Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...
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<strong>La</strong> Ciudad y <strong>los</strong> Perros <strong>Mario</strong> <strong>Vargas</strong> <strong>L<strong>los</strong>a</strong><br />
don<strong>de</strong> Paulino y ganó el Boa, el próximo sábado también ganará el Boa, y tocarán silencio y dormiremos<br />
y vendrá el domingo y el lunes y cuántas semanas."<br />
VI<br />
Podía soportar la soledad y las humillaciones que conocía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> niño y sólo herían su espíritu: lo horrible<br />
era el encierro, esa gran soledad exterior que no elegía, que alguien le arrojaba encima como una<br />
camisa <strong>de</strong> fuerza. Estaba frente al cuarto <strong>de</strong>l teniente, todavía no levantaba la mano para tocar. Sin<br />
embargo, sabía que iba a hacerlo, había <strong>de</strong>morado tres semanas en <strong>de</strong>cidirse, ya no tenía miedo ni<br />
angustia. Era su mano la que lo traicionaba: permanecía quieta, blanda, pegada al pantalón, muerta. No<br />
era la primera vez. En el Colegio Salesiano le <strong>de</strong>cían "muñeca"; era tímido y todo lo asustaba. "Llora,<br />
llora, muñeca”, gritaban sus compañeros en el recreo, ro<strong>de</strong>ándolo. Él retrocedía hasta que su espalda<br />
encontraba la pared. <strong>La</strong>s caras se acercaban, las voces eran más altas, las bocas <strong>de</strong> <strong>los</strong> niños parecían<br />
hocicos dispuestos a mor<strong>de</strong>rlo. Se ponía a llorar. Una vez se dijo: "tengo que hacer algo”. En plena clase<br />
<strong>de</strong>safió al más valiente M año: ha olvidado su nombre y su cara, sus puños certeros y su resuello.<br />
Cuando estuvo frente a él, en el canchón <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>sperdicios, encerrado <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un círculo <strong>de</strong><br />
espectadores ansiosos, tampoco sintió miedo, ni siquiera excitación: sólo un abatimiento total. Su cuerpo<br />
no respondía ni esquivaba <strong>los</strong> golpes; <strong>de</strong>bió esperar que el otro se cansara <strong>de</strong> pegarle. Era para castigar<br />
a ese cuerpo cobar<strong>de</strong> y transformarlo que se había esforzado en aprobar el ingreso al Leoncio Prado; por<br />
ello había soportado esos veinticuatro meses largos. Ahora ya no tenía esperanza; nunca sería corno el<br />
Jaguar, que se imponía por la violencia, ni siquiera corno Alberto, que podía <strong>de</strong>sdoblarse y disimular para<br />
que <strong>los</strong> otros no hicieran <strong>de</strong> él una víctima. A él lo conocían <strong>de</strong> inmediato, tal como era, sin <strong>de</strong>fensas,<br />
débil, un esclavo. Sólo la libertad le interesaba ahora para manejar su soledad a su capricho, llevarla a<br />
un cine, encerrarse con ella en cualquier parte. Levantó la mano y dio tres golpes en la puerta.<br />
¿Había estado durmiendo el teniente Huarina? Sus ojos hinchad os parecían dos enormes llagas en su<br />
cara redonda; tenía el pelo alborotado y lo miraba a través <strong>de</strong> una niebla.<br />
-Quiero hablar con usted, mi teniente.<br />
El teniente Remigio Huarina era en el mundo <strong>de</strong> <strong>los</strong> oficiales lo que él en el <strong>de</strong> <strong>los</strong> ca<strong>de</strong>tes: un intruso.<br />
Pequeño, enclenque, sus voces <strong>de</strong> mando inspiraban risa, sus cóleras no asustaban a nadie, <strong>los</strong><br />
suboficiales le entregaban <strong>los</strong> partes sin cuadrarse y lo miraban con <strong>de</strong>sprecio; su compañía era la peor<br />
organizada, el capitán Garrido lo reprendía en público, <strong>los</strong> ca<strong>de</strong>tes lo dibujaban en <strong>los</strong> muros con<br />
pantalón corto, masturbándose. Se <strong>de</strong>cía que tenía un almacén en <strong>los</strong> Barrios Altos don<strong>de</strong> su mujer<br />
vendía galletas y dulces. ¿Por qué había entrado en la Escuela Militar?<br />
-¿Qué hay?<br />
-¿Puedo entrar? Es un asunto grave, mi teniente.<br />
-¿Quiere una audiencia? Debe usted seguir la vía jerárquica.<br />
No sólo <strong>los</strong> ca<strong>de</strong>tes imitaban al teniente Gamboa: como él, Huarina había adoptado la posición <strong>de</strong> firmes<br />
para citar el reglamento. Pero con esas manos <strong>de</strong>licadas y ese bigote ridículo, una manchita negra<br />
colgada <strong>de</strong> la nariz, ¿podía engañar a alguien?<br />
-No quiero que nadie se entere, mi teniente. Es algo grave.<br />
El teniente se hizo a un lado y él entró. <strong>La</strong> cama estaba revuelta y el Esclavo pensó <strong>de</strong> inmediato en la<br />
celda <strong>de</strong> un convento: <strong>de</strong>bía ser algo así, <strong>de</strong>snuda, lóbrega, un poco siniestra. En el suelo había un<br />
cenicero lleno <strong>de</strong> colillas; una humeaba todavía.<br />
-¿Qué hay? -insistió Huarina.<br />
-Es sobre lo <strong>de</strong>l vidrio.<br />
-Nombre y sección - dijo el teniente, precipitadamente.<br />
-Ca<strong>de</strong>te Ricardo Arana, quinto año, Primera sección.<br />
-¿Qué pasa con el vidrio?<br />
Era la lengua ahora la cobar<strong>de</strong>: se negaba a moverse, estaba seca, la sentía como una piedra áspera.<br />
¿Era miedo? El Círculo se había ensañado con él; <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l Jaguar, Cava era el peor; le quitaba <strong>los</strong><br />
cigarril<strong>los</strong>, el dinero, una vez había orinado sobre él mientras dormía. En cierto modo, tenía <strong>de</strong>recho;<br />
todos en el colegio respetaban la venganza. Y sin embargo, en el fondo <strong>de</strong> su corazón, algo lo acusaba.<br />
"No voy a traicionar al Círculo, pensó, sino a todo el año, a todos <strong>los</strong> ca<strong>de</strong>tes.”<br />
-¿Qué hay? - dijo el teniente Huarina, irritado- ¿Ha venido a mirarme la cara? ¿No me conoce?<br />
-Fue Cava - dijo el Esclavo. Bajó <strong>los</strong> ojos: -¿Podré salir este sábado?<br />
-¿Cómo? - dijo el teniente. No había comprendido, todavía podía inventar algo y salir.<br />
-Fue Cava el que rompió el vidrio -dijo- El robó el examen <strong>de</strong> Química. Yo lo vi pasar a las aulas. ¿Se<br />
suspen<strong>de</strong>rá la consigna?<br />
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