JORGE LUIS BORGES - Textos on line
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orra la luz de las estrellas,<br />
así estaba Krimhild entre las mujeres,<br />
alegrando el corazón de los guerreros.<br />
El héroe, al ver a Kriemhild, queda tan embelesado, que parece una figura dibujada en pergamino por la<br />
destreza de un maestro.<br />
Gunther ofrece a Sigfrid la mano de Kriemhild, a c<strong>on</strong>dición de que éste lo ayude a c<strong>on</strong>quistar a Brünhild,<br />
reina de Islandia que somete a sus pretendientes a difíciles pruebas. Al cabo de doce días de navegación,<br />
Sigfrid y Gunther arriban al castillo de Isenstein. Invisible por obra de la Tarnkappe, Sigfrid ejecuta las<br />
proezas que el rey simula hacer, por medio de gestos. Brünhild arroja una piedra que siete hombres no<br />
podrían levantar, y salta más allá de la piedra. Sigfrid arroja el proyectil aún más lejos y luego salta, llevando<br />
en sus brazos a Gunther. Brünhild se c<strong>on</strong>fiesa vencida.<br />
S<strong>on</strong> tantos los vasallos que acuden al castillo de Isenstein para dar plácemes a la reina por su próxima<br />
boda, que Hagen, uno de los caballeros de Gunther, teme una traición. Sigfrid, ent<strong>on</strong>ces, busca refuerzos en<br />
el país de los Nibelungos, del cual es rey.<br />
En la Edda Mayor, d<strong>on</strong>de los Nibelungos s<strong>on</strong> los Niflungar, se habla muchas veces de Niflheim, Tierra de la<br />
Niebla, Tierra de los Muertos; los Nibelungos s<strong>on</strong> acaso los muertos y quienes logran su tesoro están<br />
c<strong>on</strong>denados a unirse, un día, a ellos. Así interpreta Wagner el mito; quienes c<strong>on</strong>quistan el tesoro se<br />
c<strong>on</strong>vierten en Nibelungos.<br />
Un día y una noche bastan a Sigfrid para llegar a ese país, que otros no hubieran alcanzado en cien<br />
noches; vuelve de allí c<strong>on</strong> mil guerreros que asombran a los súbditos de Brünhild.<br />
En Worms, las dos bodas se celebran el mismo día. La indómita Brünhild rechaza el amor de Gunther; éste,<br />
para c<strong>on</strong>quistarla, debe de nuevo recurrir a Sigfrid y a su Tarnkappe. Sigfrid guarda de la aventura un anillo<br />
de Brünhild, que luego, para su mal, regala a su esposa, refiriéndole lo acaecido.<br />
Sigfrid lleva a Kriemhild a su país. Al cabo de diez años regresan; Brünhild y Kriemhild disputan sobre quién<br />
entrará primero en la catedral; Kriemhild, airada, revela a la reina que fue Sigfrid quien verdaderamente la<br />
c<strong>on</strong>quistó y c<strong>on</strong>firma sus palabras c<strong>on</strong> el anillo. Brünhild, para vengarse del engaño y del desdén de Sigfrid,<br />
decide que éste debe morir.<br />
Hagen se encarga de la muerte del héroe. Este era invulnerable, por haberse bañado en la caliente sangre<br />
del dragón, que mojó y fortaleció todo su cuerpo, salvo un lugar entre los hombros, d<strong>on</strong>de había caído una<br />
hoja de tilo. Poco después hay una cacería; Sigfrid mata un jabalí, un león, un bis<strong>on</strong>te, cuatro toros y un oso;<br />
al inclinarse a beber en un arroyo, Hagen lo apuñala entre los hombros. Sigfrid, antes de morir, derriba a<br />
Hagen; luego, «el hombre de Kriemhild cae sobre las flores» (Do viel in die bluomen der Kriemhilde man).<br />
Kriemhild iba todos los días a la primera misa; Hagen deposita en la puerta el cadáver ensangrentado, para<br />
que ella lo encuentre al amanecer. Tres días y tres noches vela a Sigfrid la inc<strong>on</strong>solable Kriemhild. Cuando<br />
lo llevan al sepulcro, hace abrir el ataúd y lo besa.<br />
Gernot y Giselher entregan el tesoro a Kriemhild. Para granjearse la voluntad de la gente, ella comienza a<br />
repartirlo entre pobres y ricos. El tesoro de los Nibelungos es de tal suerte que no puede agotarse ni<br />
disminuirse; aunque se comprara el mundo entero c<strong>on</strong> él, no faltaría, después una sola m<strong>on</strong>eda. Hagen,<br />
temeroso de que Kriemhild logre muchos vasallos, se apodera del tesoro y, de acuerdo c<strong>on</strong> Gunther, lo<br />
hunde en el Rhin. Así termina la primera parte del Cantar.<br />
Trece años después, el margrave Rüdiger llega a Worms y pide la mano de Kriemhild para su señor el rey<br />
de los hunos, Etzel (Atila). Kriemhild acepta, c<strong>on</strong> el propósito de vengar la muerte de Sigfrid. Emprende el<br />
largo viafe a Etzelnburg; se casa c<strong>on</strong> el rey de los hunos y le da un hijo, Ortlieb. Otros trece años pasan y<br />
Kriemhild invita a sus hermanos a Etzelnburg. Hagen procura disuadirlos, pero éstos se empeñan en ir.<br />
Atraviesan el Danubio; una sirena, Sigelind, profetiza que, salvo el capellán del rey, todos perecerán. Hagen,<br />
para desmentir la profecía, arroja al capellán por la borda. Este se salva. Hagen acepta el inevitable destino<br />
y, cuando tocan la otra margen, rompe la nave. En Etzelnburg, Kriemhild pregunta a Hagen si ha traído el<br />
tesoro; Hagen resp<strong>on</strong>de que ha traído su escudo y su espada. Mil guerreros han acompañado a Gunther y a<br />
Hagen; miles de hunos p<strong>on</strong>en cerco a la casa en que están alojados. Todo el día combaten; los sitiadores,<br />
esa noche, prenden fuego a la casa. Los guerreros, atormentados por la sed, beben la sangre de los<br />
muertos. Kriemhild ofrece llenar de oro rojo el escudo de quien le traiga la cabeza de Hagen. La batalla<br />
prosigue; de los sitiados sólo quedan, al fin, Gunther y Hagen. (Esta escena no carece de afinidad c<strong>on</strong> el<br />
fragmento de Finnsburh.) Los acomete Dietrich v<strong>on</strong> Berne (Teodorico de Ver<strong>on</strong>a), los vence y los entrega