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Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...

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<strong>La</strong> Ciudad y <strong>los</strong> Perros <strong>Mario</strong> <strong>Vargas</strong> <strong>L<strong>los</strong>a</strong><br />

-Bah -dijo Gamboa, con <strong>de</strong>sgano-. ¿Que pue<strong>de</strong>n hacerme? A<strong>de</strong>más, me importa muy poco. Tengo la<br />

conciencia limpia.<br />

-Con la conciencia limpia se gana el cielo -dijo el capitán, amablemente-, pero no siempre <strong>los</strong> galones. En<br />

todo caso, yo haré todo lo que esté en mis manos para que esto no lo afecte. Bueno, y ¿qué es <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> dos pájaros?<br />

-El coronel or<strong>de</strong>no que volvieran a la cuadra.<br />

-Vaya a buscar<strong>los</strong>. Déles unos cuantos consejos; que se callen si quieren vivir en paz. No creo que<br />

haya problema. El<strong>los</strong> están más interesados que cualquiera en olvidar esta historia. Sin embargo,<br />

cuidado con su protegido, que es inso lente.<br />

-¿Mi protegido? -dijo Gamboa-. Hace una semana, ni me había dado cuenta que existía.<br />

El teniente salió, sin pedir permiso al capitán. El patio <strong>de</strong> las cuadras estaba vacío, pero pronto sería<br />

mediodía y <strong>los</strong> ca<strong>de</strong>tes volverían <strong>de</strong> las aulas como un río que crece, ruge y se <strong>de</strong>sborda y el patio se<br />

convertiría en un bullicioso hormiguero. Gamboa sacó la carta que tenía en su cartera, la tuvo unos<br />

segundos en la mano y la volvió a guardar, sin abrirla. "Si es hombre, pensó, no será militar."<br />

En la Prevención, el teniente <strong>de</strong> guardia leía un periódico y <strong>los</strong> soldados, sentados en la banca, se<br />

miraban unos a otros, con ojos vacíos. Al entrar Gamboa, se pusieron <strong>de</strong> pie, como autómatas.<br />

-Buenos días.<br />

-Buenos días, teniente.<br />

Gamboa tuteaba al teniente joven, pero éste, que había servido a sus ór<strong>de</strong>nes, lo trataba con cierto<br />

respeto.<br />

-Vengo por <strong>los</strong> dos ca<strong>de</strong>tes <strong>de</strong> quinto.<br />

-Si -dijo el teniente. Sonreía, jovial, pero su rostro revelaba el cansancio <strong>de</strong> la guardia nocturna-.<br />

Justamente, uno <strong>de</strong> el<strong>los</strong> quería irse, pero le faltaba la or<strong>de</strong>n. ¿Los traigo? Están en el calabozo <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>recha.<br />

-¿Juntos? -preguntó Gamboa.<br />

-Si. Necesitaba el calabozo <strong>de</strong>l estadio. Hay varios soldados castigados. ¿Debían estar separados?<br />

Dame la llave. Voy a hablar con el<strong>los</strong>.<br />

Gamboa abrió <strong>de</strong>spacio la puerta <strong>de</strong> la celda, pero entró <strong>de</strong> un salto, como un domador a la jaula <strong>de</strong><br />

las fieras. Vio dos pares <strong>de</strong> piernas, balanceándose en el cono luminoso que atravesaba la ventana, y<br />

escucho <strong>los</strong> resuel<strong>los</strong> <strong>de</strong>smedidos <strong>de</strong> <strong>los</strong> dos ca<strong>de</strong>tes; sus ojos no se acostumbraban a la penumbra,<br />

apenas podía distinguir sus siluetas y el contorno <strong>de</strong> sus rostros. Dio un paso hacia el<strong>los</strong> y gritó:<br />

-¡Atención!<br />

Los dos se pusieron <strong>de</strong> pie, sin prisa.<br />

-Cuando entra un superior -dijo Gamboa-, <strong>los</strong> subordinados se cuadran. ¿Lo han olvidado? Tienen seis<br />

puntos cada uno. ¡Saque la mano <strong>de</strong> su cara y cuádrese, ca<strong>de</strong>te!<br />

-No pue<strong>de</strong>, mi teniente -dijo el Jaguar.<br />

Alberto retiró su mano, pero inmediatamente volvió a apoyar la palma en la mejilla. Gamboa lo empujó<br />

con suavidad hacia la luz. El po7mulo estaba muy hinchado y en la nariz y en la boca había sangre<br />

coagulada.<br />

-Saque la mano -dijo Gamboa- Déjeme ver.<br />

Alberto bajó la mano y su boca se contrajo. Una gran redon<strong>de</strong>la violácea encerraba el ojo, y el párpado,<br />

caído, era una superficie rugosa y como chamuscada. Gamboa vio también que la camisa comando tenía<br />

manchas <strong>de</strong> sangre. Los cabel<strong>los</strong> <strong>de</strong> Alberto estaban apelmazados por el sudor y el polvo.<br />

-Acérquese.<br />

El Jaguar obe<strong>de</strong>ció. <strong>La</strong> pelea había <strong>de</strong>jado pocas huellas en su rostro, pero las aletas <strong>de</strong> su nariz<br />

temblaban y un bozal <strong>de</strong> saliva seca ro<strong>de</strong>aba sus labios.<br />

-Vayan a la enfermería -dijo Gamboa. Y <strong>de</strong>spués <strong>los</strong> espero en mi cuarto. Tengo que hablar con <strong>los</strong> dos.<br />

Alberto y el Jaguar salieron. Al oír sus pasos, el teniente <strong>de</strong> guardia se volvió. <strong>La</strong> sonrisa que vagaba en<br />

su rostro se transformó en una expresión <strong>de</strong> asombro.<br />

-¡Alto ahí! -gritó, <strong>de</strong>sconcertado- ¿Qué pasa? No se muevan.<br />

Los soldados se habían a<strong>de</strong>lantado hacia <strong>los</strong> ca<strong>de</strong>tes y <strong>los</strong> miraban con insistencia.<br />

-Déja<strong>los</strong> -dijo Gamboa. Y volviéndose hacia <strong>los</strong> ca<strong>de</strong>tes les or<strong>de</strong>nó: -Vayan.<br />

Alberto y el Jaguar abandonaron la Prevención. Los tenientes y <strong>los</strong> soldados <strong>los</strong> vieron alejarse en la<br />

limpia mañana, caminando hombro a hombro, sus cabezas inmóviles: no se hablaban ni miraban.<br />

-Le ha <strong>de</strong>strozado la cara -dijo el teniente joven- No comprendo.<br />

-¿No sentiste nada? -preguntó Gamboa.<br />

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