Por qué corren?<br />
-Es el silbato -dijo Alberto”. Para formar. Tengo que irme.<br />
- Hasta luego -dijo el hombre- Gracias por acompañarme.<br />
Alberto echó a correr. Pronto alcanzó a uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> ca<strong>de</strong>tes que habían pasado antes. Era Urioste.<br />
-Todavía no son las siete -dijo Alberto.<br />
-El Esclavo ha muerto -dijo Urioste, ja<strong>de</strong>ando- Estamos yendo a dar la noticia.<br />
Esa vez mi cumpleaños cayó día <strong>de</strong> fiesta. Mi madre me dijo: “anda temprano don<strong>de</strong> tu padrino, que a<br />
veces se va al campo". Y me dio un sol para el pasaje. Fui hasta la casa <strong>de</strong> mi padrino, que vivía<br />
lejísimos, bajo el Puente, pero ya no estaba. Me abrió su mujer, que nunca nos había querido. Me puso<br />
mala cara y me dijo: "mi marido no está. Y no creo que venga hasta la noche, así que ni lo esperes".<br />
Regresé a Bellavista, <strong>de</strong> mala gana, tenía la ilusión <strong>de</strong> que mi padrino me regalara cinco soles, como<br />
todos <strong>los</strong> años. Pensaba comprarle a Tere una caja <strong>de</strong> tizas, pero esta vez como un regalo <strong>de</strong> a <strong>de</strong>veras,<br />
y también un cua<strong>de</strong>rno cuadriculado <strong>de</strong> cien páginas, su cua<strong>de</strong>rno <strong>de</strong> álgebra se había terminado. 0<br />
<strong>de</strong>cirle que fuéramos al cine, claro que también con su tía. Hasta saqué cuentas y con cinco soles me<br />
alcanzaba para tres plateas <strong>de</strong>l Bellavista y todavía sobraban unos reales. Cuando llegué a la casa, mi<br />
madre me dijo: "tu padrino es un <strong>de</strong>sgraciado, igual que su mujer. Seguro que se hizo negar el muy<br />
mezquino". Y yo pensé que tenía razón. Entonces mi madre me dijo: "ah, dice Tere que vayas. Vino a<br />
buscarte". "¿Ah, sí?, le dije yo; qué raro, ¿qué querrá?" Y <strong>de</strong> veras no sabía para qué me había buscado,<br />
era la primera vez que lo hacía y sospeché algo. Pero no lo que pasó. "Se ha enterado <strong>de</strong> mi cumpleaños<br />
y me va a felicitar", <strong>de</strong>cía yo. Estuve en su casa <strong>de</strong> dos saltos. Toqué la puerta y me abrió la tía. <strong>La</strong><br />
saludé y apenas me vio se dio media vuelta y regresó a la cocina. <strong>La</strong> tía siempre me trataba así, como si<br />
yo fuera una cosa. Me quedé un momento en la puerta abierta, sin atreverme a entrar, pero en eso<br />
apareció ella y venía sonriendo <strong>de</strong> una manera. "Hola, me dijo. Entra." Yo sólo le dije: "hola", y me puse<br />
a sonreír sin ganas. "Ven, me dijo. Vamos a mi cuarto." Yo la seguí, muy curioso y sin <strong>de</strong>cirle nada. En<br />
su cuarto abrió un cajón y se volvió con un paquete en las manos y me dijo: "torna por tu cumpleaños".<br />
Yo le dije: "¿cómo supiste?". Y ella me contestó: "lo sé <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el año pasado”. Yo no sabía qué hacer con<br />
el paquete, que era bien gran<strong>de</strong>. Al fin, me <strong>de</strong>cidí a abrirlo. Sólo tuve que <strong>de</strong>senvolverlo, pues no estaba<br />
atado, Era un papel marrón, el mismo que usaba el pana<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> la esquina y pensé que a lo mejor ella<br />
se lo había pedido especialmente. Saqué una chompa sin mangas, casi el mismo color que el papel y ahí<br />
mismo comprendí que ella había pensado en eso, como tenía tanto gusto hizo que la chompa y la<br />
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