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Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...

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<strong>La</strong> Ciudad y <strong>los</strong> Perros <strong>Mario</strong> <strong>Vargas</strong> <strong>L<strong>los</strong>a</strong><br />

Todavía estás borracho, hombre, tú no has venido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Huancayo en ese estado, te hubieras más que<br />

muerto a medio camino, si te han metido más <strong>de</strong> treinta chavetazos. Y mi madre le <strong>de</strong>cía, "sí señor<br />

policía, su padre también era así, una vez me lo trajeron medio muerto, casi ni podía hablar y quería que<br />

le fuera a comprar más licor y como no podía levantar <strong>los</strong> brazos <strong>de</strong> tanto que le dolían, yo misma tenía<br />

que meterle a la boca la botella <strong>de</strong> pisco, se da usted cuenta qué familia. El Ricardo ha salido a su<br />

padre, para mi <strong>de</strong>sgracia. Un día, como su padre se irá y no volveremos a saber dón<strong>de</strong> anda ni qué<br />

hace. En cambio, el padre <strong>de</strong> éste (y me dio un manazo) era tranquilo, un hombre <strong>de</strong> su casa, todo lo<br />

contrario <strong>de</strong>l otro. De su trabajo a su hogar y al fin <strong>de</strong> la semana me entregaba su sobre con la plata y<br />

yo le daba para sus cigarril<strong>los</strong> y sus pasajes y el resto lo guardaba. Un hombre muy distinto <strong>de</strong>l otro,<br />

señor policía, y casi no probaba licor. Pero mi hijo mayor, quiero <strong>de</strong>cir ese que está ahí vendado, le tenía<br />

tirria. Y le hacía pasar muy ma<strong>los</strong> ratos. Cuando el Ricardo, que todavía era un muchacho, llegaba tar<strong>de</strong>,<br />

mi pobre compañero se ponía a temblar, ya sabía que este bruto vendría borracho y empezaría a<br />

preguntar ¿dón<strong>de</strong> está ese se ñor que dice que es mi padrastro para conversar un poquito con él? Y mi<br />

pobre compañero se escondía en la cocina, hasta que el Ricardo lo encontraba y lo hacía correr por toda<br />

la casa. Y tanto lo cargó, que éste también se me fue. Pero con razón." Y el cachaco se reía como una<br />

chancha <strong>de</strong> contento y el Ricardo se movía en su cama, furioso <strong>de</strong> no po<strong>de</strong>r abrir la boca para <strong>de</strong>cirle a<br />

su madre que se callara y no lo hiciera quedar tan mal. Mi madre le regaló una naranja al cachaco y las<br />

otras las llevamos a la casa. Y cuando el Ricardo se curó me dijo: "cuídate siempre <strong>de</strong> <strong>los</strong> serranos, que<br />

son lo más traicionero que hay en el mundo. Nunca se te paran <strong>de</strong> frente, siempre hacen las cosas a la<br />

mala, por <strong>de</strong>trás. Esperaron que yo estuviera bien borracho, con pisco que el<strong>los</strong> mismos me convidaron,<br />

para echárseme encima. Y ahora como me han quitado el brevete, no podré volver a Huancayo a<br />

arreglarles cuentas". Será por eso que <strong>los</strong> serranos siempre me han caído atravesados. Pero en el<br />

colegio había pocos, dos o tres. Y estaban acriollados. En cambio, cómo me chocó cuando entré aquí la<br />

cantidad <strong>de</strong> serranos. Son más que <strong>los</strong> costeños. Parece que se hubiera bajado toda la puna,<br />

ayacuchanos, puneños, ancashinos, cuzqueños, huancaínos, carajo y son serranos completitos, como el<br />

pobre Cava. En la sección hay varios pero a él se le notaba más que a nadie. ¡Qué pe<strong>los</strong>! No me explico<br />

cómo un hombre pue<strong>de</strong> tener esos pe<strong>los</strong> tan tiesos. Me consta que se avergonzaba. Quería aplastárse<strong>los</strong><br />

y se compraba no sé qué brillantina y se bañaba en eso la cabeza para que no se le pararan <strong>los</strong> pe<strong>los</strong> y<br />

le <strong>de</strong>bía doler el brazo <strong>de</strong> tanto pasarse el peine y echarse porquerías. Ya parecía que se estaban<br />

asentando, cuando, juácate, se levantaba un pelo, y <strong>de</strong>spués otro, y <strong>de</strong>spués cincuenta pe<strong>los</strong>, y mil,<br />

