01.05.2013 Views

Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...

Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...

Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>La</strong> Ciudad y <strong>los</strong> Perros <strong>Mario</strong> <strong>Vargas</strong> <strong>L<strong>los</strong>a</strong><br />

-¿Te has escapado? -Teresa ha abierto <strong>los</strong> labios pero no dice nada más, sólo lo mira con cierta<br />

ansiedad; sus manos han vuelto a juntarse y están suspendidas a pocos centímetros <strong>de</strong> Alberto- ¿Qué<br />

ha pasado? Cuéntame. Pero, siéntate, no hay nadie, mi tía ha salido.<br />

Él levanta la cabeza y le dice:<br />

-¿Has estado con el Esclavo?<br />

Ella lo mira con <strong>los</strong> ojos muy abiertos:<br />

-¿Quién?<br />

-Quiero <strong>de</strong>cir, Ricardo Arana.<br />

-Ah - dice ella, como tranquilizada; otra vez está sonriendo-. El muchacho que vive en la esquina.<br />

-¿Ha venido a verte? -insiste él.<br />

-¿A mí? - dice ella- No. ¿Por qué?<br />

-Dime la verdad - dice él, en alta voz -. ¿Para qué me mientes? Es <strong>de</strong>cir... -Se interrumpe, balbucea algo,<br />

se calla. Teresa lo mira muy seria, moviendo apenas la cabeza, las manos quietas a lo largo <strong>de</strong> su<br />

cuerpo, pero en sus ojos asoma un elemento nuevo, todavía impreciso, una luz maliciosa.<br />

-¿Por qué me preguntas eso? -su voz es muy suave y lenta, vagamente irónica.<br />

-El Esclavo salió esta tar<strong>de</strong> - dice Alberto- Creí que había venido a verte. Hizo creer que estaba enferma<br />

su madre.<br />

-¿Por qué iba a venir? - dice ella.<br />

-Porque está enamorado <strong>de</strong> ti.<br />

Esta vez todo el rostro <strong>de</strong> Teresa se ha impregnado <strong>de</strong> esa luz, sus mejillas, sus- labios, su frente, muy<br />

tersa, sobre la cual on<strong>de</strong>an unos cabel<strong>los</strong>.<br />

-Yo no sabía - dice ella- Sólo he conversado con él un momento. Pero...<br />

-Por eso me escapé - dice Alberto; queda un instante en silencio, con la boca abierta. Al fin, aña<strong>de</strong>: -<br />

Tenía ce<strong>los</strong>. Yo también estoy enamorado <strong>de</strong> ti.<br />

VII<br />

Siempre aparecía tan limpia, tan elegante, que yo pensaba: ¿cómo a las otras nunca se las ve así? Y no<br />

es que cambiara mucho <strong>de</strong> vestido, al contrario, tenía poca ropa. Cuando estábamos estudiando y se<br />

manchaba las manos con tinta, botaba <strong>los</strong> libros al suelo y se iba a lavar. Si caía al cua<strong>de</strong>rno aunque<br />

fuera un puntito <strong>de</strong> tinta, rompía la hoja y la hacía <strong>de</strong> nuevo. "Pero así pier<strong>de</strong>s mucho tiempo, le <strong>de</strong>cía<br />

yo. Mejor la borras. Presta una 'Gillete' y verás, no se notará nada." Ella no aceptaba. Era lo único que la<br />

ponía furiosa. Sus sienes comenzaban a latir -se movían <strong>de</strong>spacito, como un corazón, bajo sus cabel<strong>los</strong><br />

negros-, su boca se fruncía. Pero al volver M caño ya estaba sonriendo <strong>de</strong> nuevo. Su uniforme <strong>de</strong> colegio<br />

era una falda azul y una blusa blanca. A veces yo la veía llegar <strong>de</strong>l colegio y pensaba: "ni una arruga, ni<br />

una mancha". También tenía un vestido a cuadros que le cubría <strong>los</strong> hombros y se cerraba en el cuello<br />

con una cinta. Era sin mangas y ella se ponía encima una chompa color canela. Se abrochaba sólo el<br />

último botón y, al caminar, las dos puntas <strong>de</strong> la chompa volaban en el aire y qué bien se la veía. Ese era<br />

el vestido <strong>de</strong> <strong>los</strong> domingos, con el que iba a ver a sus parientes. Los domingos eran <strong>los</strong> peores días. Me<br />

levantaba temprano y salía a la Plaza Bellavista; me sentaba en una banca o veía las fotos <strong>de</strong>l cine, pero<br />

sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> espiar la casa, no fueran a salir sin que las viera. Los otros días, Tere iba a comprar pan a la<br />

pana<strong>de</strong>ría <strong>de</strong>l chino Tilau, la que está junto al cine. Yo le <strong>de</strong>cía:”qué casualidad, siempre nos<br />

encontramos". Si había mucha gente, Tere se quedaba afuera y yo me abría paso y el chino Tilau, un<br />

buen amigo, me atendía primero. Una vez, Tilau dijo al vemos entrar: "ah, ya llegaron <strong>los</strong> novios.<br />

¿Siempre lo mismo? ¿Dos chancay calientes para cada uno?". Los que estaban comprando se rieron, ella<br />

se puso colorada y yo dije: "ya, Tilau, déjate <strong>de</strong> bromas y atien<strong>de</strong>". Pero <strong>los</strong> domingos la pana<strong>de</strong>ría<br />

estaba cerrada. Des<strong>de</strong> el vestíbulo <strong>de</strong>l cine Bellavista o <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una banca, yo me quedaba mirándolas.<br />

Esperaban el ómnibus que va por la Costanera. Algunas veces disimulaba; me metía las manos en <strong>los</strong><br />

bolsil<strong>los</strong> y silbando y pateando una piedra o una tapa <strong>de</strong> botella, pasaba junto a ellas y, sin parar, las<br />

saludaba: "buenos días, señora; hola, Tere" y me seguía <strong>de</strong> frente, para entrar a mi casa o ir hasta<br />

Sáenz Peña, porque sí.<br />

También se ponía el vestido a cuadros y la chompa <strong>los</strong> lunes en la noche, porque su tía la llevaba al<br />

femenino <strong>de</strong>l cine Bellavista. Yo le <strong>de</strong>cía a mi madre que tenía que prestarme un cua<strong>de</strong>rno y salía a la<br />

plaza a esperar que terminara la función y la veía pasar con su tía, comentando la película.<br />

Los otros días se ponía una falda color marrón. Era una falda vieja, medio <strong>de</strong>steñida. A veces yo<br />

encontraba a la tía zurciendo la falda, y lo hacía bien, <strong>los</strong> parches casi no se notaban, para algo era<br />

costurera. Si era ella la que zurcía la falda, se quedaba <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l colegio con el uniforme y para no<br />

mancharse ponía un periódico en la silla. Con la falda marrón se ponía una blusa blanca, con tres<br />

61

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!