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JORGE LUIS BORGES - Textos on line

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generoso hasta que Heorrenda, diestro en el arte de la poesía, tomó las tierras que me dio el protector de los<br />

guerreros.<br />

Esas cosas pasar<strong>on</strong>; también pasarán éstas.<br />

NOTA<br />

Esta elegía, compuesta en el siglo IX, recoge c<strong>on</strong> evidente nostalgia viejas memorias de Germania. Es un<br />

m<strong>on</strong>ólogo dramático. Su protag<strong>on</strong>ista, Deor, fue rapsoda del rey en una corte de Pomerania y lo desposeyó<br />

un rival, Heorrenda. El texto prodiga alusi<strong>on</strong>es históricas y mitológicas.<br />

Welund (que en la tradición escandinava se llama Völundr y en la alemana Wieland) era un famoso forjador<br />

de espadas. Para alabar una espada se decía que era obra de Welund. Encarcelado por Nithhard, que le<br />

cortó los tend<strong>on</strong>es y a cuya hija ultrajó, luego de matar a sus hermanos, fabricó alas para huir, c<strong>on</strong> plumas<br />

de cisne. Las serpientes del primer verso s<strong>on</strong> las espadas. Kipling nos ha dejado un enigmático y admirable<br />

poema que se titula The Runs <strong>on</strong> Wayland's Sword.<br />

El verso<br />

Esas cosas pasar<strong>on</strong>; también pasarán éstas.<br />

es el único ejemplo de estribillo en la poesía anglosaj<strong>on</strong>a.<br />

La erudición, en este poema, puede ser una forma del pudor; lo indiscutible es que es muy pers<strong>on</strong>al y que<br />

Deor puede ser una máscara del poeta.<br />

EL NAVEGANTE<br />

Puedo cantar sobre mí mismo un canto verdadero; puedo narrar mis viajes. En días de opresión padeció mi<br />

pecho rigores. Las naves fuer<strong>on</strong> para mí cárceles de ansiedad. Terrible era el tumulto de las olas. Me<br />

encorvó muchas veces la estrecha guardia de la noche en la proa del barco, al golpear los acantilados.<br />

Atravesados por el frío fuer<strong>on</strong> mis pies, atados c<strong>on</strong> helados vínculos por la escarcha. Hervían las penas y<br />

me quemaban el corazón; desde adentro el hambre desgarraba el ánimo del hombre, fatigado de mares.<br />

Quien es venturoso en la tierra ignora mis andanzas por los caminos del exilio, sin compañeros... El granizo<br />

volaba en ráfagas. Nada oía yo salvo el clamor del mar, la ola fría como el hielo. A ratos el grito del cisne. En<br />

lugar de la risa de los hombres me acompañaba el grito de la gaviota. La tormenta, que azotaba los<br />

acantilados de piedra, c<strong>on</strong>testaba al águila de plumas heladas y húmedas de rocío. El águila gritaba<br />

amenazadora. Ningún hombre de mi linaje podía c<strong>on</strong>solar mi aband<strong>on</strong>ado corazón. A quien suberbio y<br />

exaltado de vino goza de la vida en su castillo, poco le importa lo que yo sufro navegando. Anocheció, nevó<br />

desde el norte y cayó sobre la tierra el granizo, la más fría de las simientes. Por todo ello urge mi corazón la<br />

voluntad de enfrentar yo mismo las corrientes saladas, el alto juego de las olas. Todo mi ser me mueve a<br />

buscar una tierra de extraña gente, lejos de aquí. No hay un hombre en el mundo tan altivo, tan generoso de<br />

ánimo, y tan c<strong>on</strong>fiado en su juventud, tan resuelto en sus actos, que no sienta la ansiedad del próximo viaje<br />

y lo que le reserva el Señor. No tiene ánimo para el arpa, ni para la distribución de sortijas, ni para el deleite<br />

de la mujer, ni para la grandeza del mundo; sólo le importan las altas corrientes heladas. Siempre está<br />

ansioso el que desea navegar. Los bosques se cubren de flores, las ciudades resplandecen, las praderas se<br />

adornan, el mundo se renueva. Todas esas cosas incitan al animoso a emprender el viaje, a perderse lejos<br />

por los caminos del agua.<br />

NOTA<br />

Esta composición es la más famosa de las elegías anglosaj<strong>on</strong>as. Data del siglo IX. Los dos primeros versos<br />

prefiguran la remota voz de Walt Whitman. El poeta, hoy anónimo, declara a la vez el horror del mar y la<br />

fascinación del mar, que es tan característica de Inglaterra, y que se repite a lo largo de su literatura. Esa<br />

dualidad ha sugerido que se trata de un diálogo cuyos interlocutores serían un viejo marinero cansado y un<br />

joven ignorante del mar, que no ha intentado aún. Esa c<strong>on</strong>jetura, que c<strong>on</strong>tradice los hábitos de la poesía<br />

anglosaj<strong>on</strong>a, empobrecería esta pieza y no cuenta ahora c<strong>on</strong> partidarios.

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