01.05.2013 Views

Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...

Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...

Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>La</strong> Ciudad y <strong>los</strong> Perros <strong>Mario</strong> <strong>Vargas</strong> <strong>L<strong>los</strong>a</strong><br />

-Alberto Fernán<strong>de</strong>z -dice Gamboa- ¿De la primera sección, me dijo?<br />

-Sí, mi teniente -Alberto se a<strong>de</strong>lanta un poco y <strong>los</strong> resortes <strong>de</strong>l sillón chirrían, brevemente.<br />

-Bueno -dice Gamboa-. Hable usted.<br />

Alberto mira al suelo: la alfombra tiene dibujos azules y cremas, una circunferencia envuelve a otra más<br />

pequeña que a su vez encierra a otra. <strong>La</strong>s cuenta: doce circunferencias y un punto final, <strong>de</strong> color gris.<br />

Levanta la vista; <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l teniente hay una cómoda, la superficie es <strong>de</strong> mármol y las empuñaduras <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> cajones <strong>de</strong> metal.<br />

-Estoy esperando, ca<strong>de</strong>te -dice Gamboa.<br />

Alberto vuelve a mirar la alfombra.<br />

-<strong>La</strong> muerte <strong>de</strong>l ca<strong>de</strong>te Arana no fue casual -dice- Lo mataron. Ha sido una venganza, mi teniente.<br />

Levantó <strong>los</strong> ojos. Gamboa no se ha movido; su rostro está impasible, no revela sorpresa ni curiosidad.<br />

No le hace ninguna pregunta. Tiene las manos apoyadas en las rodillas, <strong>los</strong> pies separados. Alberto<br />

<strong>de</strong>scubre que la silla que ocupa el teniente tiene extremida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> animal: plantas chatas y garras<br />

carniceras.<br />

-Lo han asesinado -aña<strong>de</strong>”. Ha sido el Círculo. Lo odiaban. Toda la sección lo odiaba, no tenían ningún<br />

motivo, él no se metía con nadie. Pero lo odiaban porque no le gustaban las bromas ni las peleas. Lo<br />

volvían loco, lo batían todo el tiempo y ahora lo han matado. -<br />

-Cálmese -dice Gamboa-. Vaya por partes. Hable con toda confianza.<br />

-Sí, mi teniente -dice Alberto- Los oficiales no saben nada <strong>de</strong> lo que pasa en las cuadras. Todos se<br />

ponían siempre en contra <strong>de</strong> Arana, lo hacían consignar, no lo <strong>de</strong>jaban en paz ni un instante. Ahora ya<br />

están tranqui<strong>los</strong>. Ha sido el Círculo, mi teniente.<br />

-Un momento -dice Gamboa y Alberto lo mira. Esta vez, el teniente se ha movido hasta el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la<br />

silla y apoya el mentón en la palma <strong>de</strong> la mano-. ¿Quiere usted <strong>de</strong>cir que un ca<strong>de</strong>te <strong>de</strong> la sección<br />

disparó <strong>de</strong>liberadamente contra el ca<strong>de</strong>te Arana? ¿Quiere <strong>de</strong>cir eso?<br />

-Sí, mi teniente.<br />

-Antes <strong>de</strong> que me diga el nombre <strong>de</strong> esa persona -aña<strong>de</strong> Gamboa, suavemente-, tengo que advertirle<br />

algo. Una acusación <strong>de</strong> ese género es muy grave. Supongo que se da cuenta <strong>de</strong> todas las consecuencias<br />

que pue<strong>de</strong> tener este asunto. Y supongo también que no tiene usted la menor duda <strong>de</strong> lo que va a<br />

hacer. Una <strong>de</strong>nuncia así no es un juego. ¿Me compren<strong>de</strong>?<br />

-Sí, mi teniente -dice Alberto-. He pensado en eso. No le hablé antes porque me daba miedo. Pero ya<br />

no. -Abre la boca para continuar, pero no lo hace. El rostro <strong>de</strong> Gamboa, que Alberto observa sin bajar la<br />

vista, es <strong>de</strong> líneas marcadas y revela aplomo. En unos segundos, <strong>los</strong> rasgos precisos <strong>de</strong> ese rostro se<br />

disuelven, la piel morena <strong>de</strong>l teniente se blanquea. Alberto cierra <strong>los</strong> ojos, ve un segundo la cara pálida y<br />

amarillenta <strong>de</strong>l Esclavo, su mirada huidiza, sus labios tímidos. Sólo ve su rostro y, luego, cuando vuelve<br />

a abrir <strong>los</strong> ojos y reconoce nuevamente al teniente Gamboa, cruzan su memoria el campo <strong>de</strong> hierba, la<br />

vicuña, la capilla, la litera vacía <strong>de</strong> la cuadra.<br />

-Sí, mi teniente -dice-. Me hago responsable. Lo mató el Jaguar para vengar a Cava.<br />

-¿Cómo? -dice Gamboa. Ha <strong>de</strong>jado caer la mano y sus Ojos se muestran ahora intrigados.<br />

-Todo fue por la consigna, mi teniente. Por lo <strong>de</strong>l vidrio. Para él fue horrible, peor que para cualquiera.<br />

Hacía quince días que no salía. Primero le robaron su pijama. Y a la semana siguiente lo consignó usted<br />

por soplarme en el examen <strong>de</strong> Química. Estaba <strong>de</strong>sesperado, tenía que salir, ¿compren<strong>de</strong> usted, mi<br />

teniente?<br />

-No -dijo Gamboa-. Ni una palabra.<br />

-Quiero <strong>de</strong>cir que estaba enamorado, mi teniente. Le gustaba una muchacha. El Esclavo no tenía<br />

amigos, hay que pensar en eso, no se juntaba con nadie. Se pasó <strong>los</strong> tres años <strong>de</strong>l colegio solo, sin<br />

hablar con nadie. Todos lo fregaban. Y él quería salir para ver a esa chica. Usted no pue<strong>de</strong> saber cómo<br />

lo batían todo el tiempo. Le robaban sus cosas, le quitaban <strong>los</strong> cigarril<strong>los</strong>.<br />

-¿Los cigarril<strong>los</strong>? -dijo Gamboa.<br />

-Todos fuman en el colegio -dice Alberto, agresivo-. Una cajetilla diaria cada uno. 0 más. Los oficiales no<br />

saben nada <strong>de</strong> lo que pasa. Todos lo fregaban al Esclavo, yo también. Pero <strong>de</strong>spués me hice su amigo,<br />

el único. Me contaba sus cosas. Se le prendían porque tenía miedo a <strong>los</strong> golpes. No eran bromas, mi<br />

teniente. Lo orinaban cuando dormía, le cortaban el uniforme para que lo consignaran, escupían en su<br />

comida, lo obligaban a ponerse entre <strong>los</strong> últimos aunque hubiera llegado primero a la fila.<br />

-¿Quiénes? -preguntó Gamboa.<br />

-Todos, mi teniente.<br />

-Tranquilícese, ca<strong>de</strong>te. Dígame todo con or<strong>de</strong>n.<br />

108

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!