JORGE LUIS BORGES - Textos on line
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mendigos o eunucos. Las antiguas historias amorosas del repertorio, las que refieren casos del Desierto o<br />
de las ciudades de Arabia, no s<strong>on</strong> obscenas, como no lo es ninguna producción de la literatura preislámica.<br />
S<strong>on</strong> apasi<strong>on</strong>adas y tristes, y uno de los motivos que prefieren es la muerte de amor, esa muerte que un<br />
juicio de los ulemas ha declarado no menos santa que la del mártir que atestigua la fe... Si aprobamos ese<br />
argumento las timideces de Galland y de Lane nos pueden parecer restituci<strong>on</strong>es de una redacción primitiva.<br />
Sé de otro alegato mejor. Eludir las oportunidades eróticas del original, no es una culpa de las que el Señor<br />
no perd<strong>on</strong>a, cuando lo primordial es destacar el ambiente mágico. Prop<strong>on</strong>er a los hombres un nuevo<br />
Decamerón es una operación comercial como tantas otras; prop<strong>on</strong>erles un Ancient Mariner o un Bateau ivre,<br />
ya merece otro cielo. Littmann observa que las 1001 Noches es, más que nada, un repertorio de maravillas.<br />
La imposición universal de ese parecer en todas las mentes occidentales, es obra de Galland. Que ello no<br />
quede en duda. Menos felices que nosotros, los árabes dicen tener en poco el original: ya c<strong>on</strong>ocen los<br />
hombres, las costumbres, los talismanes, los desiertos y los dem<strong>on</strong>ios que esas historias nos revelan.<br />
*<br />
En algún lugar de su obra, Rafael Cansinos Asséns jura que puede saludar las estrellas en catorce idiomas<br />
clásicos y modernos. Burt<strong>on</strong> soñaba en diecisiete idiomas y cuenta que dominó treinta y cinco: semitas,<br />
dravidios, indoeuropeos, etiópicos... Ese caudal no agota su definición: es un rasgo que c<strong>on</strong>cuerda c<strong>on</strong> los<br />
demás, igualmente excesivos. Nadie menos expuesto a la repetida burla de Hudibras c<strong>on</strong>tra los doctores<br />
capaces de no decir absolutamente nada en varios idiomas: Burt<strong>on</strong> era hombre que tenía muchísimo que<br />
decir, y los setenta y dos volúmenes de su obra siguen diciéndolo. Destaco algunos títulos al azar: Goa y las<br />
M<strong>on</strong>tañas Azules, 1851; Sistema de ejercicios de bay<strong>on</strong>eta, 1853; Relato pers<strong>on</strong>al de una peregrinación a<br />
Medina, 1855; Las regi<strong>on</strong>es lacustres del Africa Ecuatorial, 1860; La Ciudad de los Santos, 1861;<br />
Exploración de las mesetas del Brasil, 1869; Sobre un hermafrodita de las islas del Cabo Verde, 1869;<br />
Cartas desde los campos de batalla del Paraguay, 1870; Ultima Thule o un verano en Islandia, 1875; A la<br />
Costa de Oro en pos de oro, 1883; El Libro de la Espada (primer volumen), 1884; El jardín fragante de<br />
Nafzauí -obra póstuma, entregada al fuego por Lady Burt<strong>on</strong>, así como una Recopilación de epigramas<br />
inspirados por Príapo. El escritor se deja traslucir en ese catálogo: el capitán inglés que tenía la pasión de la<br />
geografía y de las innumerables maneras de ser un hombre, que c<strong>on</strong>ocen los hombres. No difamaré su<br />
memoria, comparándolo c<strong>on</strong> Morand, caballero bilingüe y sedentario que sube y baja infinitamente en los<br />
ascensores de un idéntico hotel internaci<strong>on</strong>al y que venera el espectáculo de un baúl... Burt<strong>on</strong>, disfrazado de<br />
afghán, había peregrinado a las ciudades santas de Arabia: su voz había pedido al Señor que negara sus<br />
huesos y su piel, su dolorosa carne y su sangre; al Fuego de la Ira y de la Justicia; su boca, resecada por el<br />
samún, había dejado un beso en el aerolito que se adora en la Caaba. Esa aventura es célebre: el posible<br />
rumor de que un incircunciso, un nazraní, estaba profanando el santuario, hubiera determinado su muerte.<br />
Antes, en hábito de derviche, había ejercido la medicina en El Cairo -no sin variarla c<strong>on</strong> la prestidigitación y<br />
la magia, para obtener la c<strong>on</strong>fianza de los enfermos. Hacia 1858, había comandado una expedición a las<br />
secretas fuentes del Nilo: cargo que lo llevó a descubrir el lago Tanganika. En esa empresa lo agredió una<br />
alta fiebre; en 1855 los somalíes le atravesar<strong>on</strong> los carrillos c<strong>on</strong> una lanza. (Burt<strong>on</strong> venía de Harrar, que era<br />
ciudad vedada a los europeos, en el interior de Abisinia.) Nueve años más tarde, ensayó la terrible<br />
hospitalidad de los cerem<strong>on</strong>iosos caníbales del Dahomé; a su regreso no faltar<strong>on</strong> rumores (acaso<br />
propalados, y ciertamente fomentados, por él) de que había «comido extrañas carnes» -como el omnívoro<br />
procónsul de Shakespeare 36 . Los judíos, la democracia, el Ministro de Relaci<strong>on</strong>es Exteriores y el<br />
36 Aludo al Marco Ant<strong>on</strong>io invocado por el apóstrofe de César:<br />
... <strong>on</strong> the Alps<br />
It is reported, thou didst eat strange flesh<br />
Which some did die to look <strong>on</strong>...<br />
En esas líneas, creo entrever algún invertido reflejo del mito<br />
zoológico del basilisco, serpiente de mirada mortal. Plinio