Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...
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<strong>La</strong> Ciudad y <strong>los</strong> Perros <strong>Mario</strong> <strong>Vargas</strong> <strong>L<strong>los</strong>a</strong><br />
-Él no era malo -lo interrumpe Alberto-. Lo único que odiaba era la consigna. Cuando lo <strong>de</strong>jaban<br />
encerrado se ponía como loco. Ya estaba un mes sin salir. Y la muchacha no le escribía. Yo también me<br />
porté muy mal con él, mi teniente. Muy mal.<br />
-Hable más <strong>de</strong>spacio -dice Gamboa-. Controle sus nervios, ca<strong>de</strong>te.<br />
-Sí, mi teniente. ¿Se acuerda cuando usted lo consignó por soplarme en el examen? Tenía que ir con la<br />
muchacha al cine. Me dio un encargo. Yo lo traicioné. <strong>La</strong> chica es ahora mi enamorada.<br />
-Ah -dijo Gamboa-. Ahora entiendo algo.<br />
-Él no sabía nada -dice Alberto-. Pero estaba loco por ir a verla. Quería saber por qué no le escribía la<br />
muchacha. <strong>La</strong> consigna por lo <strong>de</strong>l vidrio podía durar meses. Nunca iban a <strong>de</strong>scubrir a Cava, <strong>los</strong> oficiales<br />
no <strong>de</strong>scubren nunca lo que pasa en las cuadras si nosotros no queremos, mi teniente. Y él no era como<br />
<strong>los</strong> <strong>de</strong>más, no se atrevía a tirar contra.<br />
-¿Contra?<br />
-Todos tiran contra, hasta <strong>los</strong> <strong>perros</strong>. Cada noche se larga alguien a la calle. Menos él, mi teniente.<br />
Nunca tiró contra. Por eso fue don<strong>de</strong> Huarina, digo el teniente Huarina, y <strong>de</strong>nunció a Cava. No porque<br />
fuera un soplón. Sólo para salir a la calle. Y el Círculo se enteró, estoy seguro que lo <strong>de</strong>scubrió.<br />
-¿Qué es eso <strong>de</strong>l Círculo? -dijo Gamboa.<br />
-Son cuatro ca<strong>de</strong>tes <strong>de</strong> la sección, mi teniente. Mejor dicho tres, porque Cava ya salió. Roban exámenes,<br />
uniformes y <strong>los</strong> ven<strong>de</strong>n. Hacen negocios. Y todo lo ven<strong>de</strong>n más caro, <strong>los</strong> cigarril<strong>los</strong>, el licor.<br />
-¿Está usted <strong>de</strong>lirando?<br />
-Pisco y cerveza, mi teniente. ¿No le digo que <strong>los</strong> oficiales no saben nada? En el colegio se toma más<br />
que en la calle. En las noches. Y a veces hasta en <strong>los</strong> recreos. Cuando supieron que habían <strong>de</strong>scubierto a<br />
Cava, se pusieron furiosos. Pero Arana no era un soplón, nunca hubo soplones en la cuadra. Por eso lo<br />
mataron, para vengarse.<br />
-¿Quién lo mató?<br />
-El Jaguar, mi teniente. Los otros dos, el Boa y el Ru<strong>los</strong> son un par <strong>de</strong> brutos, pero el<strong>los</strong> no hubieran<br />
disparado. Fue el Jaguar.<br />
-¿Quién es el Jaguar? -dijo Gamboa-. Yo no conozco <strong>los</strong> apodos <strong>de</strong> <strong>los</strong> ca<strong>de</strong>tes. Dígame sus nombres.<br />
Alberto se <strong>los</strong> dijo y luego siguió hablando, interrumpido a veces por Gamboa, que le pedía aclaraciones,<br />
nombres, fechas. Mucho rato <strong>de</strong>spués, Alberto calló y quedó cabizbajo. El teniente le indicó dón<strong>de</strong>-<br />
estaba el baño. Fue y volvió con la cara y <strong>los</strong> cabel<strong>los</strong> húmedos. Gamboa seguía sentado en la silla <strong>de</strong><br />
