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Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...

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<strong>La</strong> Ciudad y <strong>los</strong> Perros <strong>Mario</strong> <strong>Vargas</strong> <strong>L<strong>los</strong>a</strong><br />

envoltura estuvieran <strong>de</strong> acuerdo. Dejé el papel en el suelo y a la vez que miraba la chompa le <strong>de</strong>cía: “ah,<br />

pero es muy bonita. Ah, muchas gracias. Ali, qué bien está". Tere <strong>de</strong>cía sí con la cabeza y parecía más<br />

contenta que yo mismo. "<strong>La</strong> tejí en el colegio, me dijo; en las clases <strong>de</strong> labor. Hice creer que era para mi<br />

hermano." Y lanzó una carcajada. Quería <strong>de</strong>cir que planeó lo <strong>de</strong>l regalo hacía tiempo y que entonces ella<br />

también pensaba en mí cuando yo no estaba, y eso <strong>de</strong> hacerme un regalo mostraba que me tenía por<br />

algo más que un amigo. Yo le seguía diciendo "muchas gracias, muchas gracias" y ella se reía y me<br />

<strong>de</strong>cía: "¿te gusta?, ¿<strong>de</strong> veras?; pero pruébatela". Me la puse y me estaba un poco corta, pero la estiré<br />

rápido para que no se notara y ella no lo notó, estaba tan contenta que se alababa a sí misma: "te<br />

queda muy bien, te queda muy bien y eso que no sabía tus medidas, las saqué al cálculo". Me quité la<br />

chompa y otra vez la envolví, pero no podía hacer el paquete y ella vino a mi lado y me dijo: "suelta,<br />

qué feo lo envuelves, déjame a mí". Y ella misma lo envolvió sin una arruga y me lo entregó y entonces<br />

me dijo: "tengo que darte el abrazo por tu cumpleaños". Y me abrazó y yo también la abracé y durante<br />

unos segundos sentí su cuerpo, y sus cabel<strong>los</strong> me rozaron la cara y otra vez oí su risa tan alegre. "¿No<br />

estás contento? ¿Por qué pones esa cara?", me preguntó y yo hice esfuerzos por reírme.<br />

El primero en entrar fue el teniente Gamboa. Se había quitado la cristina en el pasillo, <strong>de</strong> modo que se<br />

limitó a cuadrarse y a hacer sonar <strong>los</strong> talones. El coronel estaba sentado en su escritorio. Tras él,<br />

Gamboa adivinaba en las tinieblas <strong>de</strong>splegadas más allá <strong>de</strong> la amplia ventana, la verja exterior <strong>de</strong>l<br />

colegio, la carretera y el mar. Unos segundos <strong>de</strong>spués se oyeron pasos. Gamboa se retiró <strong>de</strong> la puerta y<br />

continuó en posición <strong>de</strong> firmes. Entraron el capitán Garrido y el teniente Huarina. También llevaban la<br />

cristina en la correa <strong>de</strong>l pantalón, entre el primero y el segundo tirante. El coronel continuaba en el<br />

escritorio y no levantaba la vista. <strong>La</strong> habitación era elegante, muy limpia, <strong>los</strong> muebles parecían<br />

charolados. El capitán Garrido se volvió hacia Gamboa; sus mandíbulas latían armoniosamente.<br />

-¿Y <strong>los</strong> otros tenientes?<br />

-No sé, mi capitán. Los cité para esta hora.<br />

Momentos <strong>de</strong>spués entraron Calzada y Pitaluga. El coronel se puso <strong>de</strong> pie. Era mucho más bajo que<br />

todos <strong>los</strong> presentes y exageradamente gordo; tenía <strong>los</strong> cabel<strong>los</strong> casi blancos y usaba anteojos; tras <strong>los</strong><br />

cristales se velan unos ojos grises, hundidos y <strong>de</strong>sconfiados. Los miró uno por uno; <strong>los</strong> oficiales seguían<br />

cuadrados.<br />

-Descansen -dijo el coronel-. Siéntense.<br />

Los tenientes esperaron que el capitán Garrido eligiera su asiento. Había varios sillones <strong>de</strong> cuero,<br />

dispuestos en círculo; el capitán ocupó el que estaba junto a una lámpara <strong>de</strong> pie. Los tenientes se<br />

sentaron a su alre<strong>de</strong>dor. El coronel se acercó. Los oficiales lo miraban, un poco inclinados hacia él,<br />

atentos, serios, respetuosos.<br />

-¿Todo en or<strong>de</strong>n? -dijo el coronel.<br />

-Sí, mi coronel -repuso el capitán-. Ya está en la capilla. Han venido algunos familiares. <strong>La</strong> primera<br />

sección hace la guardia <strong>de</strong> honor. A las doce la reemplazará la segunda. Después las otras. Ya trajeron<br />

las coronas.<br />

-¿Todas? -dijo el coronel.<br />

Sí, mi coronel. Yo mismo puse su tarjeta en la más gran<strong>de</strong>. También trajeron la <strong>de</strong> <strong>los</strong> oficiales y la <strong>de</strong> la<br />

Asociación <strong>de</strong> padres <strong>de</strong> familia. Y una corona por año. Los familiares también enviaron coronas y flores.<br />

-¿Habló usted con el presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la Asociación para lo <strong>de</strong>l entierro?<br />

-Sí, mi coronel. Dos veces. Dijo que toda la Directiva asistiría.<br />

-¿Le hizo preguntas? -El coronel arrugó la frente-. Ese Juanes siempre está metiendo las narices en todo.<br />

¿Qué le dijo?<br />

-No le di <strong>de</strong>talles. Le expliqué que había muerto un ca<strong>de</strong>te, sin indicar las circunstancias. Y le indiqué<br />

que habíamos encargado una corona en nombre <strong>de</strong> la Asociación y que <strong>de</strong>bían pagarla con sus fondos.<br />

-Ya vendrá a hacer preguntas -dijo el coronel, mostrando el puño- Todo el inundo vendrá a hacer<br />

preguntas. En estos casos siempre aparecen intrigantes y curiosos. Estoy seguro que esto llegará hasta<br />

el ministro.<br />

El capitán y <strong>los</strong> tenientes lo escuchaban sin pestañear. El coronel había levantado la voz; sus últimas<br />

palabras eran gritos.<br />

-Todo esto pue<strong>de</strong> ser terriblemente perjudicial -añadió- El colegio tiene enemigos. Es su gran<br />

oportunidad. Pue<strong>de</strong>n aprovechar una estupi<strong>de</strong>z como ésta para lanzar mil calumnias contra el<br />

establecimiento y, por supuesto, contra mí. Es preciso tomar precauciones. Para eso <strong>los</strong> he reunido.<br />

Los oficiales acentuaron la expresión <strong>de</strong> gravedad y asintieron con movimientos <strong>de</strong> cabeza.<br />

-¿Quién entra <strong>de</strong> servicio mañana?<br />

-YO, mi coronel -dijo el teniente Pitaluga.<br />

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