01.05.2013 Views

Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...

Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...

Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>La</strong> Ciudad y <strong>los</strong> Perros <strong>Mario</strong> <strong>Vargas</strong> <strong>L<strong>los</strong>a</strong><br />

dijo ella. Es aquí cerca." Sus tíos vivían en la avenida Arica. Apenas hablamos en el camino. Ella<br />

contestaba a todo lo que yo <strong>de</strong>cía, pero sin mirarme. Cuando llegamos a una esquina, me dijo: "mis tíos<br />

viven en la otra cuadra, así que mejor me acompañas sólo hasta aquí". Yo le sonreí y ella me dio la<br />

mano. "Chau, le dije, ¿a la tar<strong>de</strong> estudiarnos?". "Sí, sí, dijo ella, tengo montones <strong>de</strong> lecciones que<br />

apren<strong>de</strong>r." Y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un momento, añadió: -muchas gracias por haber venido".<br />

"<strong>La</strong> Perlita" está al final <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scampado, entre el comedor y las aulas, cerca <strong>de</strong>l muro posterior <strong>de</strong>l<br />

colegio. Es una construcción pequeña, <strong>de</strong> cemento, con un gran ventanal que sirve <strong>de</strong> mostrador y en el<br />

que, mañana y tar<strong>de</strong>, se divisa la asombrosa cara <strong>de</strong> Paulino, el injerto: ojos rasgados <strong>de</strong> japonés, ancha<br />

jeta <strong>de</strong> negro, pómu<strong>los</strong> y mentón cobrizos <strong>de</strong> indio, pe<strong>los</strong> lacios. Paulino ven<strong>de</strong> en el mostrador colas y<br />

galletas, café y chocolate, carame<strong>los</strong> y bizcochos y, en la trastienda, es <strong>de</strong>cir en el reducto amurallado y<br />

sin techo que se apoya en el muro posterior y que, antes <strong>de</strong> las rondas, era el lugar i<strong>de</strong>al para las<br />

contras, ven<strong>de</strong> cigarril<strong>los</strong> y pisco, dos veces más caro que en la calle. Paulino duerme en un colchón <strong>de</strong><br />

paja, junto al muro, y en las noches las hormigas pasean sobre su cuerpo como por una playa. Bajo el<br />

colchón hay una ma<strong>de</strong>ra que disimula un hueco, cavado por Paulino con sus manos para que sirva <strong>de</strong><br />

escondite a <strong>los</strong> paquetes ' <strong>de</strong> "Nacional y a las botellas <strong>de</strong> pisco que introduce clan<strong>de</strong>stinamente en el<br />

colegio.<br />

Los consignados acu<strong>de</strong>n al reducto <strong>los</strong> sábados y <strong>los</strong> domingos, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l almuerzo, en grupos<br />

pequeños para no <strong>de</strong>spertar sospechas. Se tien<strong>de</strong>n en el suelo y, mientras Paulino abre su escondite,<br />

aplastan las hormigas con piedrecitas chatas. El injerto es generoso y maligno; da crédito pero exige que<br />

primero le rueguen y lo diviertan. El reducto <strong>de</strong> Paulino es pequeño, en él caben a lo más una veintena<br />

<strong>de</strong> ca<strong>de</strong>tes. Cuando no hay sitio, <strong>los</strong> recién llegados van a ten<strong>de</strong>rse al <strong>de</strong>scampado y esperan jugando<br />

tiro al blanco contra la vicuña, que salgan <strong>los</strong> <strong>de</strong> a<strong>de</strong>ntro para reemplazar<strong>los</strong>. Los <strong>de</strong> tercero casi no<br />

tienen ocasión <strong>de</strong> asistir a esas veladas, porque <strong>los</strong> <strong>de</strong> cuarto y quinto <strong>los</strong> echan o <strong>los</strong> ponen <strong>de</strong> vigías.<br />

<strong>La</strong>s veladas duran horas. Comienzan <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l almuerzo y terminan a la hora <strong>de</strong> la comida. Los<br />

consignados resisten mejor el castigo <strong>los</strong> domingos, se hacen más a la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> no salir; pero <strong>los</strong> sábados<br />

conservan todavía una esperanza y se extenúan haciendo planes para salir, gracias a una invención<br />

genial que conmueva al oficial <strong>de</strong> servicio o a la audacia ciega, una contra a plena luz y por la puerta<br />

principal. Pero sólo uno o dos <strong>de</strong> las <strong>de</strong>cenas <strong>de</strong> consignados llegan a salir. El resto ambula por <strong>los</strong><br />

patios <strong>de</strong>siertos <strong>de</strong>l colegio, se sepulta en las literas <strong>de</strong> las cuadras, permanece con <strong>los</strong> ojos abiertos<br />

tratando <strong>de</strong> combatir el aburrimiento mortal con la imaginación; si tiene algún dinero va al reducto <strong>de</strong><br />