patas <strong>de</strong> fiera y tenía una expresión meditabunda. Alberto quedó <strong>de</strong> pie.<br />
-Vaya a su casa, ahora -dijo Gamboa-. Mañana estaré yo en la Prevención. No entre a su cuadra, venga<br />
a verme directamente. Y déme su palabra <strong>de</strong> que no hablará a nadie <strong>de</strong> este asunto por ahora. A nadie,<br />
ni a sus padres.<br />
-Sí, mi teniente -dijo Alberto- Le doy mi palabra.<br />
Dijo que iba a venir pero no vino, me dieron ganas <strong>de</strong> matarlo. Después <strong>de</strong> la comida, subí a la glorieta<br />
como quedamos y me cansé <strong>de</strong> esperarlo. Estuve fumando y pensando no sé cuánto rato, a veces me<br />
levantaba a aguaitar por el vidrio y el patio siempre vacío. Tampoco fue la Malpapeada, está <strong>de</strong>trás <strong>de</strong><br />
mí todo el tiempo, pero no justo cuando me hubiera gustado tenerla a mi lado en la glorieta, para<br />
espantar el miedo: ladra perra, zape a <strong>los</strong> ma<strong>los</strong> espíritus. Entonces se me ocurrió: el Ru<strong>los</strong> me ha<br />
traicionado. Pero no era eso, <strong>de</strong>spués me di cuenta. Ya se había oscurecido y yo seguía en un rincón <strong>de</strong><br />
la glorieta, con todos <strong>los</strong> muñecos en el cuerpo, así que bajé y volví a las cuadras, casi corriendo. Llegué<br />
al patio cuando tocaban el pito, si me quedaba un rato más esperándolo me clavaban seis puntos y él ni<br />
pensó en eso, que ganas <strong>de</strong> chancarlo. Lo vi a la cabeza <strong>de</strong> la fila y torció <strong>los</strong> ojos para no mirarme.<br />
Tenía la boca abierta, parecía uno <strong>de</strong> esos idiotas que andan por la calle hablando con las moscas. Ahí<br />
mismo me di cuenta que el Ru<strong>los</strong> no fue a la glorieta porque le dio miedo. "Esta vez nos fregamos <strong>de</strong><br />
verdad, pensé, mejor voy haciendo mi maleta, iré a ganarme la vida como pueda, antes que me<br />
arranquen las insignias me escaparé por el estadio, y me robaré a la Malpapeada, ni cuenta se darán." El<br />
brigadier estaba leyendo <strong>los</strong> nombres y todos <strong>de</strong>cían presente. Cuando llamó al Jaguar, todavía siento<br />
frío en el espinazo, todavía me tiemblan las piernas, miré al Ru<strong>los</strong> y él se volvió y me miró con <strong>los</strong> Ojazos<br />
y todos se volvieron y yo tuve que sacar fuerzas <strong>de</strong> no sé dón<strong>de</strong> para contenerme. Y el brigadier tosió y<br />
siguió con la lista. Después, fue el huayco; apenas entramos a la cuadra, la sección enterita corrió hacia<br />
el Ru<strong>los</strong> y hacia mí gritando: ¿qué ha pasado? Cuenten, cuenten". Y nadie quería creer que no sabíamos<br />
nada y el Ru<strong>los</strong> hacía Pucheros: "no tenemos nada que ver, crean y no sean tan preguntones, maldita<br />
sea”. Ven para acá, no te me corras ahora, no seas tan respingada. Mira que estoy con pesadumbre y<br />
necesito compañía. Después, cuando se fueron a acostar, me acerqué al Ru<strong>los</strong> y le dije: "traidor, ¿por<br />
qué no fuiste a la glorieta? Te esperé horas". Tenía más miedo, daba pena verlo y lo peor que era un<br />
miedo contagioso. Que no nos vean juntos, Boa, espera que se duerman, Boa, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una hora te<br />
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