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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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hombre. <strong>La</strong> ley divina, a la cual somos inducidos a sujetarnos, es "la ley <strong>de</strong> libertad." * Los fariseos<br />

se habían <strong>de</strong>clarado a sí mismos hijos <strong>de</strong> Abrahán.<br />

Jesús les dijo que solamente haciendo las obras <strong>de</strong> Abrahán podían justificar esta pretensión. Los<br />

verda<strong>de</strong>ros hijos <strong>de</strong> Abrahán vivirían como él una vida <strong>de</strong> obediencia a Dios. No procurarían matar<br />

a Aquel que hablaba la verdad que le había sido dada <strong>por</strong> Dios. Al conspirar contra Cristo, los<br />

rabinos no estaban haciendo las obras <strong>de</strong> Abrahán. <strong>La</strong> simple <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Abrahán no tenía<br />

ningún valor. Sin una relación espiritual con él, la cual se hubiera manifestado poseyendo el mismo<br />

espíritu y haciendo las mismas obras, ellos no eran sus hijos. Este principio se aplica con igual<br />

propiedad a una cuestión que ha agitado <strong>por</strong> mucho tiempo al mundo cristiano: la cuestión <strong>de</strong> la<br />

sucesión apostólica. <strong>La</strong> <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Abrahán no se probaba <strong>por</strong> el nombre y el linaje, sino <strong>por</strong><br />

la semejanza <strong>de</strong>l carácter. <strong>La</strong> sucesión apostólica tampoco <strong>de</strong>scansa en la transmisión <strong>de</strong> la<br />

autoridad eclesiástica, sino en la relación espiritual. Una vida movida <strong>por</strong> el espíritu <strong>de</strong> los<br />

apóstoles, el creer y enseñar las verda<strong>de</strong>s que ellos enseñaron: ésta es la verda<strong>de</strong>ra evi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la<br />

sucesión apostólica. Es lo que constituye a los hombres sucesores <strong>de</strong> los primeros maestros <strong>de</strong>l<br />

Evangelio.<br />

Jesús negó que los judíos fueran hijos <strong>de</strong> Abrahán. Dijo: "Vosotros hacéis las obras <strong>de</strong> vuestro<br />

padre." En mofa respondieron: "Nosotros no somos nacidos <strong>de</strong> fornicación; un padre tenemos, que<br />

es Dios." Estas palabras, que aludían a las circunstancias <strong>de</strong>l nacimiento <strong>de</strong> Cristo, estaban<br />

<strong>de</strong>stinadas a ser una estocada contra Cristo en presencia <strong>de</strong> los que estaban comenzando a creer en<br />

él. Jesús no prestó oído a esta ruin insinuación, sino que dijo: "Si vuestro padre fuera Dios,<br />

ciertamente me amaríais: <strong>por</strong>que yo <strong>de</strong> Dios he salido, y he venido." Sus obras testificaban <strong>de</strong>l<br />

parentesco <strong>de</strong> ellos con el que era mentiroso y asesino. "Vosotros <strong>de</strong> vuestro padre el diablo sois -<br />

-dijo Jesús,-- y los <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> vuestro padre queréis cumplir. El, homicida ha sido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio,<br />

y no permaneció en la verdad, <strong>por</strong>que no hay verdad en él.... Y <strong>por</strong>que yo digo verdad, no me<br />

creéis."<br />

Porque Jesús hablaba la verdad y la <strong>de</strong>cía con certidumbre, no fue recibido <strong>por</strong> los dirigentes<br />

judíos. Era la verdad lo que ofendía a estos hombres que se creían justos. <strong>La</strong> verdad exponía la<br />

falacia <strong>de</strong>l error; con<strong>de</strong>naba sus enseñanzas y prácticas, y fue mal acogida. Ellos preferían cerrar<br />

los ojos a la verdad, antes que humillarse para confesar que habían estado en el error. No amaban<br />

la verdad. No la <strong>de</strong>seaban aunque era la verdad. "¿Quién <strong>de</strong> vosotros me convence <strong>de</strong> pecado? Y<br />

si digo la verdad, ¿Por qué no me creéis?'* Día tras día, durante tres años los enemigos <strong>de</strong> Cristo<br />

le habían seguido, procurando hallar alguna mancha en su carácter. Satanás y toda la confe<strong>de</strong>ración<br />

<strong>de</strong>l maligno habían estado tratando <strong>de</strong> vencerle; pero nada habían hallado en él <strong>de</strong> lo cual sacar<br />

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