JORGE LUIS BORGES - Textos on line
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infortunios y a los azares, a las metamorfosis y a los dem<strong>on</strong>ios, el caudaloso tiempo de Schahrasad nos deja<br />
un sabor que no es menos raro en los libros que en la vida. El sabor de la dicha. Abunda en fábulas y<br />
apólogos, pero su moraleja no es lo que importa; abunda en crueldades y en erotismos, pero en ellas hay la<br />
inocencia de formas inc<strong>on</strong>clusas en un espejo.<br />
En este volumen se incluye una sola pieza famosa, la historia de Aladino y la lámpara que De Quincey<br />
juzgaba la mejor y que no figura en los textos originales. Se trata acaso de una feliz invención de Galland, el<br />
orientalista francés que reveló, a principios del siglo XVIII, Las Mil y Una Noches al Occidente. Aceptada esta<br />
c<strong>on</strong>jetura, Galland sería el último eslabón de una larga dinastía de narradores.<br />
Al compilar este volumen ma ha acompañado la esperanza de que no sacie la curiosidad del lector y lo<br />
invite al goce de perderse en la querida y dilatada región de la obra original.<br />
*LAS MIL Y UNA NOCHES (SELECCIÓN DE ANTOINE GALLAND) 33<br />
***<br />
Es tradici<strong>on</strong>al op<strong>on</strong>er, siempre a favor de la primera, la calidad a la cantidad, pero hay obras que exigen la<br />
segunda, la larga y generosa extensión. Las mil y una noches (o, como quiere Burt<strong>on</strong>, el Libro de las Mil<br />
Noches y de Una Noche) tienen que ser mil y una. En algún manuscrito se habla de mil, pero mil es un<br />
número indefinido, sinónimo de muchos, y mil y uno es un número infinito, infinito y preciso. Se c<strong>on</strong>jetura que<br />
la adición se debe a un supersticioso temor de las cifras pares; más vale creer que fue un hallazgo de orden<br />
estético.<br />
Antes de ser un libro, Las mil y una noches fuer<strong>on</strong> orales, a la manera de la doctrina pitagórica o de la<br />
doctrina del Buddha. Los primeros cuentistas habrían sido los c<strong>on</strong>fabulatores nocturni, los hombres de la<br />
noche que distraían las vigilias de Alejandro de Maced<strong>on</strong>ia c<strong>on</strong> relatos fantásticos. Del Indostán a Persia, de<br />
Persia a las ciudades y reinos del Asia Menor, del Asia Menor a Egipto; tal fue el camino que siguió esa<br />
migración de ficci<strong>on</strong>es. Nada nos cuesta sup<strong>on</strong>er que alguien las compiló en Alejandría; en tal caso,<br />
Alejandro Bicorne, Alejandro del Oriente y del Occidente, presidiría su principio y su fin. No se ha averiguado<br />
la fecha de su compilación. Hay quienes ac<strong>on</strong>sejan el siglo doce; otros, el dieciséis. El ámbito de las noches<br />
es el Islam. Los copistas, para justificar la cifra del título, fuer<strong>on</strong> intercalando textos casuales; entre ellos, el<br />
relato preliminar de Shahryar y de Shahrázád c<strong>on</strong> el hermoso riesgo de urdir una historia sin fin. Alguno de<br />
los siete viajes de Simbad coinciden c<strong>on</strong> las navegaci<strong>on</strong>es de Ulises.<br />
El libro es una serie de sueños, cuidadosamente soñados. Pese a su inagotable variedad, la obra no es<br />
caótica; la rigen simetrías que nos recuerdan las simetrías de un tapiz. En sus narraci<strong>on</strong>es predomina el<br />
número tres.<br />
No he incurrido en la moderna pedantería de elegir la versión más fiel; he buscado la más grata de todas, la<br />
del orientalista y numismático Antoine Galland, que, a partir del año 1704, reveló las Noches a Europa.<br />
Acentuó lo mágico de la obra, abrevió sus demoras y lentitudes y omitió lo escabroso. Burt<strong>on</strong> ha señalado<br />
que poseía el infrecuente d<strong>on</strong> de narrar. Sin el estímulo preliminar de Galland no se habrían intentado las<br />
traducci<strong>on</strong>es ulteriores. Es nuestro bienhechor.<br />
Los siglos pasan y la gente sigue escuchando la voz de Shahrázád.<br />
*LOS TRADUCTORES DE LAS 1001 NOCHES 34<br />
1. EL CAPITAN BURTON 35<br />
33 Biblioteca pers<strong>on</strong>al, Hyspamérica, 1987<br />
34 Adrogué, 1935; en Historia de la Eternidad, 1936<br />
35 También en Biblioteca de Babel, Siruela, 1985<br />
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