Paulino a fumar, beber pisco, y a que lo <strong>de</strong>voren las hormigas.<br />

Los domingos en la mañana, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sayuno, hay misa. El capellán <strong>de</strong>l colegio es un cura rubio y<br />

jovial que pronuncia sermones patrióticos don<strong>de</strong> cuenta la vida intachable <strong>de</strong> <strong>los</strong> próceres, su amor a<br />

Dios y al Perú y exalta la disciplina y el or<strong>de</strong>n y compara a <strong>los</strong> militares con <strong>los</strong> misioneros, a <strong>los</strong> héroes<br />

con <strong>los</strong> mártires, a la Iglesia con el Ejército. Los ca<strong>de</strong>tes estiman al capellán porque piensan que es un<br />

hombre <strong>de</strong> verdad: lo han visto, muchas veces, vestido <strong>de</strong> civil, mero<strong>de</strong>ando por <strong>los</strong> bajos fondos <strong>de</strong>l<br />

Callao, con aliento a alcohol y ojos viciosos.<br />

HA OLVIDADO también que al día siguiente estuvo mucho tiempo con <strong>los</strong> ojos cerrados <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>spertar. Al abrirse la puerta sintió nuevamente que el terror se instalaba en su cuerpo. Contuvo la<br />

respiración. Estaba seguro: era él y venía a golpearlo. Pero era su madre. Parecía muy seria y lo miraba<br />

fijamente. "¿Y él?" "Ya se fue, son más <strong>de</strong> las diez.- Respiró hondamente y se incorporó. <strong>La</strong> habitación<br />

estaba llena <strong>de</strong> luz. Sólo ahora notaba la vida <strong>de</strong> la calle, el ruidoso tranvía, las bocinas <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

automóviles. Se sentía débil, como si convaleciera <strong>de</strong> una enfermedad larga y penosa. Esperó que su<br />

madre aludiera a lo ocurrido. Pero no lo hacía; revoloteando <strong>de</strong> un lado a otro, simulaba or<strong>de</strong>nar el<br />

cuarto, movía una silla, corregía la posición <strong>de</strong> las cortinas. "Vámonos a Chiclayo", dijo él. Su madre se<br />

aproximó y comenzó a acariciarlo. Sus <strong>de</strong>dos largos recorrían su cabeza, se insinuaban fácilmente por<br />

sus cabel<strong>los</strong>, bajaban por su espalda: era una sensación grata y cálida que recordaba otros tiempos. <strong>La</strong><br />

voz que llegaba ahora hasta sus oídos como una fina cascada era también la voz <strong>de</strong> su niñez. No<br />

prestaba atención, a lo que <strong>de</strong>cía su madre, las palabras eran superfluas, lo tierno era la música. Hasta<br />

que la madre dijo: "no po<strong>de</strong>mos volver a Chiclayo nunca más. Tienes que vivir siempre con tu papá". Él<br />

se volvió a mirarla, convencido que ella se <strong>de</strong>rrumbaría <strong>de</strong> remordimiento, pero su madre estaba muy<br />

serena e, incluso, sonreía. "Prefiero vivir con la tía A<strong>de</strong>la que con él", gritó. <strong>La</strong> madre, sin alterarse,<br />

trataba <strong>de</strong> calmarlo. "Lo que ocurre, le <strong>de</strong>cía con acento grave, es que no lo has visto antes; él tampoco<br />

te conocía. Pero todo va a cambiar, ya verás. Cuando se conozcan <strong>los</strong> dos, se querrán mucho, como en<br />

todas las familias.- "Anoche me pegó, dijo él, roncamente. Un puñete, como si yo fuera gran<strong>de</strong>. No<br />

quiero vivir con él." Su madre seguía pasándole la mano por la cabeza, pero ese roce ya no era una<br />

caricia, sino una presión intolerable. "Tiene mal genio, pero en el fondo es bueno, <strong>de</strong>cía la madre. Hay<br />

45

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!