01.05.2013 Views

Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...

Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...

Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>La</strong> Ciudad y <strong>los</strong> Perros <strong>Mario</strong> <strong>Vargas</strong> <strong>L<strong>los</strong>a</strong><br />

pegues", pero yo le seguí dando en el suelo. Después corrí hacia el otro, que salió disparado, pero lo<br />

alcancé y le puse cabe y se vino abajo. No quería pelear: apenas lo soltaba, corría. Regresé don<strong>de</strong> el<br />

primero que estaba limpiándose la cara. Pensaba hablarle pero apenas lo tuve al frente me enfurecí y le<br />

di un puñetazo. Se puso a chillar como un perico. Lo agarré <strong>de</strong> la camisa y le dije:”si te vuelves a acercar<br />

a Teresa te pegaré más fuerte". Le menté la madre y le di una patada y creo que hubiera seguido<br />

machucándolo, pero en eso sentí que me agarraban la oreja. Era una mujer, que comenzó a darme<br />

coscorrones y a gritar: “salvaje, abusivo" y el otro aprovechó para escaparse. Al fin la mujer me soltó y<br />

regresé a Bellavista. Estaba como antes <strong>de</strong> la pelea, no parecía que me hubiera vengado. Nunca me<br />

había sentido así. ‘Otras veces, cuando no veía a Teresa me daba pena o ganas <strong>de</strong> estar solo, pero<br />

ahora tenía cólera y a la vez tristeza. Estaba <strong>de</strong>fraudado, seguro <strong>de</strong> que cuando supiera, Teresa me<br />

odiaría. Fui hasta la Plaza Bellavista pero no entré a mi casa. Di media vuelta y caminé hasta el bar <strong>de</strong><br />

Sáenz Peña y allí encontré al flaco Higueras, sentado en el mostrador, conversando con el chino. "¿Qué<br />

te pasa?", me dijo. Yo nunca había hablado con nadie <strong>de</strong> Tere, pero esa vez tenía necesidad <strong>de</strong><br />

confiarme a alguien. Le conté al flaco todo, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que conocí a Teresa, cuatro años atrás, cuando vino a<br />

vivir al lado <strong>de</strong> mi casa. El flaco me escuchó muy serio, no se rió ni una vez. Sólo me <strong>de</strong>cía, a ratos:<br />

"vaya, hombre", "caramba", "qué tal”. Después me dijo: "estás enamorado hasta el alma. Cuando yo me<br />

enamoré por primera vez, era <strong>de</strong> tu edad más o menos, pero me dio más suave. El amor es lo peor que<br />

hay. Uno anda hecho un idiota y ya no se preocupa <strong>de</strong> sí mismo. <strong>La</strong>s cosas cambian <strong>de</strong> significado y uno<br />

es capaz <strong>de</strong> hacer las peores locuras y <strong>de</strong> fregarse para siempre en un minuto. Quiero <strong>de</strong>cir <strong>los</strong> hombres.<br />

<strong>La</strong>s mujeres, no, porque son muy mañosas, sólo se enamoran cuando les conviene. Si un hombre no les<br />

hace caso, se <strong>de</strong>senamoran y buscan a otro. Y se quedan como si nada. Pero no te preocupes. Como<br />

que hay Dios que te curo hoy mismo. Yo tengo un buen remedio para esos resfríos". Me tuvo tomando<br />

pisco y cerveza hasta que anocheció y <strong>de</strong>spués me hizo vomitar: me apretaba el estómago para<br />

ayudarme. Después me llevó a una chingana <strong>de</strong>l puerto, me hizo ducharme en un patio y me dio <strong>de</strong><br />

comer picantes en un salón lleno <strong>de</strong> gente. Tomamos un taxi y le dio una dirección. Me preguntó: "¿ya<br />

has estado en un bulín?"Le dije que no. "Esto te sanará, me dijo. Ya vas a ver. Sólo que a lo mejor te<br />

paran en la puerta." Efectivamente, cuando llegamos nos abrió una vieja que conocía al flaco y que al<br />

