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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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<strong>por</strong> los judíos como un acto <strong>de</strong> mérito, y los más estrictos ayunaban dos días cada semana. Los<br />

fariseos y los discípulos <strong>de</strong> Juan ayunaban cuando los últimos vinieron a Jesús con la pregunta:<br />

"¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan?"<br />

Jesús les contestó afectuosamente. No trató <strong>de</strong> corregir su concepto erróneo <strong>de</strong>l ayuno, sino tan<br />

sólo con respecto a su propia misión. Y lo hizo empleando la misma figura que el Bautista había<br />

usado en su testimonio acerca <strong>de</strong> Jesús. Juan había dicho: "El que tiene la esposa, es el esposo;<br />

mas el amigo <strong>de</strong>l esposo, que está en pie y le oye, se goza gran<strong>de</strong>mente <strong>de</strong> la voz <strong>de</strong>l esposo; así<br />

pues, este mi gozo es cumplido."* Los discípulos <strong>de</strong> Juan no podían menos que recordar estas<br />

palabras <strong>de</strong> su Maestro, y, siguiendo con la ilustración, Jesús dijo: "¿Podéis hacer que los que están<br />

<strong>de</strong> bodas ayunen, entre tanto que el esposo está con ellos?" El Príncipe <strong>de</strong>l cielo estaba entre su<br />

pueblo. El mayor don <strong>de</strong> Dios había sido dado al mundo. Había gozo para los pobres; <strong>por</strong>que Cristo<br />

había venido a hacerlos here<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> su reino. Había gozo para los ricos; <strong>por</strong>que les iba a enseñar<br />

a obtener las riquezas eternas. Había gozo para los ignorantes; <strong>por</strong>que los iba a hacer sabios para<br />

la salvación. Había gozo para los sabios; pues él les iba a abrir misterios más profundos que los<br />

que jamás hubieran son<strong>de</strong>ado; verda<strong>de</strong>s que habían estado ocultas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la fundación <strong>de</strong>l mundo<br />

iban a ser reveladas a los hombres <strong>por</strong> la misión <strong>de</strong>l Salvador.<br />

Juan el Bautista se había regocijado <strong>de</strong> contemplar al Salvador. ¡Qué ocasión <strong>de</strong> regocijo tenían<br />

los discípulos con su privilegio <strong>de</strong> andar y hablar con la Majestad <strong>de</strong>l cielo! Este no era para ellos<br />

tiempo <strong>de</strong> llorar y ayunar. Debían abrir su corazón para recibir la luz <strong>de</strong> su gloria, a fin <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r<br />

<strong>de</strong>rramar luz sobre aquellos que moraban en tinieblas y sombra <strong>de</strong> muerte. <strong>La</strong>s palabras <strong>de</strong> Cristo<br />

habían evocado un cuadro brillante, pero lo cruzaba una <strong>de</strong>nsa sombra, que solamente su ojo<br />

discernía. "Vendrán días --les dijo,-- cuando el esposo les será quitado: entonces ayunarán en<br />

aquellos días." Cuando viesen a su Señor traicionado y crucificado, los discípulos llorarían y<br />

ayunarían. En las últimas palabras que les dirigiera en el aposento alto, dijo: "Un poquito, y no me<br />

veréis, y otra vez un poquito, y me veréis. De cierto, <strong>de</strong> cierto os digo, que vosotros lloraréis y<br />

lamentaréis, y el mundo se alegrará: empero aunque vosotros estaréis tristes, vuestra tristeza se<br />

tornará en gozo."* Cuando saliese <strong>de</strong> la tumba, su tristeza se trocaría en gozo. Después <strong>de</strong> su<br />

ascensión, iba a estar ausente en persona; pero <strong>por</strong> medio <strong>de</strong>l Consolador estaría todavía con ellos,<br />

y no <strong>de</strong>bían pasar su tiempo en lamentaciones. Esto era lo que Satanás quería. Deseaba que diesen<br />

al mundo la impresión <strong>de</strong> que habían sido engañados y chasqueados; pero <strong>por</strong> la fe habían <strong>de</strong> mirar<br />

al santuario celestial, don<strong>de</strong> Jesús ministraba <strong>por</strong> ellos; <strong>de</strong>bían abrir su corazón al Espíritu Santo,<br />

su representante, y regocijarse en la luz <strong>de</strong> su presencia. Sin embargo, iban a venir días <strong>de</strong> tentación<br />

y prueba, cuando serían puestos en conflicto con los gobernantes <strong>de</strong> este mundo y los dirigentes<br />

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