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Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...

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<strong>La</strong> Ciudad y <strong>los</strong> Perros <strong>Mario</strong> <strong>Vargas</strong> <strong>L<strong>los</strong>a</strong><br />

tenientes, no paren, sigan, pam-pam-pam, y no le quiten <strong>los</strong> ojos al coronel, la embajadora y el ministro<br />

se largan y a él se le torcerá <strong>de</strong> nuevo la cara y dirá se creían muy vivos pero voy a barrer el suelo con<br />

uste<strong>de</strong>s, pero se comenzó a reír, y el general Mendoza, y <strong>los</strong> embajadores y <strong>los</strong> oficiales y <strong>los</strong> invitados,<br />

pampam-pam, uy qué buenos somos todos, uy papacito, uy mamacita, pam-pam-pam, todos somos<br />

leonciopradinos ciento por ciento, viva el Perú ca<strong>de</strong>tes, algún día la Patria nos llamará y ahí estaremos,<br />

alto el pensamiento, firme el corazón, " ¿dón<strong>de</strong> esta Gambarina para darle un beso en la boca?", <strong>de</strong>cía el<br />

Jaguar, "quiero <strong>de</strong>cir si quedó vivo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tanto contrasuelazo que le di", la mujer está llorando con<br />

<strong>los</strong> aplausos, Malpapeada, la vida M colegio es dura y sacrificada pero tiene sus compensaciones, lástima<br />

que el Círculo no volviera a ser lo que era, el corazón me aumentaba en el pecho cuando nos reuníamos<br />

<strong>los</strong> treinta en el baño, el diablo se mete siempre en todo con sus cachos peludos, qué sería que todos<br />

nos fregáramos por el serrano Cava, que le dieran <strong>de</strong> baja, que nos dieran <strong>de</strong> baja por un cocino vidrio,<br />

por tu santa madre no me metas <strong>los</strong> dientes, Malpapeada, perra.<br />

Los días siguientes, monótonos y humillantes, también <strong>los</strong> ha olvidado. Se levantaba temprano, el<br />

cuerpo adolorido por el <strong>de</strong>svelo, y vagaba por las habitaciones a medio amueblar <strong>de</strong> esa casa extranjera.<br />

En una especie <strong>de</strong> buhardilla, levantada en la azotea, encontró altos <strong>de</strong> periódicos y revistas, que<br />

hojeaba distraídamente mañanas y tar<strong>de</strong>s íntegras. Eludía a sus padres y les hablaba sólo con<br />

monosílabos. "¿Qué te parece tu papá?", le preguntó un día su madre. "Nada", dijo él, "no me parece<br />

nada." Y otro día: "estás contento, Richi?". -No.- Al día siguiente <strong>de</strong> llegar a Lima, su padre vino hasta su<br />

cama y, sonriendo, le presentó el rostro. "Buenos días", dijo Ricardo, sin moverse. Una sombra cruzó <strong>los</strong><br />

ojos <strong>de</strong> su padre. Ese mismo día comenzó la guerra invisible. Ricardo no abandonaba el lecho hasta<br />

sentir que su padre cerraba tras él la puerta <strong>de</strong> calle. Al encontrarlo a la hora <strong>de</strong> almuerzo, <strong>de</strong>cía<br />

rápidamente, "buenos días" y corría a la buhardilla. Algunas tar<strong>de</strong>s, lo sacaban a pasear. Solo en el<br />

asiento trasero <strong>de</strong>l automóvil, Ricardo simulaba un interés <strong>de</strong>smedido por <strong>los</strong> parques, avenidas y plazas.<br />

No abría la boca pero tenía <strong>los</strong> oídos pendientes <strong>de</strong> todo lo que sus padres <strong>de</strong>cían. A veces, se te<br />

escapaba el significado <strong>de</strong> ciertas alusiones: esa noche su <strong>de</strong>svelo era febril. No se <strong>de</strong>jaba sorpren<strong>de</strong>r. Si<br />

se dirigían a él <strong>de</strong> improviso, respondía: "¿cómo?, ¿qué?". Una noche <strong>los</strong> oyó hablar <strong>de</strong> él en la pieza<br />

vecina. "Tiene apenas ocho años, <strong>de</strong>cía su madre; ya se acostumbrará". "Ha tenido tiempo <strong>de</strong> sobra",<br />

respondía su padre y la voz era distinta: seca y cortante. "No te había visto antes, insistía la madre; es<br />

cuestión <strong>de</strong> tiempo." "Lo has educado mal, <strong>de</strong>cía él; tú tienes la culpa <strong>de</strong> que sea así. Parece una<br />

mujer.- Luego, las voces se perdieron en un murmullo. Unos días <strong>de</strong>spués su corazón dio un vuelco: sus<br />

padres adoptaban una actitud misteriosa, sus conversaciones eran enigmáticas. Acentuó su labor <strong>de</strong><br />

espionaje; no <strong>de</strong>jaba pasar el menor gesto, acto o mirada. Sin embargo, no halló la clave por sí mismo.<br />

