JORGE LUIS BORGES - Textos on line
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En el prefacio de su ilustre versión de la segunda de las epopeyas homéricas, Lawrence de Arabia se<br />
complace en c<strong>on</strong>tar veintiocho traducci<strong>on</strong>es inglesas de la Odisea. Esa creciente profusión puede ser un<br />
indicio de la vitalidad de esos viejos cantos -de su inmortalidad, si se quiere-, pero puede asimismo querer<br />
decir que Homero está bien muerto, y que esas traducci<strong>on</strong>es dispares s<strong>on</strong> otros tantos artificios inútiles para<br />
infundirle vida. Homeros en verso blanco, Homeros rimados, Homeros ac<strong>on</strong>s<strong>on</strong>antados, Homeros al itálico<br />
modo, Homeros alejandrinos, Homeros hexamétricos, Homeros en laboriosa prosa literal, Homeros<br />
perifrásticos, Homeros que c<strong>on</strong>dicen c<strong>on</strong> la Biblia, Homeros que preven a Boileau: no hay uno de esos<br />
avatares que falte y no hay uno que satisfaga. El que nos prop<strong>on</strong>e este libro del doctor Rouse es un Homero<br />
c<strong>on</strong>versando, un Homero tranquilo. Rouse no escribe La Ilíada ni La Aquileida, escribe El cuento de Aquiles;<br />
no traduce (como nuestro Lug<strong>on</strong>es) «Canta diosa, el enc<strong>on</strong>o de Aquiles Peleyades», sino: «Un hombre<br />
enojado -tal es mi asunto: el rencor amargo de Aquiles, príncipe de la casa de Peleo». Si buscamos una<br />
escena famosa -los adioses de Héctor y Andrómaca, la muerte de Héctor, el rescate de su cadáver-, y<br />
cotejamos la versión de Rouse c<strong>on</strong> la de Andrew Lang o aun c<strong>on</strong> la de Buckley, no es dudoso que la primera<br />
nos resulte débil y perifrástica. Linealmente inferior, tiene c<strong>on</strong> todo una virtud que las otras no tienen: se deja<br />
leer c<strong>on</strong> casi escandalosa facilidad. Mi desc<strong>on</strong>ocimiento del griego hace que yo sea un poco erudito en<br />
versi<strong>on</strong>es homéricas: si de alguna difiere profundamente esta versión de Rouse, es de la de Lec<strong>on</strong>te de<br />
Lisle; si a alguna se asemeja, es a la de Butler.<br />
Siempre fuer<strong>on</strong> motivo de discusión los epítetos homéricos. Lug<strong>on</strong>es habla del nubígero Zeus, el doctor<br />
Rouse de Júpiter Juntanubes; Lug<strong>on</strong>es, del raudo Aquiles, Rouse de Aquiles Piesligeros; Lug<strong>on</strong>es, del<br />
flechador Apolo, Rouse de Apolo Tiralejos (Apollo Farshooter). En cambio, transcribe exactamente los<br />
nombres propios: Aineias, Alexandros, Daidalos, Menelaos, Rhadamanthys.<br />
La Ilíada, en casi todas las traducci<strong>on</strong>es, es un libro remoto, cerem<strong>on</strong>ioso, un poco intratable. Rouse la<br />
presenta divertida, llana, chismosa y más bien insignificante. Tal vez esté en lo cierto.<br />
*UN MANUAL HOMÉRICO, POR W.H.D. ROUSE 42<br />
***<br />
La literatura inglesa comprende veintinueve traducci<strong>on</strong>es de la Odisea y una cifra apenas menor de<br />
traducci<strong>on</strong>es de la Ilíada. Las primeras en el tiempo s<strong>on</strong> las de Chapman -Siete libros de las Ilíadas de<br />
Homero, Príncipe de poetas, traducidos c<strong>on</strong>forme al Original por Jorge Chapman, Caballero, año de 1598-;<br />
las últimas, las del afable y docto helenista W. H. D. Rouse.<br />
«Como todo género literario, la traducción en verso tiene sus leyes inviolables y propias; la primera es que<br />
no se debe intentar» dictaminó hace tiempo nuestro Groussac, inspirado por ciertos ejercicios de Leopoldo<br />
Díaz. El doctor Rouse comparte esa opinión, que también profesar<strong>on</strong> Andrew Lang y Lec<strong>on</strong>te de Lisle; lo<br />
que ardorosamente no comparte es su preferencia por un estilo bíblico, arcaico. Rouse ha vertido las dos<br />
epopeyas homéricas en un lenguaje oral, de c<strong>on</strong>versador, que no se presta ni a la admiración ni a las citas,<br />
pero sí a la futil lectura. No traduce Odisea, traduce La historia de Ulises. No habla del flechador Apolo,<br />
habla de Apolo Tiralejos; no habla del nubígero Zeus, habla de Júpiter Juntanubes. (C<strong>on</strong> una fe tal vez<br />
excesiva en la virtud unitiva de los gui<strong>on</strong>es, el doctor Banqué y Faliu, de la Universidad de Barcel<strong>on</strong>a, habla<br />
de Hermes «que al anochecer hurtó los bueyes del-que-lanza-a-lo-lejos- sus-flechas Apolo» y de una virgen<br />
que «después de abrevar los caballos en el río Meles, en-el-que-abundan-los-altos-juncos, c<strong>on</strong> presteza<br />
dirige su carro, todo-él-en-ascua-de-oro, por Esmirna a Claros vitífera».)<br />
Homer quiere ser una introducción al estudio de Homero, una suerte de prólogo general. Cortésmente, pero<br />
sin mayor c<strong>on</strong>vicción, el autor menci<strong>on</strong>a en la página 104 la hipótesis fenicia de Víctor Bérard, que ha<br />
impresi<strong>on</strong>ado tanto a James Joyce y a su intérprete Gilbert. En el capítulo segundo declara c<strong>on</strong> menos<br />
veracidad que aplomo «Ya ha muerto la herejía de Wolf» y reitera su fe en el Homero tradici<strong>on</strong>al, uno e<br />
indivisible. En el capítulo diez c<strong>on</strong>trasta las figuras elementales del griego c<strong>on</strong> las que prodigaban (y<br />
combinaban) los poetas escandinavos, que decían «agua de la espada» en lugar de sangre, y «gallo de los<br />
muertos» en vez de cuervo, y «alegrador del gallo de los muertos» en lugar de guerrero.<br />
42 El Hogar, 7 de julio de 1939