JORGE LUIS BORGES - Textos on line
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In the desert where the dung-fed camp-smoke curled<br />
o aquel otro de Yeats:<br />
That dolphin-torn, that g<strong>on</strong>g-tormented sea<br />
serán inimitables e impensables en español...<br />
Otras apologías no faltan. Una evidente es que esas inexactas menci<strong>on</strong>es eran estudiadas en fila por los<br />
aprendices de skald, pero no eran propuestas al auditorio de ese modo esquemático, sino entre la agitación<br />
de los versos. (La descarnada fórmula<br />
agua de la espada = sangre<br />
es acaso ya una traición.) Ignoramos sus leyes: desc<strong>on</strong>ocemos los precisos reparos que un juez de<br />
kenningar op<strong>on</strong>dría a una buena metáfora de Lug<strong>on</strong>es. Apenas si unas palabras nos quedan. Imposible<br />
saber c<strong>on</strong> qué inflexión de voz eran dichas, desde qué caras, individuales como una música, c<strong>on</strong> qué<br />
admirable decisión o modestia. Lo cierto es que ejercier<strong>on</strong> algún día su profesión de asombro y que su<br />
gigantesca ineptitud embelesó a los rojos var<strong>on</strong>es de los desiertos volcánicos y los fjords, igual que la<br />
profunda cerveza y que los duelos de padrillos 110 . No es imposible<br />
que una misteriosa alegría las produjera. Su misma bastedad -peces de la batalla: espadas- puede<br />
resp<strong>on</strong>der a un antiguo humour, a chascos de hiperbóreos hombr<strong>on</strong>es. Así, en esa metáfora salvaje que he<br />
vuelto a destacar, los guerreros y la batalla se funden en un plano invisible, d<strong>on</strong>de se agitan las espadas<br />
orgánicas y muerden y aborrecen. Esa imaginación figura también en la Saga de Njal, en una de cuyas<br />
páginas está escrito: Las espadas saltar<strong>on</strong> de las vainas, y hachas y lanzas volar<strong>on</strong> por el aire y pelear<strong>on</strong>.<br />
Las armas los persiguier<strong>on</strong> c<strong>on</strong> tal ardor que debier<strong>on</strong> atajarse c<strong>on</strong> los escudos, pero de nuevo muchos<br />
fuer<strong>on</strong> heridos y un hombre murió en cada nave. Este signo se vio en las embarcaci<strong>on</strong>es del apóstata Brodir,<br />
antes de la batalla que lo deshizo.<br />
En la noche 743 del Libro de las 1001 noches, leo esta adm<strong>on</strong>ición: No digamos que ha muerto el rey feliz<br />
que deja un heredero como éste: el comedido, el agraciado, el impar, el león desgarrador y la clara luna. El<br />
símil, c<strong>on</strong>temporáneo por ventura de los germánicos, no vale mucho más, pero la raíz es distinta. El hombre<br />
asimilado a la luna, el hombre asimilado a la fiera, no s<strong>on</strong> el resultado discutible de un proceso mental: s<strong>on</strong> la<br />
correcta y momentánea verdad de dos intuici<strong>on</strong>es. Las kenningar se quedan en sofismas, en ejercicias<br />
embusteros y lánguidos. Aquí de cierta memorable excepción, aquí del verso que refleja el incendio de una<br />
ciudad, el fuego delicado y terrible:<br />
Arden los hombres; ahora se enfurece la Joya.<br />
casas, resplandor manual en vez de resplandor de la mano) hubiera<br />
sido tal vez lo más fiel, pero también lo menos sensaci<strong>on</strong>al y lo<br />
más difícil -por falta de adjetivos.<br />
110 Hablo de un deporte especial de esa isla de lava y de duro<br />
hielo: la riña de padrillos. Enloquecidos por las yeguas urgentes<br />
y por el clamor de los hombres, éstos peleaban a sangrientos<br />
mordiscos, alguna vez mortales. Las alusi<strong>on</strong>es a ese juego s<strong>on</strong><br />
numerosas. De un capitán que se batió c<strong>on</strong> denuedo frente a su<br />
dama, dice el historiador que cómo no iba a pelear bien ese potro<br />
si la yegua estaba mirándolo.