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Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...

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<strong>La</strong> Ciudad y <strong>los</strong> Perros <strong>Mario</strong> <strong>Vargas</strong> <strong>L<strong>los</strong>a</strong><br />

-Me alegro que ese tipo te plantara -dijo el Jaguar Bien hecho. Para que sepas cómo me sentía yo<br />

cuando ibas a la playa con ése al que le pegué.<br />

-¿Y ella? ¿Y ella? -dijo el flaco.<br />

-Eres un vengativo -dijo Teresa.<br />

A<strong>de</strong>más, simuló golpearlo. Pero no bajó la mano que había levantado burlonamente, la conservó en el<br />

aire mientras sus ojos, <strong>de</strong> improviso locuaces, lo <strong>de</strong>safiaban con dichosa insolencia. El Jaguar cogió la<br />

mano que lo amenazaba. Teresa se <strong>de</strong>jó ir contra él, apoyó el rostro en su pecho y, con la mano libre, lo<br />

abrazó.<br />

-Era la primera vez que la besaba -dijo el Jaguar”. <strong>La</strong> besé varias veces; quiero <strong>de</strong>cir en la boca. Ella<br />

también me besó.<br />

-Se entien<strong>de</strong>, compañero -dijo el flaco-. Claro que se entien<strong>de</strong>. ¿Y al cuánto tiempo se casaron?<br />

-Al poco tiempo -dijo el Jaguar”. A <strong>los</strong> quince días.<br />

-Qué apuro -dijo el flaco. Nuevamente, tenía la copa <strong>de</strong> pisco en la mano y la movía con inteligencia: el<br />

líquido transparente llegaba hasta el mismo bor<strong>de</strong> y regresaba.<br />

-Ella fue a esperarme al día siguiente a la agencia. Nos paseamos un rato y <strong>de</strong>spués fuimos al cine. Y<br />

esa noche me dijo que le había contado todo a su tía y que estaba furiosa. No quería que me viera más.<br />

-¡Qué atrevimiento! -dijo el flaco Higueras. Había exprimido medio limón en su boca y ahora acercaba a<br />

<strong>los</strong> labios la copa <strong>de</strong> pisco, con una mirada ferviente y codiciosa-. ¿Qué hiciste?<br />

-Pedí un a<strong>de</strong>lanto en el Banco. El administrador es buena gente. Me dio una semana <strong>de</strong> permiso. Me<br />

dijo: "me gusta ver cómo se suicida, la gente. Cásese no más, y el próximo lunes está usted aquí, a las<br />

ocho en punto".<br />

-Háblame un poco <strong>de</strong> la bendita tía -dijo el flaco Higueras-. ¿Fuiste a verla?<br />

-Después -dijo el Jaguar”. Esa misma noche, cuando Teresa me contó lo <strong>de</strong> su tía, le pregunt é si quería<br />

casarse conmigo.<br />

-Sí -dijo Teresa- Yo sí quiero. Pero ¿y mi tía?<br />

-Que se vaya a la mierda -dijo el Jaguar.<br />

-Jura que le dijiste mierda con todas las letras -dijo el flaco Higueras.<br />

-Sí -dijo el Jaguar.<br />

-No digas lisuras en mí <strong>de</strong>lante -dijo Teresa.<br />

-Es una chica simpática -dijo el flaco Higueras-. Por lo que me cuentas, veo que es simpática. No <strong>de</strong>biste<br />

<strong>de</strong>cir eso <strong>de</strong> su tía.<br />

-Ahora me llevo bien con ella -dijo el Jaguar-. Pero cuando fuimos a verla, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> casarnos, me dio<br />

una cachetada.<br />

-Debe ser una mujer <strong>de</strong> carácter -dijo el flaco Higueras ¿dón<strong>de</strong> te casaste?<br />

-En Huacho. El cura no quería casarnos porque faltaban las proclamas y rió sé qué otras cosas. Pasé un<br />

mal rato.<br />

-Me figuro, me figuro -dijo el flaco Higueras.<br />

-¿No ve usted que me la he robado? -dijo el Jaguar”. ¿No ve que casi no me queda plata? ¿Cómo quiere<br />

que espere ocho días?<br />

<strong>La</strong> puerta <strong>de</strong> la sacristía estaba abierta y el Jaguar divisaba, tras la cabeza calva <strong>de</strong>l cura, un trozo <strong>de</strong><br />

pared <strong>de</strong> la iglesia: <strong>los</strong> exvotos <strong>de</strong> plata resaltaban en el enlucido sucio y con cicatrices. El cura tenía <strong>los</strong><br />

brazos cruzados sobre el pecho, sus manos se calentaban bajo las axilas como en un nido; sus ojos eran<br />

pícaros y bondadosos. Teresa estaba junto al Jaguar, la boca ansiosa,»<strong>los</strong> ojos atemorizados. De pronto,<br />

sollozó.<br />

-¡Me dio una cólera cuando la vi llorando! -dijo el Jaguar”. Lo agarré al cura por el pescuezo.<br />

-¡No! -dijo el flaco-. ¿Del pescuezo?<br />

-Sí -dijo el Jaguar-. Se le salían <strong>los</strong> ojos <strong>de</strong>l ahogo.<br />

-¿Saben cuánto cuesta? -dijo el cura, frotándose el cuello.<br />

-Gracias, padre -dijo Teresa-. Muchísimas gracias, padrecito.<br />

-¿Cuánto? -dijo el Jaguar.<br />

-¿Cuánto tienes? -preguntó el cura.<br />

-Trescientos soles -dijo el Jaguar.<br />

-<strong>La</strong> mitad -dijo el cura- No para mí, para mis pobres.<br />

-Y nos casó -dijo el Jaguar-. Se portó bien. Compró una botella <strong>de</strong> vino con su plata y nos la tomamos<br />

en la sacristía: Teresa se mareó un poco.<br />

-¿Y la tía? -dijo el flaco- Háblame <strong>de</strong> ella, por lo que más quieras.<br />

-Regresamos a Lima al día siguiente y fuimos a verla. Le dije que nos habíamos casado y le mostré el<br />

papel que nos dio el cura. Entonces me lanzó la cachetada. Teresa se enfureció y le dijo eres una<br />

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