Una mañana, su madre le dijo a la vez que lo abrazaba: "¿y si tuvieras una hermanita?". Él pensó: "si<br />

me mato, será culpa <strong>de</strong> el<strong>los</strong> y se irán al infierno". Eran <strong>los</strong> últimos días <strong>de</strong>l verano. Su corazón se<br />

llenaba <strong>de</strong> impaciencia; en abril lo mandarían al colegio y estaría fuera <strong>de</strong> su casa buena parte <strong>de</strong>l día.<br />

Una tar<strong>de</strong>, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mucho meditar en la buhardilla, fue don<strong>de</strong> su madre y le dijo: "¿no pue<strong>de</strong>n<br />

ponerme interno?". Había hablado con una voz que creía natural, pero su madre lo miraba con <strong>los</strong> ojos<br />

llenos <strong>de</strong> lágrimas. Él se metió las manos en <strong>los</strong> bolsil<strong>los</strong> y agregó: "a mí no me gusta estudiar mucho,<br />

acuérdate lo que <strong>de</strong>cía la tía A<strong>de</strong>lina en Chiclayo. Y eso no le parecerá bien a mi papá. En <strong>los</strong> internados<br />

hacen estudiar a la fuerza". Su madre lo <strong>de</strong>voraba con <strong>los</strong> ojos y él se sentía confuso." "¿Y quién<br />

acompañará a tu mamá?". "Ella, respondió Ricardo, sin vacilar; mi hermanita." <strong>La</strong> angustia se <strong>de</strong>svaneció<br />

en el rostro <strong>de</strong> su madre, sus ojos revelaban ahora abatimiento. “No habrá ninguna hermanita, dijo; me<br />

había olvidado <strong>de</strong> <strong>de</strong>círtelo." Estuvo pensando todo el día que había procedido mal; lo atormentaba<br />

haberse <strong>de</strong>latado. Esa noche, en el lecho, <strong>los</strong> ojos muy abiertos, estudiaba la manera <strong>de</strong> rectificar el<br />

error: reduciría al mínimo las palabras que cambiaba con el<strong>los</strong>, pasaría más tiempo en la buhardilla,<br />

cuando en eso lo distrajo el rumor que crecía, y <strong>de</strong> pronto la habitación estaba llena <strong>de</strong> una voz tronante<br />

y <strong>de</strong> un vocabulario que nunca había oído. Tuvo miedo y <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> pensar. <strong>La</strong>s injurias llegaban hasta él<br />

con pavorosa niti<strong>de</strong>z y, por instantes, perdida entre <strong>los</strong> gritos y <strong>los</strong> insultos masculinos, distinguía la voz<br />

<strong>de</strong> su madre, débil, suplicando. Después el ruido cesó unos segundos, hubo un chasquido silbante y<br />

cuando su madre gritó ”¡Richi!" él ya se había incorporado, corría hacia la puerta, la abría e irrumpía en<br />

la otra habitación gritando: "no le pegues a mi mamá”. Alcanzó a ver a su madre, en camisa <strong>de</strong> noche,<br />

el rostro <strong>de</strong>formado por la luz indirecta <strong>de</strong> la lámpara y la escuchó balbucear algo, pero en eso surgió<br />

ante sus ojos una gran silueta blanca. Pensó: "está <strong>de</strong>snudo" y sintió terror. Su padre lo golpeó con la<br />

mano abierta y él se <strong>de</strong>splomó sin gritar. Pero se levantó <strong>de</strong> inmediato: todo se había puesto a girar<br />

suavemente. Iba a <strong>de</strong>cir que a él no le habían pegado nunca, que no era posible, pero antes que lo<br />

hiciera, su padre lo volvió a golpear y él cayó al suelo <strong>de</strong> nuevo. Des<strong>de</strong> allí vio, en un lento remolino, a<br />

su madre que saltaba <strong>de</strong> la cama y vio a su padre <strong>de</strong>tenerla a medio camino y empujarla fácilmente<br />

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