verme se puso furiosa. "¿Estás loco que te voy a <strong>de</strong>jar entrar con esa guagua? Cada cinco minutos caen<br />

por aquí <strong>los</strong> soplones a gorrearme cervezas." Se pusieron a discutir a gritos. Al fin, la vieja aceptó que<br />

entrara. "Eso sí, nos dijo, se van <strong>de</strong> frente al cuarto y no me salen hasta mañana." El flaco me hizo<br />

pasar tan rápido por el salón <strong>de</strong>l primer piso que no vi la cara <strong>de</strong> la gente. Subimos una escalera y la<br />

vieja nos abrió un cuarto. Entramos y antes que el flaco prendiera la luz, la vieja dijo: "te voy a mandar<br />

una docena <strong>de</strong> cervezas. Te acepto con la criatura pero tienes que consumir bastante. Y ya subirán las<br />

chicas. Te mandaré a la Sandra, que le gustan <strong>los</strong> mocosos". El cuarto era gran<strong>de</strong> y sucio. Había una<br />

cama en el centro con una colcha roja, una bacinica y dos espejos, uno en el techo, sobre la cama y el<br />

otro al costado. Por todas partes había dibujos <strong>de</strong> mujeres y hombres calatos, hechos con lápiz y navaja.<br />

Después entraron dos mujeres trayendo muchas botellas <strong>de</strong> cerveza. Eran amigas <strong>de</strong>l flaco y lo besaron;<br />

lo pellizcaban, se le sentaban en las rodillas y <strong>de</strong>cían palabrotas: culo, puta, pinga y cojudo. Una era<br />

flaca, una gran mulata con un diente <strong>de</strong> oro y la otra medio blanca y más gorda. <strong>La</strong> mulata era la mejor.<br />

<strong>La</strong>s dos se burlaban <strong>de</strong> mí y le <strong>de</strong>cían al flaco: "corruptor <strong>de</strong> menores". Empezaron a tomar cerveza y<br />

<strong>de</strong>spués abrieron un poco la puerta para oír la música <strong>de</strong>l primer piso y bailaron. Al principio yo estaba<br />

callado pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tomar me alegré. Cuando bailamos, la blanca me aplastaba la cabeza contra sus<br />

senos que se salían <strong>de</strong>l vestido. El flaco se emborrachó y le or<strong>de</strong>nó a la mulata que nos hiciera show:<br />

bailó un mambo en calzones y <strong>de</strong> repente el flaco se le fue encima y la tiró en la cama. <strong>La</strong> blanca me<br />

cogió <strong>de</strong> la mano y me llevó a otro cuarto. "¿Es la primera vez?", me preguntó. Yo le dije que no, pero<br />

se dio cuenta que le mentía. Se puso muy contenta y mientras se me acercaba calatita me <strong>de</strong>cía: "ojalá<br />

que me traigas suerte"<br />

El teniente Gamboa salió <strong>de</strong> su cuarto y recorrió la pista <strong>de</strong> <strong>de</strong>sfile <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s trancos. Llegó a las aulas<br />

cuando Pitaluga, el oficial <strong>de</strong> servicio, tocaba el silbato: acababa <strong>de</strong> terminar la primera clase <strong>de</strong> la<br />

mañana. Los ca<strong>de</strong>tes estaban en las aulas: un rugido sísmico <strong>de</strong>nunciaba su presencia a través <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

muros grises, un monstruo sonoro y circular que flotaba sobre el patio. Gamboa permaneció un<br />

momento junto a la escalera y luego fue hacia la Dirección <strong>de</strong> Estudios. El suboficial Pezoa estaba allí,<br />

husmeando un cua<strong>de</strong>rno con su gran hocico y sus ojil<strong>los</strong> <strong>de</strong>sconfiados.<br />

-Venga, Pezoa.<br />

El suboficial lo siguió, alisándose el ralo bigote con un <strong>de</strong>do. Caminaba con las piernas muy abiertas,<br />

como si fuera <strong>de</strong> caballería. Gamboa lo apreciaba: era <strong>de</strong>spierto, servicial y muy eficaz en las campañas.<br />

115

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!