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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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CAPÍTULO 24 : "¿No es Este el Hijo <strong>de</strong>l Carpintero?"<br />

UNA SOMBRA cruzó los agradables días <strong>de</strong>l ministerio <strong>de</strong> Cristo en Galilea. <strong>La</strong> gente <strong>de</strong> Nazaret<br />

le rechazó. "¿No es éste el hijo <strong>de</strong>l carpintero?" <strong>de</strong>cía. Durante su niñez y juventud, Jesús había<br />

adorado entre sus hermanos en la sinagoga <strong>de</strong> Nazaret . Des<strong>de</strong> que iniciara su ministerio, había<br />

estado ausente, pero ellos no ignoraban lo que le había acontecido. Cuando volvió a aparecer entre<br />

ellos, su interés y expectativa se avivaron en sumo grado. Allí estaban las caras familiares <strong>de</strong><br />

aquellos a quienes conociera <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la infancia. Allí estaban su madre, sus hermanos y hermanas,<br />

y todos los ojos se dirigieron a él cuando entró en la sinagoga el sábado y ocupó su lugar entre los<br />

adoradores. En el culto regular <strong>de</strong>l día, el anciano leyó <strong>de</strong> los profetas, y exhortó a la gente a<br />

esperar todavía al que había <strong>de</strong> venir, al que iba a introducir un reino glorioso y <strong>de</strong>sterrar toda la<br />

opresión. Repasando la evi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> que la venida <strong>de</strong>l Mesías estaba cerca, procuró alentar a sus<br />

oyentes. Describió la gloria <strong>de</strong> su advenimiento, recalcando la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que aparecería a la cabeza<br />

<strong>de</strong> ejércitos para librar a Israel.<br />

Cuando un rabino estaba presente en la sinagoga, se esperaba que diese el sermón, y cualquier<br />

israelita podía hacer la lectura <strong>de</strong> los profetas. En ese sábado, se pidió a Jesús que tomase parte en<br />

el culto. "Se levantó a leer. Y fuéle dado el libro <strong>de</strong>l profeta Isaías." Según se lo comprendía, el<br />

pasaje <strong>por</strong> él leído se refería al Mesías: "El espíritu <strong>de</strong>l Señor es sobre mí, <strong>por</strong> cuanto me ha ungido<br />

para dar buenas nuevas a los pobres: me ha enviado para sanar a los quebrantados <strong>de</strong> corazón; para<br />

pregonar a los cautivos libertad, y a los ciegos vista; para poner en libertad a los quebrantados:<br />

para predicar el año agradable <strong>de</strong>l Señor." "Y rollando el libro, lo dio al ministro, . . . Y los ojos<br />

<strong>de</strong> todos en la sinagoga estaban fijos en él.... Y todos le daban 204 testimonio, y estaban<br />

maravillados <strong>de</strong> las palabras <strong>de</strong> gracia que salían <strong>de</strong> su boca." Jesús estaba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la gente<br />

como exponente vivo <strong>de</strong> las profecías concernientes a él mismo. Explicando las palabras que había<br />

leído, habló <strong>de</strong>l Mesías como <strong>de</strong>l que había <strong>de</strong> aliviar a los oprimidos, libertar a los cautivos, sanar<br />

a los afligidos, <strong>de</strong>volver la vista a los ciegos y revelar al mundo la luz <strong>de</strong> la verdad. Su actitud<br />

impresionante y el maravilloso significado <strong>de</strong> sus palabras conmovieron a los oyentes con un po<strong>de</strong>r<br />

que nunca antes habían sentido.<br />

El flujo <strong>de</strong> la influencia divina quebrantó toda barrera; como Moisés, contemplaban al Invisible.<br />

Mientras sus corazones estaban movidos <strong>por</strong> el Espíritu Santo, respondieron con fervientes amenes<br />

y alabaron al Señor. Pero cuando Jesús anunció: "Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros<br />

oídos, se sintieron inducidos repentinamente a pensar en sí mismos y en los asertos <strong>de</strong> quien les<br />

dirigía la palabra. Ellos, israelitas, hijos <strong>de</strong> Abrahán, habían sido representados como estando en<br />

servidumbre. Se les hablaba como a presos que <strong>de</strong>bían ser librados <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l mal; como si<br />

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