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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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CAPÍTULO 54 : El Buen Samaritano<br />

EN LA historia <strong>de</strong>l buen samaritano, Cristo ilustra la naturaleza <strong>de</strong> la verda<strong>de</strong>ra religión. muestra<br />

que ésta no consiste en sistemas, credos, o ritos, sino en la realización <strong>de</strong> actos <strong>de</strong> amor, en hacer<br />

el mayor bien a otros, en la bondad genuina. mientras Cristo estaba enseñando a la gente, "he aquí,<br />

un doctor <strong>de</strong> la ley se levantó, tentándole y diciendo: Maestro, ¿Haciendo qué cosa poseeré la vida<br />

eterna?" con expectante atención, la muchedumbre congregada esperó la respuesta. Los sacerdotes<br />

y rabinos habían pensado enredar a Cristo induciendo al doctor <strong>de</strong> la ley a dirigirle esta pregunta.<br />

Pero el Salvador no entró en controversia. exigió la respuesta al mismo interrogador. "¿Qué está<br />

escrito en la ley? --dijo él-- ¿Cómo lees?" Los judíos seguían acusando a Jesús <strong>de</strong> tratar con<br />

liviandad la ley dada <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el Sinaí; pero él encausó el problema <strong>de</strong> la salvación hacia la<br />

observancia <strong>de</strong> los mandamientos <strong>de</strong> Dios. El doctor <strong>de</strong> la ley dijo: "amarás al Señor tu Dios <strong>de</strong><br />

todo tu corazón, y <strong>de</strong> toda tu alma, y <strong>de</strong> todas tus fuerzas, y <strong>de</strong> todo tu entendimiento; y a tu prójimo<br />

como a ti mismo."<br />

Jesús dijo: "bien has respondido: haz esto, y vivirás." El doctor <strong>de</strong> la ley no estaba satisfecho con<br />

la opinión y las obras <strong>de</strong> los fariseos. Había estado estudiando las escrituras con el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> conocer<br />

el significado real. tenía vital interés en el asunto, y había preguntado con sinceridad: "¿haciendo<br />

qué cosa poseeré la vida eterna?" En su respuesta tocante a los requerimientos <strong>de</strong> la ley, pasó <strong>por</strong><br />

alto el cúmulo <strong>de</strong> preceptos ceremoniales y rituales. No les atribuyó ningún valor, sino que<br />

presentó los dos gran<strong>de</strong>s principios <strong>de</strong> los cuales <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>n la ley y los profetas. esta respuesta, al<br />

ser elogiada <strong>por</strong> Cristo, colocó al Salvador en un terreno ventajoso frente a los rabinos. No podrían<br />

con<strong>de</strong>narle <strong>por</strong> haber sancionado lo <strong>de</strong>clarado <strong>por</strong> un expositor <strong>de</strong> la ley. "haz esto, y vivirás," dijo<br />

Jesús. presentó la ley como una unidad divina, enseñando así que es imposible guardar un precepto<br />

y quebrantar otro; <strong>por</strong>que el mismo principio corre <strong>por</strong> todos ellos. El <strong>de</strong>stino <strong>de</strong>l hombre será<br />

<strong>de</strong>terminado <strong>por</strong> su obediencia a toda la ley.<br />

El amor supremo a Dios y el amor imparcial al hombre son los principios que <strong>de</strong>ben practicarse<br />

en la vida. El legista se reconoció transgresor <strong>de</strong> la ley. bajo las palabras escrutadoras <strong>de</strong> Cristo, se<br />

vio culpable. No practicaba la justicia <strong>de</strong> la ley que pretendía conocer. No había manifestado amor<br />

hacia su prójimo. necesitaba arrepentirse; pero en vez <strong>de</strong> hacerlo, trató <strong>de</strong> justificarse. En lugar <strong>de</strong><br />

reconocer la verdad, trató <strong>de</strong> mostrar cuán difícil es la observancia <strong>de</strong> los mandamientos. así<br />

esperaba mantener a raya la convicción <strong>de</strong> su culpabilidad y vindicarse ante el pueblo. <strong>La</strong>s palabras<br />

<strong>de</strong>l Salvador habían <strong>de</strong>mostrado que su pregunta era innecesaria, puesto que él mismo había podido<br />

contestarla. Con todo, hizo otra, diciendo: "¿Quién es mi prójimo?"<br />

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