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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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condujo a sus discípulos al lugar <strong>de</strong> retraimiento que él amaba, y en la mente <strong>de</strong> ellos los sagrados<br />

inci<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> aquel día quedaron para siempre vinculados con la belleza <strong>de</strong> la montaña, <strong>de</strong>l valle<br />

y <strong>de</strong>l mar. Jesús había llamado a sus discípulos para enviarlos como testigos suyos, para que<br />

<strong>de</strong>clararan al mundo lo que habían visto y oído <strong>de</strong> él. Su cargo era el más im<strong>por</strong>tante al cual<br />

hubiesen sido llamados alguna vez los seres humanos, y únicamente el <strong>de</strong> Cristo lo superaba.<br />

Habían <strong>de</strong> ser colaboradores con Dios para la salvación <strong>de</strong>l mundo.<br />

Como en el Antiguo Testamento los doce patriarcas se <strong>de</strong>stacan como representantes <strong>de</strong> Israel, así<br />

los doce apóstoles habían <strong>de</strong> <strong>de</strong>stacarse como representantes <strong>de</strong> la iglesia evangélica. El Salvador<br />

conocía el carácter <strong>de</strong> los hombres a quienes había elegido; todas sus <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s y errores estaban<br />

abiertos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él; conocía los peligros que tendrían que arrostrar, la responsabilidad que<br />

recaería sobre ellos; y su corazón amaba tiernamente a estos elegidos. A solas sobre una montaña,<br />

cerca <strong>de</strong>l mar <strong>de</strong> Galilea, pasó toda la noche en oración <strong>por</strong> ellos, mientras ellos dormían al pie <strong>de</strong><br />

la montaña. Al amanecer, los llamó a sí <strong>por</strong>que tenía algo im<strong>por</strong>tante que comunicarles. Estos<br />

discípulos habían estado durante algún tiempo asociados con Jesús en su labor activa. Juan y<br />

Santiago, Andrés y Pedro, con Felipe, Natanael y Mateo, habían estado más íntimamente<br />

relacionados con él que los <strong>de</strong>más, y habían presenciado mayor número <strong>de</strong> sus milagros. Pedro,<br />

Santiago y Juan tenían una relación más estrecha con él. Estaban casi constantemente con él,<br />

presenciando sus milagros y oyendo sus palabras. Juan había penetrado en una intimidad aun<br />

mayor con Jesús, <strong>de</strong> tal manera que se le distingue como aquel a quien Jesús amaba. El Salvador<br />

los amaba a todos, pero Juan era el espíritu más receptivo. Era más joven que los <strong>de</strong>más, y con<br />

mayor confianza infantil abría su corazón a Jesús. Así llegó a simpatizar más con el Salvador, y<br />

<strong>por</strong> su medio fueron comunicadas a su pueblo las enseñanzas espirituales más profundas <strong>de</strong>l<br />

Salvador.<br />

A la cabeza <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los grupos en los cuales estaban divididos los apóstoles, se <strong>de</strong>staca el nombre<br />

<strong>de</strong> Felipe. Fue el primer discípulo a quien Jesús dirigió la or<strong>de</strong>n terminante: "Sígueme." Felipe era<br />

<strong>de</strong> Betsaida, la ciudad <strong>de</strong> Andrés y Pedro. Había escuchado la enseñanza <strong>de</strong> Juan el Bautista, y le<br />

había oído anunciar a Cristo como el Cor<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> Dios. Felipe buscaba sinceramente la verdad,<br />

pero era tardo <strong>de</strong> corazón para creer. Aunque se había unido a Cristo, la manera en que lo anunció<br />

a Natanael <strong>de</strong>muestra que no estaba plenamente convencido <strong>de</strong> la divinidad <strong>de</strong> Jesús. Aunque<br />

Cristo había sido proclamado <strong>por</strong> la voz <strong>de</strong>l cielo como Hijo <strong>de</strong> Dios, para Felipe era "Jesús, el<br />

hijo <strong>de</strong> José, <strong>de</strong> Nazaret ." * Otra vez, cuando los cinco mil fueron alimentados, se reveló la falta<br />

<strong>de</strong> fe <strong>de</strong> Felipe. Para probarle, Jesús preguntó: "¿De dón<strong>de</strong> compraremos pan para que coman<br />

éstos?" <strong>La</strong> respuesta <strong>de</strong> Felipe tendía a la incredulidad: "Doscientos <strong>de</strong>narios <strong>de</strong> pan no les<br />

bastarán, para que cada uno <strong>de</strong> ellos tome un poco."* Jesús estaba apenado. Aunque Felipe había<br />

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