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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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en busca <strong>de</strong> Jesús. En presencia <strong>de</strong> Cristo, Nico<strong>de</strong>mo sintió una extraña timi<strong>de</strong>z, la que trató <strong>de</strong><br />

ocultar bajo un aire <strong>de</strong> serenidad y dignidad. Rabbí --dijo,-- sabemos que has venido <strong>de</strong> Dios <strong>por</strong><br />

Maestro; <strong>por</strong>que nadie pue<strong>de</strong> hacer estas señales que tú haces, si no fuere Dios con él." Hablando<br />

<strong>de</strong> los raros dones <strong>de</strong> Cristo como Maestro, y también <strong>de</strong> su maravilloso po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> realizar milagros,<br />

esperaba preparar el terreno para su entrevista. Sus palabras estaban <strong>de</strong>stinadas a expresar e<br />

infundir confianza; pero en realidad expresaban incredulidad. No reconocía a Jesús como el<br />

Mesías, sino solamente como Maestro enviado <strong>de</strong> Dios. En vez <strong>de</strong> reconocer este saludo, Jesús<br />

fijó los ojos en el que le hablaba, como si leyese en su alma. En su infinita sabiduría, vio <strong>de</strong>lante<br />

<strong>de</strong> sí a uno que buscaba la verdad. Conoció el objeto <strong>de</strong> esta visita, y con el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> profundizar<br />

la convicción que ya había penetrado en la mente <strong>de</strong>l que le escuchaba, fue directamente al tema<br />

que le preocupaba, diciendo solemne aunque bondadosamente: "En verdad, en verdad te digo: A<br />

menos que el hombre naciere <strong>de</strong> lo alto, no pue<strong>de</strong> ver el reino <strong>de</strong> Dios.'* Nico<strong>de</strong>mo había venido<br />

al Señor pensando entrar en discusión con él, pero Jesús <strong>de</strong>scubrió los principios fundamentales<br />

<strong>de</strong> la verdad. Dijo a Nico<strong>de</strong>mo: No necesitas conocimiento teórico tanto como regeneración<br />

espiritual. No necesitas que se satisfaga tu curiosidad, sino tener un corazón nuevo. Debes recibir<br />

una vida nueva <strong>de</strong> lo alto, antes <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r apreciar las cosas celestiales. Hasta que se realice este<br />

cambio, haciendo nuevas todas las cosas, no producirá ningún bien Salvador para ti el discutir<br />

conmigo mi autoridad o mi misión.<br />

Nico<strong>de</strong>mo había oído la predicación <strong>de</strong> Juan el Bautista concerniente al arrepentimiento y el<br />

bautismo, y cuando había señalado al pueblo a Aquel que bautizaría con el Espíritu Santo. El<br />

mismo había sentido que había falta <strong>de</strong> espiritualidad entre los judíos; que, en gran medida, estaban<br />

dominados <strong>por</strong> el fanatismo y la ambición mundanal. Había esperado que se produjese un mejor<br />

estado <strong>de</strong> cosas al venir el Mesías. Sin embargo, el mensaje escrutador <strong>de</strong>l Bautista no había<br />

producido en él convicción <strong>de</strong> pecado. Era un fariseo estricto, y se enorgullecía <strong>de</strong> sus buenas<br />

obras. Era muy estimado <strong>por</strong> su benevolencia y generosidad en sostener el culto <strong>de</strong>l templo y se<br />

sentía seguro <strong>de</strong>l favor <strong>de</strong> Dios. Le sorprendió la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> un reino <strong>de</strong>masiado puro para que él lo<br />

viese en la condición en que estaba. <strong>La</strong> figura <strong>de</strong>l nuevo nacimiento que Jesús había empleado no<br />

era <strong>de</strong>l todo <strong>de</strong>sconocida para Nico<strong>de</strong>mo. Los conversos <strong>de</strong>l paganismo a la fe <strong>de</strong> Israel eran a<br />

menudo comparados a niños recién nacidos. Por lo tanto, <strong>de</strong>bió percibir que las palabras <strong>de</strong> Cristo<br />

no habían <strong>de</strong> ser tomadas en su sentido literal. Pero <strong>por</strong> virtud <strong>de</strong> su nacimiento como israelita, se<br />

consi<strong>de</strong>raba seguro <strong>de</strong> tener un lugar en el reino <strong>de</strong> Dios. Le parecía que no necesitaba cambio<br />

alguno. Por esto le sorprendieron las palabras <strong>de</strong>l Salvador. Le irritaba su íntima aplicación a sí<br />

mismo.<br />

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