JORGE LUIS BORGES - Textos on line
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*SNORRI STURLUSON. LA ALUCINACION DE GYLFI 121<br />
La cultura germánica, que Tácito fue el primero en investigar, logró su máxima plenitud en Islandia, en los<br />
siglos doce y trece de nuestra era. Por aquella fecha, el cristianismo, que no sólo era otra fe sino otra cultura,<br />
la de Roma, la había virtualmente borrado en tierras de Alemania, de Inglaterra y de los Países Bajos.<br />
Islandia, la última Thule del romano, se encargaría de salvarla para nosotros. A partir del siglo nueve, grupos<br />
de escandinavos que procedían de Noruega y de las islas que están al norte de Escocia fijar<strong>on</strong> ahí su<br />
habitación. Eran, en su mayoría, paganos. Huían de la fe del Cristo Blanco, así lo llamaban, y traían c<strong>on</strong>sigo<br />
los cantares mitológicos y épicos que formarían c<strong>on</strong> el tiempo la Edda Mayor. Al favor de la libertad, del<br />
destierro, de la nostalgia y del amor de las viejas cosas perdidas, prosiguier<strong>on</strong> el culto de Thórr y de las otras<br />
divinidades paganas. Fundar<strong>on</strong> la República de Islandia, que aún perdura. La gobernaba un parlamento<br />
anual, el Althingi, que podía tomar decisi<strong>on</strong>es pero no imp<strong>on</strong>erlas; el país estaba, por c<strong>on</strong>siguiente, sujeto a<br />
perpetuas discordias. Agente de ellas y finalmente víctima de ellas, nació en el oeste de la isla, hacia 1179,<br />
el autor de este libro.<br />
¿Por qué negarnos a la hermosa aventura de descubrir, a siete siglos de distancia y en una lengua<br />
insospechada por él, a un hombre extraordinario? Voltaire aplicó esa definición a Carlos XII de Suecia; c<strong>on</strong><br />
no menos derecho la merece nuestro escandinavo, Snorri Sturlus<strong>on</strong>. Fuera de ciertos eruditos, quizá el<br />
primero en revelarlo fue Carlyle. En su libro The Early Kings of Norway (1875), que es un elocuente resumen<br />
de la Heimskringla, calificó de homérico a Snorri. Esta calificación comporta un error. C<strong>on</strong> o sin justificación<br />
histórica, el nombre de Homero sugiere siempre algo parecido a una aurora, algo que surge. Tal no es por<br />
cierto el caso de Snorri, que resume y cor<strong>on</strong>a un largo proceso anterior. Más adecuado hubiera sido<br />
compararlo c<strong>on</strong> Tucídides, que también aplicó a la historia una tradición literaria. En los discursos que<br />
Tucídides intercaló en su Guerra del Pelop<strong>on</strong>eso, se ha advertido el ejemplo de la épica y de los trágicos; en<br />
la técnica de la Heimskringla de Snorri influyer<strong>on</strong> las novelas islandesas, las sagas.<br />
Richard Meyer, en su admirable Altgermanische Religi<strong>on</strong>s geschichte (1910), destaca su labor de<br />
investigador y de teólogo. Escribe Meyer: «La actividad final de los teólogos es la codificación, es decir el<br />
acopio y la elaboración de los materiales. Snorri perfecci<strong>on</strong>a la antigua teología del norte y es el fundador del<br />
estudio de esas viejas creencias.» En otra página se lee: «Snorri fue un lejano colega de Jakob Grimm; fue,<br />
sobre todo un gran prosista clásico».<br />
Snorri, de la famosa casa de Sturlung, fue adoptado y educado por J<strong>on</strong> Loptss<strong>on</strong>, hijo de una princesa<br />
noruega y de un hombre erudito, en Oddi, que acaso dio su nombre a las Eddas. J<strong>on</strong> Loptss<strong>on</strong> pudo haberle<br />
inspirado el amor de la poesía y de la historia. Sería muy raro que un hombre tan curioso como Snorri<br />
hubiera descuidado el latín, que era el idioma internaci<strong>on</strong>al de su tiempo, esa omisión es imposible si<br />
recordamos que se educó en la escuela de Oddi, cuya biblioteca c<strong>on</strong>staría ante todo de códices latinos. Algo<br />
sabría de la Eneida ya que pudo escribir que el dios Thórr era hermano de Héctor, hijo de Príamo. En 1199<br />
se desposó c<strong>on</strong> Herdis, hija de Bersi el Rico, sacerdote en Borg. La fe del Cristo Blanco ya había alcanzado<br />
a Islandia, pero el celibato eclesiástico se observaba c<strong>on</strong> escaso rigor. En 1206 se estableció c<strong>on</strong> Herdis en<br />
Reykjaholt. Aún se c<strong>on</strong>serva ahí una pileta circular de piedra labrada, alimentada por aguas termales, que<br />
había sido destruida y que Snorri mandó rec<strong>on</strong>struir. El terreno pertenecía a la Iglesia, Snorri se encargó de<br />
administrarlo y se quedó c<strong>on</strong> él.<br />
Snorri, que ya se había distinguido como poeta, a la manera de los escaldos, y que también era abogado,<br />
llegó a presidir el parlamento. Antes de cada una de las sesi<strong>on</strong>es, que se celebraban en junio, recitaba el<br />
código de las leyes. En 1218 aceptó una invitación del rey de Noruega y residió durante muchos años en<br />
ese reino. El rey, Haak<strong>on</strong> Hak<strong>on</strong>s<strong>on</strong>, le otorgó un título que hacía de él su vasallo. Snorri le prometió que<br />
Islandia se sujetaría, por propia decisión, a su voluntad y sería un feudo de Noruega. Después de un viaje<br />
muy azaroso volvió a su patria. Se empeñó ahí en actividades políticas. Entre sus biógrafos hay quien lo<br />
acusa de una doble traición: a la república de Islandia, por querer entregarla al rey de Noruega; a ese rey,<br />
por demorar indefinidamente el cumplimiento de la promesa. Es verosímil que se propusiera ganar tiempo<br />
para evitar una invasión. Haak<strong>on</strong> desde Noruega atizó las desavenencias. Al cabo de una serie de<br />
amenazas y de disputas, Gizur Thorvalds<strong>on</strong>, yerno suyo, entró c<strong>on</strong> sus hombres en la casa de Snorri que se<br />
121 Alianza Editorial, 1984, prólogo de J.L.B. & María Kodama