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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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con una antigua rencilla entre él y Hero<strong>de</strong>s. Y así resultó. Los dos magistrados se hicieron amigos<br />

con motivo <strong>de</strong>l juicio <strong>de</strong>l Salvador.<br />

Pilato volvió a confiar a Jesús a los soldados, y entre burlas e insultos <strong>de</strong> la muchedumbre, fue<br />

llevado apresuradamente al tribunal <strong>de</strong> Hero<strong>de</strong>s. "Y Hero<strong>de</strong>s, viendo a Jesús, holgóse mucho."<br />

Nunca se había encontrado antes con el Salvador, pero "hacía mucho que <strong>de</strong>seaba verle; <strong>por</strong>que<br />

había oído <strong>de</strong> él muchas cosas, y tenía esperanza que le vería hacer alguna señal." Este Hero<strong>de</strong>s<br />

era aquel cuyas manos se habían manchado con la sangre <strong>de</strong> Juan el Bautista. Cuando Hero<strong>de</strong>s<br />

oyó hablar <strong>por</strong> primera vez <strong>de</strong> Jesús, quedó aterrado, y dijo: "Este es Juan el que yo <strong>de</strong>gollé: él ha<br />

resucitado <strong>de</strong> los muertos;" "<strong>por</strong> eso virtu<strong>de</strong>s obran en él."* Sin embargo, Hero<strong>de</strong>s <strong>de</strong>seaba ver a<br />

Jesús. Ahora tenía o<strong>por</strong>tunidad <strong>de</strong> salvar la vida <strong>de</strong> este profeta, y el rey esperaba <strong>de</strong>sterrar para<br />

siempre <strong>de</strong> su memoria el recuerdo <strong>de</strong> aquella cabeza sangrienta que le llevaran en un plato.<br />

También <strong>de</strong>seaba satisfacer su curiosidad, y pensaba que si ofrecía a Cristo una perspectiva <strong>de</strong><br />

liberación, haría cualquier cosa que se le pidiese.<br />

Un gran grupo <strong>de</strong> sacerdotes y ancianos había acompañado a Cristo hasta Hero<strong>de</strong>s. Y cuando el<br />

Salvador fue llevado a<strong>de</strong>ntro, estos dignatarios, hablando todos con agitación, presentaron con<br />

instancias sus acusaciones contra él. Pero Hero<strong>de</strong>s prestó poca atención a sus cargos. Les or<strong>de</strong>nó<br />

que guardasen silencio, <strong>de</strong>seoso <strong>de</strong> tener una o<strong>por</strong>tunidad <strong>de</strong> interrogar a Cristo. Or<strong>de</strong>nó que le<br />

sacasen los hierros, al mismo tiempo que acusaba a sus enemigos <strong>de</strong> haberle maltratado. Mirando<br />

compasivamente al rostro sereno <strong>de</strong>l Re<strong>de</strong>ntor <strong>de</strong>l mundo, leyó en él solamente sabiduría y pureza.<br />

Tanto él como Pilato estaban convencidos <strong>de</strong> que Jesús había sido acusado <strong>por</strong> malicia y envidia.<br />

Hero<strong>de</strong>s interrogó a Cristo con muchas palabras, pero durante todo ese tiempo el Salvador mantuvo<br />

un profundo silencio.<br />

A la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l rey, se trajeron inválidos y mutilados, y se le or<strong>de</strong>nó a Cristo que probase sus asertos<br />

realizando un milagro. Los hombres dicen que pue<strong>de</strong>s sanar a los enfermos, dijo Hero<strong>de</strong>s. Yo<br />

<strong>de</strong>seo ver si tu muy difundida fama no ha sido exagerada. Jesús no respondió, y Hero<strong>de</strong>s continuó<br />

instándole: Si pue<strong>de</strong>s realizar milagros en favor <strong>de</strong> otros, hazlos ahora para tu propio bien, y saldrás<br />

beneficiado. Luego or<strong>de</strong>nó: Muéstranos una señal <strong>de</strong> que tienes el po<strong>de</strong>r que te ha atribuido el<br />

rumor. Pero Cristo permanecía como quien no oyese ni viese nada. El Hijo <strong>de</strong> Dios había tomado<br />

sobre sí la naturaleza humana. Debía obrar como el hombre habría tenido que obrar en tales<br />

circunstancias. Por lo tanto, no quiso realizar un milagro para ahorrarse el dolor y la humillación<br />

que el hombre habría tenido que so<strong>por</strong>tar si hubiese estado en una posición similar. Hero<strong>de</strong>s<br />

prometió a Cristo que si hacía algún milagro en su presencia, le libertaría. Los acusadores <strong>de</strong> Cristo<br />

habían visto con sus propios ojos las gran<strong>de</strong>s obras realizadas <strong>por</strong> su po<strong>de</strong>r. Le habían oído or<strong>de</strong>nar<br />

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