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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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todas las familias <strong>de</strong> la tierra iban a ser ben<strong>de</strong>cidas. Era necesario viajar <strong>de</strong> noche a fin <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r<br />

ver la estrella; pero los viajeros pasaban el tiempo repitiendo sus dichos tradicionales y oráculos<br />

proféticos relativos a Aquel a quien buscaban.<br />

En cada <strong>de</strong>scanso, escudriñaban las profecías; y se afirmaba en ellos la convicción <strong>de</strong> que eran<br />

guiados divinamente. Mientras tenían la estrella <strong>por</strong> <strong>de</strong>lante como señal externa, tenían también la<br />

evi<strong>de</strong>ncia interna <strong>de</strong>l Espíritu Santo que estaba impresionando sus corazones, y les inspiraba<br />

esperanza. El viaje, aunque largo, fue para ellos muy feliz. Cuando llegaron a la tierra <strong>de</strong> Israel, y<br />

mientras bajaban <strong>de</strong>l monte <strong>de</strong> las Olivas, teniendo a Jerusalén a la vista, he aquí que la estrella<br />

que los había guiado durante todo el camino se <strong>de</strong>tuvo sobre el templo, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un momento<br />

<strong>de</strong>sapareció <strong>de</strong> su vista. Con avi<strong>de</strong>z aceleraron el paso, esperando con toda confianza que el<br />

nacimiento <strong>de</strong>l Mesías sería el motivo <strong>de</strong> toda conversación. Pero preguntaron en vano al respecto.<br />

Entrando en la ciudad santa, se dirigieron hacia el templo. Para su gran asombro, no encontraron<br />

allí nadie que pareciese saber nada <strong>de</strong>l recién nacido Rey.<br />

Sus preguntas no provocaban expresiones <strong>de</strong> gozo, sino más bien <strong>de</strong> sorpresa y temor, y hasta <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>sprecio. Los sacerdotes repetían tradiciones, Hacían alar<strong>de</strong> <strong>de</strong> su religión y <strong>de</strong> su piedad<br />

personal, mientras <strong>de</strong>nunciaban a los griegos y romanos como paganos, y más pecadores que los<br />

<strong>de</strong>más. Los magos no eran idólatras, y a la vista <strong>de</strong> Dios ocupaban una posición mucho más elevada<br />

que aquellos que profesaban adorarle; y sin embargo, los judíos los consi<strong>de</strong>raban paganos. Aun<br />

entre aquellos que fueron <strong>de</strong>signados guardianes <strong>de</strong> los Santos Oráculos, sus ávidas preguntas no<br />

<strong>de</strong>spertaron simpatía. <strong>La</strong> noticia <strong>de</strong> la llegada <strong>de</strong> los magos cundió rápidamente <strong>por</strong> toda Jerusalén.<br />

Su extraña misión creó agitación entre el pueblo, agitación que penetró hasta en el palacio <strong>de</strong>l rey<br />

Hero<strong>de</strong>s. El astuto idumeo quedó perturbado <strong>por</strong> la insinuación <strong>de</strong> que pudiese tener un rival.<br />

Innumerables crímenes habían manchado el camino <strong>de</strong> su ascensión al trono. Por ser <strong>de</strong> sangre<br />

extranjera, era odiado <strong>por</strong> el pueblo sobre el cual reinaba. Su única seguridad estribaba en el favor<br />

<strong>de</strong> Roma. Pero este nuevo príncipe tenía un <strong>de</strong>recho superior. Había nacido para el reino. Hero<strong>de</strong>s<br />

temió que los sacerdotes estuviesen maquinando con los extranjeros para excitar un tumulto<br />

popular que lo <strong>de</strong>stronase. Sin embargo, ocultó su <strong>de</strong>sconfianza, resuelto a hacer abortar sus planes<br />

<strong>por</strong> una astucia superior. Reuniendo a los príncipes <strong>de</strong> los sacerdotes y escribas, los interrogó<br />

acerca <strong>de</strong> lo que enseñaban sus libros sagrados con respecto al lugar en que había <strong>de</strong> nacer el<br />

Mesías.<br />

Esta investigación <strong>de</strong>l que usurpara el trono, hecha a petición <strong>de</strong> unos extranjeros, hirió el orgullo<br />

<strong>de</strong> los maestros judíos. <strong>La</strong> indiferencia con que se refirieron a los rollos <strong>de</strong> la profecía airó al celoso<br />

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