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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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Los saduceos eran mucho menos numerosos que sus oponentes, y no tenían mucho dominio sobre<br />

el pueblo común; pero muchos <strong>de</strong> ellos eran ricos y ejercían la influencia que imparte la riqueza.<br />

En sus filas figuraba la mayor parte <strong>de</strong> los sacerdotes, y <strong>de</strong> entre ellos se elegía generalmente al<br />

Sumo Sacerdote. Pero esto se hacía, sin embargo, con la expresa estipulación <strong>de</strong> que no fuesen<br />

recalcadas sus opiniones escépticas. Debido al número y la popularidad <strong>de</strong> los fariseos, era<br />

necesario para los saduceos dar su aquiescencia externa a sus doctrinas mientras ocupaban un<br />

cargo sacerdotal. Pero el hecho mismo <strong>de</strong> que eran elegibles para tales cargos, daba influencia a<br />

sus errores. Los saduceos rechazaban la enseñanza <strong>de</strong> Jesús. El estaba animado <strong>por</strong> un espíritu<br />

cuya manifestación en esta forma no querían reconocer; y su enseñanza acerca <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong> la vida<br />

futura contra<strong>de</strong>cía sus teorías.<br />

Creían en Dios, como el único ser superior al hombre; pero argüían que una Provi<strong>de</strong>ncia directora<br />

y una previsión divina privarían al hombre <strong>de</strong>l carácter <strong>de</strong> agente moral libre y le <strong>de</strong>gradarían a la<br />

posición <strong>de</strong> un esclavo. Creían que, habiendo creado al hombre, Dios le había abandonado a sí<br />

mismo, in<strong>de</strong>pendiente <strong>de</strong> una influencia superior. Sostenían que el hombre estaba libre para regir<br />

su propia vida y amoldar los acontecimientos <strong>de</strong>l mundo; que su <strong>de</strong>stino estaba en sus propias<br />

manos. Negaban que el Espíritu <strong>de</strong> Dios obrase <strong>por</strong> medio <strong>de</strong> los esfuerzos humanos o medios<br />

naturales. Sin embargo, sostenían que, <strong>por</strong> el <strong>de</strong>bido empleo <strong>de</strong> sus faculta<strong>de</strong>s naturales, el hombre<br />

podía elevarse e ilustrarse; que <strong>por</strong> exigencias rigurosas y austeras podía purificarse su vida. Sus<br />

i<strong>de</strong>as acerca <strong>de</strong> Dios amoldaban su carácter. Como en su opinión no tenía él interés en el hombre,<br />

tenían poca consi<strong>de</strong>ración unos para con otros; había poca unión entre ellos. Rehusando reconocer<br />

la influencia <strong>de</strong>l Espíritu Santo sobre las acciones humanas, carecían <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>r en sus vidas.<br />

Como el resto <strong>de</strong> los judíos, se jactaban mucho <strong>de</strong> su <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> nacimiento como hijos <strong>de</strong> Abrahán<br />

y <strong>de</strong> su estricta adhesión a los requerimientos <strong>de</strong> la ley; pero estaban <strong>de</strong>sprovistos <strong>de</strong>l verda<strong>de</strong>ro<br />

espíritu <strong>de</strong> la ley, así como <strong>de</strong> la fe y benevolencia <strong>de</strong> Abrahán. Sus simpatías naturales eran muy<br />

estrechas. Creían que era posible para todos los hombres conseguir las comodida<strong>de</strong>s y bendiciones<br />

<strong>de</strong> la vida; y sus corazones no se conmovían <strong>por</strong> las necesida<strong>de</strong>s y los sufrimientos ajenos. Vivían<br />

para sí mismos.<br />

Por sus palabras y obras, Cristo testificaba <strong>de</strong> un po<strong>de</strong>r divino que produce resultados<br />

sobrenaturales, <strong>de</strong> una vida futura más allá <strong>de</strong> la presente, <strong>de</strong> Dios como Padre <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong> los<br />

hombres, que siempre vela <strong>por</strong> sus intereses verda<strong>de</strong>ros. Revelaba la obra <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r divino en la<br />

benevolencia y compasión que reprendía el carácter egoísta y exclusivo <strong>de</strong> los saduceos. Enseñaba<br />

que para el bien tem<strong>por</strong>al y eterno <strong>de</strong>l hombre, Dios obra en el corazón <strong>por</strong> el Espíritu Santo. De<br />

mostraba el error <strong>de</strong> confiar en el po<strong>de</strong>r humano para aquella transformación <strong>de</strong>l carácter que pue<strong>de</strong><br />

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