Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...
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<strong>La</strong> Ciudad y <strong>los</strong> Perros <strong>Mario</strong> <strong>Vargas</strong> <strong>L<strong>los</strong>a</strong><br />
-Estás loco -dijo el Jaguar, sin exaltarse- Sabes muy bien que no he matado a nadie. Todos saben que el<br />
Esclavo se mató por acci<strong>de</strong>nte. Sabes muy bien todo eso, soplón.<br />
-Estás muy tranquilo, ¿no? Porque el coronel, y el capitán y todos aquí son tus iguales, tus cómplices,<br />
una banda <strong>de</strong> <strong>de</strong>sgraciados. No quieren que se hable <strong>de</strong>l asunto. Pero yo diré a todo el mundo que tú<br />
mataste al Esclavo.<br />
<strong>La</strong> puerta <strong>de</strong>l cuarto se abrió. El enfermero traía en las manos una venda nueva y un rollo <strong>de</strong><br />
esparadrapo. Vendó a Alberto todo el rostro; sólo quedó al <strong>de</strong>scubierto un ojo y la boca. El Jaguar se rió.<br />
-¿Qué le pasa? -dijo el enfermero-. ¿De qué se ríe?<br />
-De nada -dijo el Jaguar.<br />
-¿De nada? Sólo <strong>los</strong> enfermos mentales se ríen so<strong>los</strong>, ¿sabes?<br />
-¿De veras? -dijo el Jaguar- No sabía.<br />
-Ya está -dijo el enfermero a Alberto-. Ahora venga usted.<br />
El Jaguar se instaló en la silla que había ocupado Alberto. El enfermero, silbando con más entusiasmo,<br />
empapó un algodón con yodo. El Jaguar tenía apenas unos rasguños en la frente y una ligera hinchazón<br />
en el cuello. El enfermero comenzó a limpiarle el rostro con sumo cuidado. Silbaba ahora furiosamente.<br />
-iMierda! -gritó el Jaguar, empujando al enfermero con las dos mano s” ¡Indio bruto! ¡Animal!<br />
Alberto y el enfermero se rieron.<br />
-Lo has hecho a propósito -dijo el Jaguar, tapándose un ojo-. Maricón.<br />
-Para qué se mueve -dijo el enfermero, aproximándose- Ya le dije que si entra al ojo, ar<strong>de</strong> horrores. -Lo<br />
obligó a alzar el rostro- Saque su mano. Para que entre el aire; así ya no ar<strong>de</strong>.<br />
El Jaguar retiró la mano. Tenía el ojo enrojecido y lleno <strong>de</strong> lágrimas. El enfermero lo curó suavemente.<br />
Había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> silbar pero la punta <strong>de</strong> su lengua asomaba entre <strong>los</strong> labios, como una culebrita rosada.<br />
Después <strong>de</strong> echarle mercurio cromo, le puso unas tiras <strong>de</strong> venda. Se limpió las manos y dijo:<br />
-Ya está. Ahora firmen ese papel.<br />
Alberto y el Jaguar firmaron el libro <strong>de</strong> partes y salieron. <strong>La</strong> mañana estaba aún más clara y, a no ser<br />
por la brisa que corría sobre el <strong>de</strong>scampado, se hubiera dicho que el verano había llegado<br />
<strong>de</strong>finitivamente. El cielo, <strong>de</strong>spejado, parecía muy hondo. Caminaban por la pista <strong>de</strong> <strong>de</strong>sfile. Todo estaba<br />
<strong>de</strong>sierto, pero al pasar frente al comedor, sintieron las voces <strong>de</strong> <strong>los</strong> ca<strong>de</strong>tes y música <strong>de</strong> vals criollo. En<br />
el edificio <strong>de</strong> <strong>los</strong> oficiales encontraron al teniente Huarina.<br />
-Alto -dijo el oficial- ¿Qué es esto?<br />
-Nos caímos, mi teniente -dijo Alberto.<br />
-Con esas caras tienen un mes a<strong>de</strong>ntro, cuando menos.<br />
Continuaron avanzando hacia las cuadras, sin hablar. <strong>La</strong> puerta <strong>de</strong>l cuarto <strong>de</strong> Gamboa estaba abierta,<br />
pero no entraron. Permanecieron ante el umbral, mirándose.<br />
-¿Qué esperas para tocar? -dijo el Jaguar, finalmente Gamboa es tu compinche.<br />
Alberto tocó, una vez.<br />
-Pasen -dijo Gamboa.<br />
El teniente estaba sentado y tenía en sus manos una carta que guardó con precipitación al ver<strong>los</strong>. Se<br />
puso <strong>de</strong> pie, fue hasta la puerta y la cerró. Con un a<strong>de</strong>mán brusco, les señaló la cama:<br />
-Siéntense.<br />
Alberto y el Jaguar se sentaron al bor<strong>de</strong>. Gamboa arrastró su silla y la colocó frente a el<strong>los</strong>; estaba<br />
sentado a la inversa, apoyaba <strong>los</strong> brazos en el espaldar. Tenía el rostro húmedo, como si acabara <strong>de</strong><br />
lavarse; sus ojos parecían fatigados, sus zapatos estaban sucios y tenía la camisa <strong>de</strong>sabotonada. Con<br />
una <strong>de</strong> sus manos apoyada en la m5jilla y la otra tamborileando en su rodilla, <strong>los</strong> miró <strong>de</strong>tenidamente.<br />
-Bueno -dijo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un momento, con un gesto <strong>de</strong> impaciencia- Ya saben <strong>de</strong> qué se trata. Supongo<br />
que no necesito <strong>de</strong>cirles lo que tienen que hacer.<br />
Parecía cansado y harto: su mirada era opaca y su voz resignada.<br />
-No sé nada, mi teniente -dijo el Jaguar- No sé nada más que lo que usted me dijo ayer.<br />
El teniente interrogó con <strong>los</strong> ojos a Alberto.<br />
-No le he dicho nada, mi teniente.<br />
Gamboa se puso <strong>de</strong> pie. Era evi<strong>de</strong>nte que se sentía incómodo, que la entrevista lo disgustaba.<br />
-El ca<strong>de</strong>te Fernán<strong>de</strong>z presentó una <strong>de</strong>nuncia contra usted, ya sabe sobre qué. <strong>La</strong>s autorida<strong>de</strong>s estiman<br />
que la acusación carece <strong>de</strong> fundamento. -Hablaba con lentitud, buscando fórmulas impersonales y<br />
economizando palabras; por momentos su boca se contraía en un rictus que prolongaba sus labios en<br />
dos pequeños surcos- No <strong>de</strong>be hablarse más <strong>de</strong> este asunto, ni aquí ni, por supuesto, afuera. Se trata<br />
<strong>de</strong> algo perjudicial y enojoso para el colegio. Puesto que el asunto ha terminado, uste<strong>de</strong>s se incorporan<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> ahora a su sección y guardarán la discreción más absoluta. <strong>La</strong> menor impru<strong>de</strong>ncia será castigada<br />
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