JORGE LUIS BORGES - Textos on line
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un bardo germánico, que enumera las tierras que ha recorrido y los reyes que lo han oído y recompensado.<br />
(Tan ilustres ejemplos bien podrían servir para estimular la generosidad del auditorio.) Widsith empieza por<br />
un catálogo de príncipes; dice que Aetla (Atila) rigió a los hunos, Eormanric a los godos, César a los griegos,<br />
Ongentheow a los suecos, Offa a los anglos y Alewih a los daneses. Luego refiere que estuvo c<strong>on</strong> los hunos<br />
y c<strong>on</strong> los gloriosos godos, c<strong>on</strong> los suecos, c<strong>on</strong> los saj<strong>on</strong>es, c<strong>on</strong> los romanos, c<strong>on</strong> los sarracenos, c<strong>on</strong> los<br />
griegos, «c<strong>on</strong> César, que tenía dichosas ciudades en su poder, riquezas y cosas codiciables», c<strong>on</strong> los<br />
escoceses, «c<strong>on</strong> los israelitas y c<strong>on</strong> los asirios, c<strong>on</strong> los hebreos y los judíos y los egipcios», c<strong>on</strong> los medos y<br />
c<strong>on</strong> los persas. Luego se jacta de que el rey de los godos, «señor de quienes viven en las ciudades», le dio<br />
un anillo de oro puro y c<strong>on</strong>cluye: «Así recorren los cantores las tierras, como los dirige el destino; dicen sus<br />
necesidades, expresan su gratitud; en el sur o en el norte, siempre encuentran a alguno entendido en<br />
versos, pródigo en d<strong>on</strong>es, que anhela que su gloria sea exaltada ante los guerreros, hasta que la luz y la<br />
vida se desmor<strong>on</strong>en juntas. Quien obtenga alabanza tendrá larga gloria bajo los cielos.» Se ha dicho que<br />
Widsith no es un scop individual, sino un scop genérico, una magnificación o símbolo de todos los scops.<br />
Quizá al principio fue individual; la facilidad de ensanchar enciclopédicamente las listas de reyes y de<br />
naci<strong>on</strong>es pudo, al fin, c<strong>on</strong>vertirlo en una figura genérica. La palabra scop deriva del verbo scieppan, dar<br />
forma, crear; su etimología, por c<strong>on</strong>siguiente, es paralela a la de la palabra poeta, que en griego significa<br />
hacedor.<br />
*LAS ELEGIAS 57<br />
***<br />
Las composici<strong>on</strong>es que hemos estudiado hasta ahora corresp<strong>on</strong>den al pasado común de las gentes<br />
germánicas. En cambio, las llamadas elegías anglosaj<strong>on</strong>as ya s<strong>on</strong> específicamente inglesas, por el<br />
sentimiento de la soledad, por la pasión del mar y por cierto melancólico dejo que, a riesgo de cometer un<br />
anacr<strong>on</strong>ismo, podemos calificar de romántico.<br />
La más famosa, ya que no la más admirable, es la que ha sido titulada El vagabundo. En los versos iniciales<br />
dice el poema: «El hombre solitario implora la misericordia de Dios, aunque largamente tendrá que remover<br />
c<strong>on</strong> las manos (remar) el mar frío de escarcha y atravesar los caminos del destierro. El destino ha sido<br />
cumplido.» El poeta se atormenta c<strong>on</strong> el recuerdo de felicidades pretéritas. «¿Adónde fue el caballo, adónde<br />
el jinete? ¿Adónde fue el dador de tesoros? ¿Adónde ha ido el lugar de las fiestas? ¿Adónde los goces del<br />
festín? ¡Ay de la copa reluciente! ¡Ay del guerrero en su armadura! ¡Ay de la gloria del príncipe!... En el lugar<br />
de los queridos guerreros se eleva ahora una pared, asombrosamente alta, cubierta c<strong>on</strong> formas de<br />
serpiente. La fuerza de las lanzas de roble ha llevado a los hombres.»<br />
Otra elegía, El navegante, ha sido interpretada de dos maneras. Hay quienes ven en esta pieza el diálogo<br />
de un hombre de mar c<strong>on</strong> un joven a quien el mar atrae; el primero destaca los rigores del océano, el<br />
segundo su invencible atracción. Otros críticos sostienen que hay un solo pers<strong>on</strong>aje, que dialoga c<strong>on</strong>sigo<br />
mismo. Esta última hipótesis, estéticamente superior, haría más complejo el poema e inauguraría una<br />
tradición milenaria, que perdura en versos de Swinburne, de Kipling y de Masefield. Hay versos memorables:<br />
«No tiene ánimo para el arpa, ni para los regalos de anillos, ni para el goce de la mujer, ni para la grandeza<br />
del mundo; sólo le importan los altos caminos salados.» Otra línea dice: «Canta el guardián del verano (el<br />
pájaro) anunciando amargos pesares al tesoro del pecho (el espíritu o el corazón).»<br />
Los versos iniciales tienen, acaso por primera vez, en la Edad Media un acento pers<strong>on</strong>al, que casi prefigura<br />
el S<strong>on</strong>g of Myself de Walt Whitman: «Puedo cantar una canción verdadera sobre mí mismo, puedo narrar<br />
mis viajes.» La composición entera es romántica y abunda en descripci<strong>on</strong>es de soledades, de tempestuosos<br />
mares y de inviernos. Anotemos también una curiosa metáfora: «Nevó desde el norte; sobre la tierra cayó el<br />
granizo, la más fría de las simientes.»<br />
Otra famosa elegía saj<strong>on</strong>a es la titulada La ruina. Stopford Brooke dice c<strong>on</strong> dignidad que los saj<strong>on</strong>es<br />
desdeñaban vivir en ciudades; el hecho es que dejar<strong>on</strong> que las ciudades romanas que había en Inglaterra se<br />
57 Literaturas germánicas medievales, J.L.B. y María Esther<br />
Vásquez, 1966