Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...
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<strong>La</strong> Ciudad y <strong>los</strong> Perros <strong>Mario</strong> <strong>Vargas</strong> <strong>L<strong>los</strong>a</strong><br />
cincuenta centavos o un sol, cada vez, pero bastaba para el pasaje. Iba hasta la Plaza Dos <strong>de</strong> Mayo,<br />
seguía la avenida Alfonso Ugarte hasta su colegio y me paraba siempre en la tienda <strong>de</strong> la esquina.<br />
Algunas veces me acercaba y ella me <strong>de</strong>cía: "hola, ¿hoy también saliste temprano?" y luego me hablaba<br />
<strong>de</strong> otra cosa y yo también. "Es muy inteligente, pensaba yo; cambia <strong>de</strong> tema para no ponerme en<br />
apuros." Caminábamos hacia la casa <strong>de</strong> sus tíos, unas ocho cuadras, y yo procuraba que fuéramos bien<br />
<strong>de</strong>spacio, dando pasitos cortos o parándome a mirar las vitrinas, pero nunca <strong>de</strong>moramos más <strong>de</strong> media<br />
hora. Conversábamos <strong>de</strong> las mismas cosas, ella me contaba lo que ocurría en su colegio y yo también,<br />
<strong>de</strong> lo que estudiaríamos en la tar<strong>de</strong>, <strong>de</strong> cuándo serían <strong>los</strong> exámenes y si aprobaríamos el año. Yo<br />
conocía <strong>de</strong> nombre a todas las chicas <strong>de</strong> su clase y ella <strong>los</strong> apodos <strong>de</strong> mis compañeros y profesores y <strong>los</strong><br />
chismes que corrían sobre <strong>los</strong> muchachos más sabidos <strong>de</strong>l Dos <strong>de</strong> Mayo. Una vez pensé que le diría:<br />
"anoche me soñé que éramos gran<strong>de</strong>s y nos casábamos". Estaba seguro que ella me haría preguntas y<br />
ensayé muchas frases para no quedarme callado. Al día siguiente, mientras caminábamos por la avenida<br />
Arica, le dije <strong>de</strong> repente: "oye, anoche me soñé..." --¿Qué cosa?, ¿qué soñaste?", me preguntó. Y yo<br />
sólo le dije: "que pasábamos <strong>de</strong> año <strong>los</strong> dos". "Ojalá que ese sueño se cumpla", me contestó.<br />
Cuando la acompañaba, cruzábamos siempre a <strong>los</strong> alumnos <strong>de</strong> <strong>La</strong> Salle, con sus uniformes café con<br />
leche, y ese era otro tema <strong>de</strong> conversación. "Son unos maricas, le <strong>de</strong>cía; no tienen ni para comenzar con<br />
<strong>los</strong> <strong>de</strong>l Dos <strong>de</strong> Mayo. Esos blanquiñosos se parecen a <strong>los</strong> <strong>de</strong>l Colegio <strong>de</strong> <strong>los</strong> Hermanos Maristas <strong>de</strong>l<br />
Callao, que juegan fútbol como mujeres; les cae una patada y se ponen a llamar a su mamá; mírales las<br />
caras, no más." Ella se reía y yo seguía hablando <strong>de</strong> lo mismo, pero al fin se me agotaba el tema y<br />
pensaba: "ya estamos llegando". Lo que me ponía más nervioso era la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que se aburriera al oírme<br />
contar siempre las mismas historias, pero me consolaba pensando que ella también me hablaba muchas<br />
veces <strong>de</strong> lo mismo y a mí eso nunca me parecía cansado. Me contaba dos y hasta tres veces la película<br />
que veía con su tía <strong>los</strong> lunes femeninos. Precisamente, hablando <strong>de</strong> cine me atreví una vez a <strong>de</strong>cirle<br />
algo. Ella me preguntó si había visto no sé qué película y le dije que no. “Nunca vas al cine, ¿no?", me<br />
preguntó. "Ahora no mucho, le dije, pero el año pasado iba. Con dos muchachos <strong>de</strong>l Dos <strong>de</strong> Mayo<br />
gorreábamos la vermouth <strong>de</strong> <strong>los</strong> miércoles en el Sáenz Peña; el primo <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> mis amigos era policía<br />
