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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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pecado. Sin embargo, los discípulos no comprendieron a Jesús. En su repentina partida <strong>de</strong><br />

Magdalá, se habían olvidado <strong>de</strong> llevar pan, y tenían sólo un pan consigo. Creyeron que Cristo se<br />

refería a esta circunstancia y les recomendaba no comprar pan a un fariseo o a un saduceo. Con<br />

frecuencia su falta <strong>de</strong> fe y <strong>de</strong> percepción espiritual les había hecho compren<strong>de</strong>r así erróneamente<br />

sus palabras. En esa ocasión, Jesús los reprendió <strong>por</strong> pensar que el que había alimentado a miles<br />

<strong>de</strong> personas con algunos peces y panes <strong>de</strong> cebada, pudiese referirse en esta solemne amonestación<br />

simplemente al alimento tem<strong>por</strong>al. Había peligro <strong>de</strong> que el astuto raciocinio <strong>de</strong> los fariseos y<br />

saduceos sumiese a sus discípulos en la incredulidad y les hiciese consi<strong>de</strong>rar livianamente las obras<br />

<strong>de</strong> Cristo. Los discípulos se inclinaban a pensar que su Maestro <strong>de</strong>biera haber otorgado una señal<br />

en los cielos cuando se la habían pedido. Creían que él era perfectamente capaz <strong>de</strong> realizarla, y<br />

que una señal tal habría acallado a sus enemigos. No discernían la hipocresía <strong>de</strong> esos caviladores.<br />

Meses más tar<strong>de</strong>, "juntándose muchas gentes, tanto que unos a otros se hollaban," Jesús repitió la<br />

misma enseñanza. "Comenzó a <strong>de</strong>cir a sus discípulos, primeramente: Guardaos <strong>de</strong> la levadura <strong>de</strong><br />

los fariseos, que es hipocresía."* <strong>La</strong> levadura puesta en la harina obra imperceptiblemente y<br />

cambia toda la masa <strong>de</strong> modo que comparta su propia naturaleza. Así también, si se la tolera en el<br />

corazón, la hipocresía impregna el carácter y la vida. Cristo había reprendido ya un notable ejemplo<br />

<strong>de</strong> la hipocresía farisaica al <strong>de</strong>nunciar la práctica <strong>de</strong>l "Corbán," <strong>por</strong> medio <strong>de</strong> la cual se ocultaba<br />

una negligencia <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ber filial bajo una afectación <strong>de</strong> generosidad hacia el templo. Los escribas y<br />

fariseos insinuaban principios engañosos. Ocultaban la verda<strong>de</strong>ra ten<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> sus doctrinas y<br />

aprovechaban toda ocasión <strong>de</strong> inculcarlas arteramente en el ánimo <strong>de</strong> sus oyentes. Estos falsos<br />

principios, una vez aceptados, obraban como la levadura en la harina, impregnando y<br />

transformando el carácter. Esta enseñanza engañosa era lo que hacía tan difícil para la gente recibir<br />

las palabras <strong>de</strong> Cristo.<br />

<strong>La</strong>s mismas influencias obran hoy <strong>por</strong> medio <strong>de</strong> aquellos que tratan <strong>de</strong> explicar la ley <strong>de</strong> Dios <strong>de</strong><br />

modo que la hagan conformar con sus prácticas. Esta clase no ataca abiertamente la ley, sino que<br />

presenta teorías especulativas que minan sus principios. <strong>La</strong> explican en forma que <strong>de</strong>struye su<br />

fuerza. <strong>La</strong> hipocresía <strong>de</strong> los fariseos era resultado <strong>de</strong> su egoísmo. <strong>La</strong> glorificación propia era el<br />

objeto <strong>de</strong> su vida. Esto era lo que los inducía a pervertir y aplicar mal las Escrituras, y los cegaba<br />

en cuanto al propósito <strong>de</strong> la misión <strong>de</strong> Cristo. Aun los discípulos <strong>de</strong> Cristo estaban en peligro <strong>de</strong><br />

albergar este mal sutil. Los que <strong>de</strong>cían seguir a Cristo, pero no lo habían <strong>de</strong>jado todo para ser sus<br />

discípulos, sentían profundamente la influencia <strong>de</strong>l raciocinio <strong>de</strong> los fariseos. Con frecuencia<br />

vacilaban entre la fe y la incredulidad, y no discernían los tesoros <strong>de</strong> sabiduría escondidos en<br />

Cristo. Los mismos discípulos, aunque exteriormente lo habían abandonado todo <strong>por</strong> amor a Jesús,<br />

no habían cesado en su corazón <strong>de</strong> <strong>de</strong>sear gran<strong>de</strong>s cosas para sí.<br />

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