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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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<strong>por</strong>que nuestras malas acciones nos producen consecuencias <strong>de</strong>sagradables. Pero esto no es<br />

arrepentimiento.<br />

El verda<strong>de</strong>ro pesar <strong>por</strong> el pecado es resultado <strong>de</strong> la obra <strong>de</strong>l Espíritu Santo. El Espíritu revela la<br />

ingratitud <strong>de</strong>l corazón que ha <strong>de</strong>spreciado y agraviado al Salvador, y nos trae contritos al pie <strong>de</strong> la<br />

cruz. Cada pecado vuelve a herir a Jesús; y al mirar a Aquel a quien hemos traspasado, lloramos<br />

<strong>por</strong> los pecados que le produjeron angustia. Una tristeza tal nos inducirá a renunciar al pecado. El<br />

mundano pue<strong>de</strong> llamar <strong>de</strong>bilidad a esta tristeza; pero es la fuerza que une al penitente con el Ser<br />

infinito mediante vínculos que no pue<strong>de</strong>n romperse. Demuestra que los ángeles <strong>de</strong> 268 Dios están<br />

<strong>de</strong>volviendo al alma las gracias que se perdieron <strong>por</strong> la dureza <strong>de</strong> corazón y la transgresión. <strong>La</strong>s<br />

lágrimas <strong>de</strong>l penitente son tan sólo las gotas <strong>de</strong> lluvia que prece<strong>de</strong>n al brillo <strong>de</strong>l sol <strong>de</strong> la santidad.<br />

Esta tristeza es precursora <strong>de</strong> un gozo que será una fuente viva en el alma. "Conoce empero tu<br />

maldad, <strong>por</strong>que contra Jehová tu Dios has prevaricado." "No haré caer mi ira sobre vosotros:<br />

<strong>por</strong>que misericordioso soy yo, dice Jehová." "A los que lloran en Sión," él ha <strong>de</strong>cidido darles<br />

"hermosura en lugar <strong>de</strong> ceniza, el aceite <strong>de</strong> gozo en vez <strong>de</strong> lamentos, y el manto <strong>de</strong> alabanza en<br />

lugar <strong>de</strong> espíritu <strong>de</strong> pesadumbre."* Y hay consuelo para los que lloran en las pruebas y tristezas.<br />

<strong>La</strong> amargura <strong>de</strong>l pesar y la humillación es mejor que la complacencia <strong>de</strong>l pecado. Por la aflicción,<br />

Dios nos revela los puntos infectados <strong>de</strong> nuestro carácter, para que <strong>por</strong> su gracia podamos vencer<br />

nuestros <strong>de</strong>fectos. Nos son revelados capítulos <strong>de</strong>sconocidos con respecto a nosotros mismos, y<br />

nos llega la prueba que nos hará aceptar o rechazar la reprensión y el consejo <strong>de</strong> Dios.<br />

Cuando somos probados, no <strong>de</strong>bemos agitarnos y quejarnos. No <strong>de</strong>bemos rebelarnos, ni<br />

acongojarnos hasta escapar <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong> Cristo. Debemos humillar nuestra alma <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Dios.<br />

Los caminos <strong>de</strong>l Señor son obscuros para aquel que <strong>de</strong>see ver las cosas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un punto <strong>de</strong> vista<br />

agradable para sí mismo. Parecen sombríos y tristes para nuestra naturaleza humana; pero los<br />

caminos <strong>de</strong> Dios son caminos <strong>de</strong> misericordia, cuyo fin es la salvación. Elías no sabía lo que estaba<br />

haciendo cuando en el <strong>de</strong>sierto dijo que estaba harto <strong>de</strong> la vida, y rogaba que se le <strong>de</strong>jase morir.<br />

En su misericordia, el Señor no hizo caso <strong>de</strong> sus palabras. A Elías le quedaba todavía una gran<br />

obra que hacer; y cuando su obra fuese hecha, no había <strong>de</strong> perecer en el <strong>de</strong>saliento y la soledad <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>sierto. No le tocaba <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r al polvo <strong>de</strong> la muerte, sino ascen<strong>de</strong>r en gloria, con el convoy <strong>de</strong><br />

carros celestiales, hasta el trono que está en las alturas. <strong>La</strong>s palabras que Dios dirige a los tristes<br />

son: "Visto he sus caminos, y le sanaré, y le pastorearé, y daréle consolaciones, a él y a sus<br />

enlutados." "Su lloro tornaré en gozo, y los consolaré, y los alegraré <strong>de</strong> su dolor."*<br />

"Bienaventurados los mansos." <strong>La</strong>s dificulta<strong>de</strong>s que hemos <strong>de</strong> arrostrar pue<strong>de</strong>n ser muy<br />

disminuidas <strong>por</strong> la mansedumbre que se oculta en Cristo. Si poseemos la humildad <strong>de</strong> nuestro<br />

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