JORGE LUIS BORGES - Textos on line
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noches prosigue su camino. A principios del siglo dieciocho se traduce el libro; a principios del diecinueve o<br />
fines del dieciocho De Quincey lo recuerda de otro modo. Las noches tendrán otros traductores y cada<br />
traductor dará una versión distinta del libro. Casi podríamos hablar de muchos libros titulados Las mil y una<br />
noches. Dos en francés, redactados por Galland y Mardrus; tres en inglés, redactados por Burt<strong>on</strong>, Lane y<br />
Paine; tres en alemán, redactados por Henning, Littmann y Weil; uno en castellano, de Cansinos-Asséns.<br />
Cada uno de esos libros es distinto, porque Las mil y una noches siguen creciendo, o recreándose. En el<br />
admirable Stevens<strong>on</strong> y en sus admirables Nuevas mil y una noches (New Arabian Nights) se retoma el tema<br />
del príncipe disfrazado que recorre la ciudad, acompañado de su visir, y a quien le ocurren curiosas<br />
aventuras. Pero Stevens<strong>on</strong> inventó un príncipe, Florizel de Bohemia, su edecán, el cor<strong>on</strong>el Geraldine, y los<br />
hizo recorrer L<strong>on</strong>dres. Pero no el L<strong>on</strong>dres real sino un L<strong>on</strong>dres parecido a Bagdad; no al Bagdad de la<br />
realidad, sino al Bagdad de Las mil y una noches.<br />
Hay otro autor cuya obra debemos agradecer todos: Chestert<strong>on</strong>, heredero de Stevens<strong>on</strong>. El L<strong>on</strong>dres<br />
fantástico en el que ocurren las aventuras del padre Brown y del Hombre que fue Jueves no existiría si él no<br />
hubiese leído a Stevens<strong>on</strong>. Y Stevens<strong>on</strong> no hubiera escrito sus Nuevas mil y una noches si no hubiese leído<br />
Las mil y una noches. Las mil y una noches no s<strong>on</strong> algo que ha muerto. Es un libro tan vasto que no es<br />
necesario haberlo leído, ya que es parte previa de nuestra memoria y es parte de esta noche también.<br />
*LAS MIL Y UNA NOCHES SEGÚN GALLAND 32<br />
***<br />
Descubrir cada tanto tiempo el Oriente es una de las tradici<strong>on</strong>es de Europa; Heródoto, la Sagrada Escritura,<br />
Marco Polo y Kipling s<strong>on</strong> los nombres que acuden en primer término. El más deslumbrante de todos ellos es<br />
el Libro de las Mil y Una Noches. En él parece estar cifrado el c<strong>on</strong>cepto de Oriente. Esa extraña palabra que<br />
abarca tantas y tan desiguales regi<strong>on</strong>es, desde Marruecos hasta las islas del Japón. Definirla es difícil,<br />
porque definir es diluir en otras palabras y la palabra Oriente y la palabra Mil y Una Noches ya nos colman<br />
de magia. El hábito suele c<strong>on</strong>trap<strong>on</strong>er los c<strong>on</strong>ceptos de calidad y de cantidad. De un libro decimos que es<br />
largo como si ello fuera un pecado, pero en algunos la extensión es una calidad, una calidad esencial. Uno<br />
de tales libros y no el menos ilustre es el Furioso; otro, el Quijote; otro, Las Mil y Una Noches o, como quiere<br />
el capitán Burt<strong>on</strong>, el Libro de las Mil Noches y Una Noche. No se trata, por cierto, de leerlo íntegro; los<br />
árabes afirman que esa empresa nos llevaría a la muerte. Quiero decir que el goce que nos depara la lectura<br />
de una pieza cualquiera procede, en algún modo, de la c<strong>on</strong>ciencia de estar frente a un río que es inagotable.<br />
El título original enumeraba mil noches. El supersticioso temor de las cifras pares indujo a los compiladores a<br />
agregar una y esa una basta para sugerir lo infinito.<br />
El Indostán atribuye sus vastas epopeyas a un dios, a un hombre legendario, a un pers<strong>on</strong>aje de la misma<br />
obra o al tiempo; en la edificación de las Mil y Una Noches han colaborado los siglos y los reinos. Se<br />
c<strong>on</strong>jetura que el núcleo primitivo de la serie proviene precisamente del Indostán, que del Indostán pasó a<br />
Persia, de Persia a Arabia y de Arabia a Egipto, creciendo y multiplicándose. La redacción definitiva<br />
corresp<strong>on</strong>dería al siglo XIV y a Egipto. Para justificar el título tenían que ser exactamente mil y una; esta<br />
necesidad hizo que los copistas intercalaran en la obra textos fortuitos. Así, en una de las noches,<br />
Schahrasad refiere la historia de Schahrasad, sin sospechar que trata de sí misma; si hubiera persistido en<br />
tal distracción habríamos alcanzado el vértigo y la felicidad de un libro infinito. A primera vista, Las Mil y Una<br />
Noches sugieren un ejercicio ilimitado de la fantasía; sin embargo, a poco de explorar este laberinto<br />
descubrimos, como en el caso de otros, que no es un mero caos irresp<strong>on</strong>sable, una orgía de la imaginación.<br />
El sueño tiene sus leyes. Abunda en ciertas simetrías: la repetición del número tres, las mutilaci<strong>on</strong>es, las<br />
metamorfosis de cuerpos humanos en animales, la hermosura de las princesas, la pompa de los reyes, los<br />
talismanes mágicos, los genios todopoderosos que s<strong>on</strong> esclavos del capricho de un hombre. Estos repetidos<br />
dibujos forman la trama y c<strong>on</strong>stituyen el estilo pers<strong>on</strong>al de esta gran obra colectiva, impers<strong>on</strong>al por<br />
excelencia.<br />
Podemos afirmar sin hipérbole que hay dos tiempos. Uno es el tiempo histórico, en el que se trama nuestro<br />
destino; el otro, el tiempo de Las Mil y Una Noches. Espera intemporal nuestras manos. Pese a los<br />
32 Biblioteca de Babel, Siruela, 1985