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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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Esta cuestión provocaba entre los judíos interminables disputas. No tenían dudas en cuanto a los<br />

paganos y los samaritanos; éstos eran extranjeros y enemigos. Pero ¿Dón<strong>de</strong> <strong>de</strong>bía hacerse la<br />

distinción entre la gente <strong>de</strong> su propia nación, y entre las diferentes clases <strong>de</strong> la sociedad? ¿a quiénes<br />

<strong>de</strong>bían consi<strong>de</strong>rar como prójimos el sacerdote, el rabino, el anciano? Se pasaban la vida en un sin<br />

fin <strong>de</strong> ceremonias para purificarse. enseñaban que el trato con la multitud ignorante y <strong>de</strong>scuidada<br />

causaba una contaminación cuya supresión requería tedioso esfuerzo. ¿Debían consi<strong>de</strong>rar a los<br />

"inmundos" como prójimos? De nuevo Jesús rehusó ser arrastrado a una controversia. No <strong>de</strong>nunció<br />

el fanatismo <strong>de</strong> aquellos que le estaban vigilando para con<strong>de</strong>narle. Pero relatando una sencilla<br />

historia expuso a sus oyentes un cuadro tal <strong>de</strong>l superabundante amor celestial, que tocó todos los<br />

corazones, y arrancó <strong>de</strong>l doctor <strong>de</strong> la ley una confesión <strong>de</strong> la verdad. El modo <strong>de</strong> disipar las<br />

tinieblas consiste en dar entrada a la luz. la mejor manera <strong>de</strong> tratar con el error consiste en presentar<br />

la verdad. Es la revelación <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong> Dios lo que pone <strong>de</strong> manifiesto la <strong>de</strong>formidad y el pecado<br />

<strong>de</strong> la egolatría. un hombre --dijo Jesús-- <strong>de</strong>scendía <strong>de</strong> Jerusalén a Jericó, y cayó en manos <strong>de</strong><br />

ladrones, los cuales le <strong>de</strong>spojaron; e hiriéndole, se fueron, <strong>de</strong>jándole medio muerto. Y aconteció,<br />

que <strong>de</strong>scendió un sacerdote <strong>por</strong> aquel camino, y viéndole, se pasó <strong>de</strong> un lado. Y asimismo un<br />

levita, llegando cerca <strong>de</strong> aquel lugar, y viéndole, se pasó <strong>de</strong> un lado." Esta no era una escena<br />

imaginaria, sino un suceso reciente, conocido exactamente como fue presentado. El sacerdote y el<br />

levita que habían pasado <strong>de</strong> un lado estaban en la multitud que escuchaba las palabras <strong>de</strong> Cristo.<br />

Al ir <strong>de</strong> Jerusalén a Jericó, el viajero tenía que pasar <strong>por</strong> una región <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong> Ju<strong>de</strong>a. El<br />

camino atravesaba una hondonada <strong>de</strong>spoblada y peñascosa, que estaba infestada <strong>de</strong> ladrones, y era<br />

a menudo teatro <strong>de</strong> violencias. Era allí don<strong>de</strong> el viajero fue atacado, <strong>de</strong>spojado <strong>de</strong> todo lo que tenía<br />

valor, herido y magullado, y <strong>de</strong>jado medio muerto junto al camino. Mientras yacía en esta<br />

condición vino el sacerdote <strong>por</strong> ese camino; pero dirigió tan sólo una mirada <strong>de</strong> soslayo al herido.<br />

luego apareció el levita. curioso <strong>por</strong> saber lo que había acontecido, se <strong>de</strong>tuvo y miró al doliente.<br />

estaba convencido <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>bía hacer; pero no era un <strong>de</strong>ber agradable.<br />

Deseaba no haber venido <strong>por</strong> ese camino, para no haber necesitado ver al herido. Se persuadió <strong>de</strong><br />

que el caso no le concernía. estos dos hombres pertenecían al oficio sagrado y profesaban exponer<br />

las escrituras. pertenecían a la clase especialmente elegida para representar a Dios ante el pueblo.<br />

Se <strong>de</strong>bían "compa<strong>de</strong>cer <strong>de</strong> los ignorantes y extraviados,'* A fin <strong>de</strong> guiar a los hombres al<br />

conocimiento <strong>de</strong>l gran amor <strong>de</strong> Dios hacia la humanidad. la obra que estaban llamados a hacer era<br />

la misma que Jesús había <strong>de</strong>scrito como suya cuando dijo: "El espíritu <strong>de</strong>l Señor es sobre mí, <strong>por</strong><br />

cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres: me ha enviado para sanar a los<br />

quebrantados <strong>de</strong> corazón; para pregonar a los cautivos libertad, y a los ciegos vista; para poner en<br />

libertad a los quebrantados."<br />

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