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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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visto sus obras y sentido su po<strong>de</strong>r, no tenía fe. Cuando los griegos preguntaron a Felipe acerca <strong>de</strong><br />

Jesús, no aprovechó como honor y motivo <strong>de</strong> gozo la o<strong>por</strong>tunidad <strong>de</strong> presentarlos al Salvador, sino<br />

que se fue a <strong>de</strong>cirlo a Andrés.<br />

Otra vez, en las últimas horas transcurridas antes <strong>de</strong> la crucifixión, las palabras <strong>de</strong> Felipe<br />

propendieron a <strong>de</strong>salentar la fe. Cuando Tomás dijo a Jesús: "Señor, no sabemos a dón<strong>de</strong> vas:<br />

¿cómo, pues, po<strong>de</strong>mos saber el camino?" el Salvador respondió: "Yo soy el camino, y la verdad,<br />

y la vida. . . . Si me conocieseis, también a mi Padre conocierais." De Felipe provino la respuesta<br />

incrédula: "Señor, muéstranos al Padre, y nos basta."* Tan tardo <strong>de</strong> corazón, tan débil en la fe, era<br />

el discípulo que había estado con Jesús durante tres años. En feliz contraste con la incredulidad <strong>de</strong><br />

Felipe, se notaba la confianza infantil <strong>de</strong> Natanael. Era hombre <strong>de</strong> naturaleza intensamente<br />

fervorosa, cuya fe se apo<strong>de</strong>raba <strong>de</strong> las realida<strong>de</strong>s invisibles. Sin embargo, Felipe era alumno en la<br />

escuela <strong>de</strong> Cristo, y el divino Maestro so<strong>por</strong>tó pacientemente su incredulidad y torpeza. Cuando<br />

fue <strong>de</strong>rramado el Espíritu Santo sobre los discípulos, Felipe llegó a ser un Maestro según el or<strong>de</strong>n<br />

divino. Sabía <strong>de</strong> qué hablaba y enseñaba con una seguridad que infundía convicción a los oyentes.<br />

Mientras Jesús estaba preparando a los discípulos para su or<strong>de</strong>nación, un hombre que no había<br />

sido llamado se presentó con insistencia entre ellos. Era Judas Iscariote, hombre que profesaba<br />

seguir a Cristo y que se a<strong>de</strong>lantó ahora para solicitar un lugar en el círculo íntimo <strong>de</strong> los discípulos.<br />

Con gran fervor y aparente sinceridad, <strong>de</strong>claró: "Maestro, te seguiré a don<strong>de</strong> quiera que fueres."<br />

Jesús no le rechazó ni le dio la bienvenida, sino que pronunció tan sólo estas palabras tristes: "<strong>La</strong>s<br />

zorras tienen cavernas, y las aves <strong>de</strong>l cielo nidos; mas el Hijo <strong>de</strong>l hombre no tiene don<strong>de</strong> recueste<br />

su cabeza." * Judas creía que Jesús era el Mesías; y uniéndose a los apóstoles esperaba conseguir<br />

un alto puesto en el nuevo reino, así que Jesús se proponía <strong>de</strong>svanecer esta esperanza <strong>de</strong>clarando<br />

su pobreza. Los discípulos anhelaban que Judas llegase a ser uno <strong>de</strong> ellos. Parecía un hombre<br />

respetable, <strong>de</strong> agudo discernimiento y habilidad administrativa, y lo recomendaron a Jesús como<br />

hombre que le ayudaría mucho en su obra. Les causó, pues, sorpresa que Jesús le recibiese tan<br />

fríamente. Los discípulos habían quedado muy <strong>de</strong>silusionados <strong>de</strong> que Jesús no se había esforzado<br />

<strong>por</strong> conseguir la cooperación <strong>de</strong> los dirigentes <strong>de</strong> Israel. Les parecía que era un error no fortalecer<br />

su causa obteniendo el apoyo <strong>de</strong> esos hombres influyentes. Si hubiese rechazado a Judas, en su<br />

ánimo habrían puesto en duda la sabiduría <strong>de</strong> su Maestro.<br />

<strong>La</strong> historia ulterior <strong>de</strong> Judas les iba a enseñar el peligro que hay en <strong>de</strong>cidir la idoneidad <strong>de</strong> los<br />

hombres para la obra <strong>de</strong> Dios basándose en alguna consi<strong>de</strong>ración mundanal. <strong>La</strong> cooperación <strong>de</strong><br />

hombres como aquellos que los discípulos <strong>de</strong>seaban asegurarse habría entregado la obra en las<br />

manos <strong>de</strong> sus peores enemigos. Sin embargo, cuando Judas se unió a los discípulos no era<br />

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