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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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hallarse limitada estrechamente <strong>por</strong> la pobreza; pero él ha empeñado su palabra <strong>de</strong> que su<br />

necesidad será suplida, y ha prometido lo que es mucho mejor que los bienes mundanales: el<br />

permanente consuelo <strong>de</strong> su propia presencia.<br />

Al alimentar a los cinco mil, Jesús alzó el velo <strong>de</strong>l mundo <strong>de</strong> la naturaleza y reveló el po<strong>de</strong>r que<br />

se ejerce constantemente para nuestro bien. En la producción <strong>de</strong> las mieses terrenales, Dios obra<br />

un milagro cada día. Por medio <strong>de</strong> agentes naturales, se realiza la misma obra que fue hecha al<br />

alimentar a la multitud. Los hombres preparan el suelo y siembran la semilla, pero es la vida <strong>de</strong><br />

Dios la que hace germinar la simiente. Es la lluvia, el aire y el sol <strong>de</strong> Dios lo que le hace producir,<br />

primero hierba, luego espiga, <strong>de</strong>spués grano lleno en la espiga.'* Es Dios quien alimenta cada día<br />

los millones con las mieses <strong>de</strong> esta tierra. Los hombres están llamados a cooperar con Dios en el<br />

cuidado <strong>de</strong>l grano y la preparación <strong>de</strong>l pan, y <strong>por</strong> esto pier<strong>de</strong>n <strong>de</strong> vista la intervención divina. No<br />

dan a Dios la gloria que se <strong>de</strong>be a su santo nombre. Atribuyen la obra <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>r a causas naturales<br />

o a instrumentos humanos. Glorifican al hombre en lugar <strong>de</strong> Dios, y pervierten para usos egoístas<br />

sus dones misericordiosos, haciendo <strong>de</strong> ellos una maldición en vez <strong>de</strong> una bendición. Dios está<br />

tratando <strong>de</strong> cambiar todo esto. Desea que nuestros sentidos embotados sean vivificados para<br />

discernir su bondad misericordiosa y glorificarle <strong>por</strong> la manifestación <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>r. Desea que le<br />

reconozcamos en sus dones, a fin <strong>de</strong> que ellos sean, como él quería, una bendición para nosotros.<br />

Con este fin fueron realizados los milagros <strong>de</strong> Cristo. Después que la multitud hubo sido<br />

alimentada, sobraba abundante comida; pero el que dispone <strong>de</strong> todos los recursos <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r infinito<br />

dijo: "Recoged los pedazos que han quedado, <strong>por</strong>que no se pierda nada." Estas palabras<br />

significaban más que poner el pan en los cestos. <strong>La</strong> lección era doble. Nada se había <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>sperdiciar. No hemos <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r ninguna ventaja tem<strong>por</strong>al. No <strong>de</strong>bemos <strong>de</strong>scuidar nada <strong>de</strong> lo que<br />

pue<strong>de</strong> beneficiar a un ser humano. Recójase todo lo que aliviará la necesidad <strong>de</strong> los hambrientos<br />

<strong>de</strong> esta tierra. Debe manifestarse el mismo cuidado en las cosas espirituales. Cuando se recogieron<br />

los cestos <strong>de</strong> fragmentos, la gente se acordó <strong>de</strong> sus amigos en casa. Querían que ellos participasen<br />

<strong>de</strong>l pan que Cristo había ben<strong>de</strong>cido.<br />

El contenido <strong>de</strong> los canastos fue distribuido entre la ávida muchedumbre y llevado <strong>por</strong> toda la<br />

región circundante. Así también los que estuvieron en el festín <strong>de</strong>bían dar a otros el pan <strong>de</strong>l cielo<br />

para satisfacer el hambre <strong>de</strong>l alma. Habían <strong>de</strong> repetir lo que habían aprendido acerca <strong>de</strong> las cosas<br />

admirables <strong>de</strong> Dios. Nada había <strong>de</strong> per<strong>de</strong>rse. Ni una sola palabra concerniente a su salvación eterna<br />

había <strong>de</strong> caer inútilmente al suelo. El milagro <strong>de</strong> los panes enseña una lección en cuanto a <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>r<br />

<strong>de</strong> Dios. Cuando Cristo alimentó a los cinco mil, la comida no estaba cerca. Aparentemente él no<br />

disponía <strong>de</strong> recursos. Allí estaba, en el <strong>de</strong>sierto, con cinco mil hombres, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> las mujeres y<br />

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