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Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...

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<strong>La</strong> Ciudad y <strong>los</strong> Perros <strong>Mario</strong> <strong>Vargas</strong> <strong>L<strong>los</strong>a</strong><br />

menos que las tres secciones se han estado riendo en mi cara todo el tiempo, que me han tomado el<br />

pelo a su gusto.<br />

-Se han hecho hombres, Gamboa -dijo el Capitán-. Entraron aquí adolescentes, afeminados. Y ahora,<br />

míre<strong>los</strong>.<br />

-Yo voy a hacer<strong>los</strong> más hombres -dijo Gamboa- Cuando termine la investigación, llevaré ante el Consejo<br />

<strong>de</strong> Oficiales a todos <strong>los</strong> ca<strong>de</strong>tes <strong>de</strong> mi compañía si es necesario.<br />

El capitán se <strong>de</strong>tuvo.<br />

-Parece usted uno <strong>de</strong> esos curas fanáticos -le dijo, levantando la voz-. ¿Quiere arruinar su carrera?<br />

-Un militar no arruina su carrera cumpliendo con su <strong>de</strong>ber, mi capitán.<br />

-Bueno -dijo el capitán, reanudando su paseo-. Haga lo que quiera. Pero le aseguro que saldrá mal<br />

parado. Y, naturalmente, no cuente con mi apoyo para nada.<br />

-Naturalmente, mi capitán. Permiso.<br />

Gamboa saludó y salió. Fue a su cuarto. Sobre el velador había una foto <strong>de</strong> mujer. Era <strong>de</strong> antes que se<br />

casaran. Él la había conocido en una fiesta, cuando todavía estaba en la Escuela. <strong>La</strong> foto había sido<br />

tomada en el campo, Gamboa no sabía en qué lugar. Ella era más <strong>de</strong>lgada en ese tiempo y llevaba <strong>los</strong><br />

cabel<strong>los</strong> sueltos. Sonreía bajo un árbol y al fondo se divisaba un río. Gamboa la estuvo contemplando<br />

unos segundos y luego continuó el examen <strong>de</strong> <strong>los</strong> partes y papeletas <strong>de</strong> castigo. Después, revisó<br />

cuidadosamente las libretas <strong>de</strong> notas. Poco antes <strong>de</strong>l mediodía, regresó al patio. Dos soldados barrían la<br />

cuadra <strong>de</strong> la primera sección. Al verlo entrar, se cuadraron.<br />

-Descanso -dijo - Gamboa-. ¿Uste<strong>de</strong>s barren esta cuadra todos <strong>los</strong> días?<br />

-Yo, mi teniente -dijo uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> soldados. Señaló al otro: -Él barre la segunda.<br />

-Venga conmigo.<br />

En el patio, el teniente se volvió hacia el soldado y mirándolo a <strong>los</strong> ojos le dijo:<br />

-Te has jodido, animal.<br />

El soldado se cuadró automáticamente. Había abierto un poco <strong>los</strong> ojos. Tenía una cara tosca y lampiña.<br />

No preguntó nada, parecía aceptar la posibilidad <strong>de</strong> una falta.<br />

-¿Por qué no has pasado parte?<br />

-Sí he pasado, mi teniente -dijo-. Treinta y dos camas. Treinta y dos roperos. Sólo que entregué el parte<br />

al sargento.<br />

-No hablo <strong>de</strong> eso. Y no te hagas el imbécil. ¿Por qué no has pasado parte <strong>de</strong> las botellas <strong>de</strong> licor, <strong>los</strong><br />

cigarril<strong>los</strong>, <strong>los</strong> dados, <strong>los</strong> naipes?<br />

El soldado abrió más <strong>los</strong> ojos, pero guardó silencio.<br />

-¿En qué roperos? -dijo Gamboa.<br />

-¿Qué cosa, mi teniente?<br />

-¿En qué roperos hay licor y naipes?<br />

-No sé, mi teniente. Seguro que es en otra sección.<br />

-Si mientes, tienes quince días <strong>de</strong> rigor -dijo Gamboa ¿En qué roperos hay cigarril<strong>los</strong>?<br />

-No sé, mi teniente. -Pero añadió, bajando <strong>los</strong> ojos: -Creo que en todos.<br />

-¿Y licor?<br />

-Creo que sólo en algunos.<br />

-¿Y dados?<br />

-También en algunos, creo.<br />

-¿Por qué no has pasado parte?<br />

-No he visto nada, mi teniente. Yo no puedo abrir <strong>los</strong> roperos. Están cerrados y <strong>los</strong> ca<strong>de</strong>tes se llevan las<br />

llaves. Sólo creo que hay, pero no he visto.<br />

-¿Y en las otras secciones es lo mismo?<br />

-Creo que sí, mi teniente. Sólo que no tanto como en la primera.<br />

-Bueno -dijo Gamboa- Esta tar<strong>de</strong> yo entro <strong>de</strong> servicio. Tú y <strong>los</strong> otros soldados <strong>de</strong> la limpieza se<br />

presentarán a la Prevención, a las tres.<br />

-Sí, mi teniente -dijo el soldado.<br />

Estaba visto que nadie se salvaba, ha sido cosa <strong>de</strong> brujería. Nos tuvieron parados y <strong>de</strong>spués nos llevaron<br />

a la cuadra y entonces dije, una lengua amarilla se ha puesto a cantar, no lo quiero creer pero está claro<br />

como el agua, nos ha <strong>de</strong>nunciado el Jaguar. Nos hicieron abrir <strong>los</strong> roperos, <strong>los</strong> huevos se me subieron a<br />

la boca, "agárrate compadre, dijo Vallano, esto va a ser el Fin <strong>de</strong>l mundo" y tenía razón. "¿Revista <strong>de</strong><br />

prendas, mi suboficial?", dijo Arróspi<strong>de</strong>, el pobre tenía cara <strong>de</strong> moribundo. "No se haga el Pelópidas, dijo<br />

Pezoa, estése quieto y, por favor, métase la lengua al culo." Qué calambres me vinieron, qué nervios<br />

que sentía y <strong>los</strong> muchachos estaban como sonámbu<strong>los</strong>. Y era todo tan raro, Gamboa parado en un<br />

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