sobre todo <strong>de</strong> las patillas, ahí es don<strong>de</strong> <strong>los</strong> pe<strong>los</strong> se les paran como alas a <strong>los</strong> serranos y también atrás,<br />

encima <strong>de</strong>l cogote. El serrano Cava ya estaba medio loco <strong>de</strong> tanto que lo batían por sus pe<strong>los</strong> y su<br />

brillantina que echaba un olor salvaje a podredumbre. Siempre voy a acordarme <strong>de</strong> tanto que lo batían<br />

cuando aparecía con su cabeza brillando y todos lo ro<strong>de</strong>aban y comenzaban a contar, uno, dos, tres,<br />

cuatro, a grito pelado, y antes que llegáramos a diez ya habían saltado <strong>los</strong> pe<strong>los</strong>, y él aguantando ver<strong>de</strong><br />

y <strong>los</strong> pe<strong>los</strong> saltando uno tras otro y antes que contáramos cincuenta todos sus pe<strong>los</strong> estaban como un<br />

sombrero <strong>de</strong> espinas. Eso es lo que más <strong>los</strong> friega, la pelambre. Pero a Cava más que a <strong>los</strong> otros, qué<br />

manera <strong>de</strong> tener pe<strong>los</strong>, casi no se le ve la frente, le crecen sobre las cejas, no <strong>de</strong>be ser cómodo tener<br />

esa peluca, ser un hombre sin frente, y eso era otra cosa que le fregaba mucho. Una vez lo encontraron<br />

afeitándose la frente, el negro Vallano, creo. Entró a la cuadra y dijo: "corran que el serrano Cava se<br />

está sacando <strong>los</strong> pe<strong>los</strong> <strong>de</strong> la frente, es algo que vale la pena". Fuimos corriendo al baño <strong>de</strong> las aulas,<br />

porque hasta ahí se había ido para que nadie lo pescara, y ahí estaba el serrano con la frente<br />

enjabonada como si fuera la barba, y se metía la navaja con mucho cuidadito para no cortarse y qué tal<br />

manera <strong>de</strong> batirlo. Se puso medio loco <strong>de</strong> cólera y ésa fue la vez que se trompeó con el negro Vallano,<br />

ahí mismo, en el baño. Qué manera <strong>de</strong> sonarse, pero el negro era más fuerte, le dio sin misericordia. Y<br />

el Jaguar dijo: "oigan, tanto que quiere quitarse <strong>los</strong> pe<strong>los</strong>, por qué no lo ayudamos". No creo que hiciera<br />

bien, el serrano era <strong>de</strong>l Círculo, pero él no pier<strong>de</strong> la oportunidad <strong>de</strong> fregar. Y el negro Vallano, que<br />

estaba enterito a pesar <strong>de</strong> la pelea, fue el primero que se lanzó sobre el serrano y <strong>de</strong>spués yo y cuando<br />

lo tuvimos bien cogido, el Jaguar le echó la misma espuma que quedaba en la brocha, le embadurnó<br />

toda la frente peluda y cerca <strong>de</strong> media cabeza y comenzó a afeitarlo. Quieto serrano, la navaja se te va<br />

a meter al cráneo si te mueves. El serrano Cava hinchaba <strong>los</strong> múscu<strong>los</strong> bajo mis brazos, pero no podía<br />

moverse y miraba al Jaguar con una furia. Y el Jaguar, rapa y rapa, aféitale media mitra, qué manera <strong>de</strong><br />

batir. Y <strong>de</strong>spués el serrano se quedó quieto y el Jaguar le limpió la espuma con pe<strong>los</strong> y <strong>de</strong> pronto le<br />

aplastó la mano en la cara:”come, serrano, no tengas asco, espumita rica, come". Y qué manera <strong>de</strong><br />

reírnos cuando se paró y corrió a mirarse en el espejo. Creo que nunca me he reído tanto como esa vez,<br />

al ver a Cava caminando <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros por la pista <strong>de</strong> <strong>de</strong>sfile, con la mitad <strong>de</strong> la cabeza afeitada y<br />

la otra mitad con <strong>los</strong> pe<strong>los</strong> tiesos, y el poeta daba saltos y gritaba: "aquí está el último mohicano, <strong>de</strong>n<br />

parte a la Prevención", y todo el mundo se acercaba y el serrano iba ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> ca<strong>de</strong>tes que lo<br />

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