municipal y cuando estaba <strong>de</strong> servicio nos hacía pasar a cazuela. Apenas se apagaban las luces nos<br />
bajábamos a platea alta; están separadas por una ma<strong>de</strong>ra que cualquier la salta." "¿Y nunca <strong>los</strong><br />
chaparon?", dijo ella, y yo le dije: "quién nos iba a chapar si el municipal era el primo <strong>de</strong> mi amigo", y<br />
ella me dijo: "¿por qué este año no hacen lo mismo?". "Ahora van <strong>los</strong> jueves, le dije, porque al municipal<br />
le han cambiado su día <strong>de</strong> servicio." "¿Y tú no vas?", me preguntó. Y yo sin darme cuenta le contesté:<br />
"prefiero ir a tu casa a estar contigo". Y apenas se lo dije me di cuenta y me callé. Fue peor porque ella<br />
se puso a mirarme muy seria y yo pensé: "ya se enojó". Y entonces dije: "pero quizá una <strong>de</strong> estas<br />
semanas vaya con el<strong>los</strong>. Aunque, la verdad, no me gusta mucho el cine". Y le hablé <strong>de</strong> otra cosa, pero<br />
sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> pensar en la cara que había puesto, una cara distinta a la <strong>de</strong> siempre, como si al oírme se le<br />
hubieran ocurrido las cosas que no me atrevía a <strong>de</strong>cirle.<br />
Una vez el flaco Higueras me regaló un sol cincuenta. "Para que te compres cigarril<strong>los</strong>, me dijo, o te<br />
emborraches si tienes penas <strong>de</strong> amor." Al día siguiente íbamos caminando por la avenida Arica, por la<br />
vereda <strong>de</strong>l cine Breña, y <strong>de</strong> casualidad nos paramos frente a la vitrina <strong>de</strong> una pana<strong>de</strong>ría. Había unos<br />
pasteles <strong>de</strong> chocolate y ella dijo: "¡qué ricos!". Me acordé <strong>de</strong> la plata que tenía en el bolsillo, pocas veces<br />
he sentido tanta felicidad. Le dije: "espera, tengo un sol y voy a comprar uno" y ella dijo, "no, no estés<br />
gastando, lo <strong>de</strong>cía en broma', pero yo entré y le pedí al chino un pastel. Estaba tan atolondrado que me<br />
salí sin esperar el cambio, pero el chino, muy honrado, me dio alcance y me dijo: “le <strong>de</strong>bo una peseta.<br />
Téngala". Le di el pastel y ella me dijo: “pero no va a ser todo para mí. Partamos". Yo no quería y le<br />
aseguraba que no tenía ganas, pero ella insistía y al final me dijo: "al menos dale un mordisco" y estiró<br />
la mano y me puso el pastel en la boca. Mordí un pedacito y ella se rió. "Te has manchado toda la cara,<br />
me dijo, qué tonta soy, yo tengo la culpa, voy a limpiarte." Y entonces levantó la otra mano y la acercó a<br />
mi cara. Yo me quedé inmóvil y la sonrisa se me heló al sentir que me tocaba y no me atrevía a respirar<br />
cuando pasaba sus <strong>de</strong>dos por mi boca, para no mover <strong>los</strong> labios, se hubiera dado cuenta que tenía unas<br />
ganas <strong>de</strong> besarle la mano. "Ya está" dijo <strong>de</strong>spués y seguimos caminando hacia <strong>La</strong> Salle, sin hablar una<br />
palabra, yo estaba muerto con lo que acababa <strong>de</strong> pasar, y estaba seguro que se había <strong>de</strong>morado al<br />
pasar su mano por mi boca, o que la había pasado varias veces y yo <strong>de</strong>cía para mí, "a lo mejor lo hizo<br />
adre<strong>de</strong>".<br />
A<strong>de</strong>más la Malpapeada no era la que traía las pulgas; yo creo que el colegio le contagió las pulgas a la<br />
perra, las pulgas <strong>de</strong> <strong>los</strong> serranos. Una vez le echaron ladillas encima a la pobre, el Jaguar y el Ru<strong>los</strong>, qué<br />
<strong>de</strong>sgraciados. El Jaguar había metido las narices no sé dón<strong>de</strong>, en las pocilgas <strong>de</strong> la primera cuadra <strong>de</strong><br />
Huatica, me figuro, y le habían pegado unas ladillas enormes. <strong>La</strong>s hacía correr por el baño y se veían<br />
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