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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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CAPÍTULO 17 : Nico<strong>de</strong>mo<br />

NICODEMO ocupaba un puesto elevado y <strong>de</strong> confianza en la nación judía. Era un hombre muy<br />

educado, y poseía talentos extraordinarios. Era un renombrado miembro <strong>de</strong>l concilio nacional.<br />

Como otros, había sido conmovido <strong>por</strong> las enseñanzas <strong>de</strong> Jesús. Aunque rico, sabio y honrado, se<br />

había sentido extrañamente atraído <strong>por</strong> el humil<strong>de</strong> Nazareno. <strong>La</strong>s lecciones que habían caído <strong>de</strong><br />

los labios <strong>de</strong>l Salvador le habían impresionado gran<strong>de</strong>mente, y quería apren<strong>de</strong>r más <strong>de</strong> estas<br />

verda<strong>de</strong>s maravillosas. <strong>La</strong> autoridad que Cristo ejerciera al purificar el templo había <strong>de</strong>spertado el<br />

odio resuelto <strong>de</strong> los sacerdotes y gobernantes. Temían el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> este extraño. No habían <strong>de</strong><br />

tolerar tanto atrevimiento <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> un obscuro galileo. Se proponían acabar con su obra. Pero<br />

no estaban todos <strong>de</strong> acuerdo en este propósito. Algunos temían oponerse a quien estaba tan<br />

evi<strong>de</strong>ntemente movido <strong>por</strong> el Espíritu <strong>de</strong> Dios. Recordaban cómo los profetas habían sido muertos<br />

<strong>por</strong> repren<strong>de</strong>r los pecados <strong>de</strong> los dirigentes <strong>de</strong> Israel. Sabían que la servidumbre <strong>de</strong> los judíos a<br />

una nación pagana era el resultado <strong>de</strong> su terquedad en rechazar las reprensiones <strong>de</strong> Dios. Temían<br />

que al maquinar contra Jesús, los sacerdotes y gobernantes estuviesen siguiendo en los pasos <strong>de</strong><br />

sus padres, y hubiesen <strong>de</strong> traer nuevas calamida<strong>de</strong>s sobre la nación. Nico<strong>de</strong>mo participaba <strong>de</strong> estos<br />

sentimientos.<br />

En un concilio <strong>de</strong>l Sanedrín, cuando se consi<strong>de</strong>raba la conducta que se <strong>de</strong>bía seguir para con Jesús,<br />

Nico<strong>de</strong>mo aconsejó cautela y mo<strong>de</strong>ración. Hizo notar con insistencia que si Jesús estaba realmente<br />

investido <strong>de</strong> autoridad <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> Dios, sería peligroso rechazar sus amonestaciones. Los<br />

sacerdotes no se atrevieron a <strong>de</strong>spreciar este consejo, y <strong>por</strong> el momento no tomaron medidas<br />

abiertas contra el Salvador. Des<strong>de</strong> que oyera a Jesús, Nico<strong>de</strong>mo había estudiado ansiosamente las<br />

profecías relativas al Mesías, y cuanto más las escudriñaba, tanto más profunda se volvía su<br />

convicción <strong>de</strong> que era el que había <strong>de</strong> venir. Juntamente con muchos otros hijos <strong>de</strong> Israel, había<br />

sentido honda angustia <strong>por</strong> la profanación <strong>de</strong>l templo. Había presenciado la escena cuando Jesús<br />

echó a los compradores y ven<strong>de</strong>dores; contempló la admirable manifestación <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r divino; vio<br />

al Salvador recibir a los pobres y sanar a los enfermos; vio las miradas <strong>de</strong> gozo <strong>de</strong> éstos y oyó sus<br />

palabras <strong>de</strong> alabanza; y no podía dudar <strong>de</strong> que Jesús <strong>de</strong> Nazaret era el enviado <strong>de</strong> Dios. Deseaba<br />

ardientemente entrevistarse con Jesús, pero no osaba buscarle abiertamente. Sería <strong>de</strong>masiado<br />

humillante para un príncipe <strong>de</strong> los judíos <strong>de</strong>clararse simpatizante <strong>de</strong> un Maestro tan poco conocido.<br />

Si su visita llegase al conocimiento <strong>de</strong>l Sanedrín, le atraería su <strong>de</strong>sprecio y <strong>de</strong>nuncias. Resolvió,<br />

pues, verle en secreto, con la excusa <strong>de</strong> que si él fuese abiertamente, otros seguirían su ejemplo.<br />

Haciendo una investigación especial, llegó a saber dón<strong>de</strong> tenía el Salvador un lugar <strong>de</strong> retiro en el<br />

monte <strong>de</strong> las Olivas; aguardó hasta que la ciudad quedase envuelta <strong>por</strong> el sueño, y entonces salió<br />

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