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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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armonía con la obra <strong>de</strong> los ángeles <strong>de</strong> Dios, que están siempre <strong>de</strong>scendiendo y ascendiendo entre<br />

el cielo y la tierra para servir a la humanidad doliente. Jesús dijo: "Mi Padre hasta ahora obra, y yo<br />

obro."<br />

Todos los días son <strong>de</strong> Dios y apropiados para realizar sus planes en favor <strong>de</strong> la familia humana. Si<br />

la interpretación que los judíos daban a la ley era correcta, entonces era culpable Jehová cuya obra<br />

ha vivificado y sostenido toda cosa viviente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que echó los fundamentos <strong>de</strong> la tierra. Entonces<br />

el que <strong>de</strong>claró buena su obra, e instituyó el sábado para conmemorar su terminación, <strong>de</strong>bía hacer<br />

alto en su labor y <strong>de</strong>tener los incesantes procesos <strong>de</strong>l universo. ¿Debía Dios prohibir al sol que<br />

realizase su oficio en sábado, suspen<strong>de</strong>r sus agradables rayos para que no calentasen la tierra ni<br />

nutriesen la vegetación? ¿Debía el sistema <strong>de</strong> los mundos <strong>de</strong>tenerse durante el día santo? ¿Debía<br />

or<strong>de</strong>nar a los arroyos que <strong>de</strong>jasen <strong>de</strong> regar los campos y los bosques, y pedir a las olas <strong>de</strong>l mar que<br />

<strong>de</strong>tuviesen su incesante flujo y reflujo? ¿Debían el trigo y la cebada <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> crecer, y el racimo<br />

suspen<strong>de</strong>r su maduración purpúrea ? ¿ Debían los árboles y las flores <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> crecer o abrirse en<br />

sábado? En tal caso, el hombre echaría <strong>de</strong> menos los frutos <strong>de</strong> la tierra y las bendiciones que hacen<br />

<strong>de</strong>seable la vida.<br />

<strong>La</strong> naturaleza <strong>de</strong>bía continuar su curso invariable. Dios no podía <strong>de</strong>tener su mano <strong>por</strong> un momento,<br />

o el hombre <strong>de</strong>smayaría y moriría. Y el hombre también tiene una obra que cumplir en sábado:<br />

aten<strong>de</strong>r las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la vida, cuidar a los enfermos, proveer a los menesterosos. No será<br />

tenido <strong>por</strong> inocente quien <strong>de</strong>scui<strong>de</strong> el alivio <strong>de</strong>l sufrimiento ese día. El santo día <strong>de</strong> reposo <strong>de</strong> Dios<br />

fue hecho para el hombre, y las obras <strong>de</strong> misericordia están en perfecta armonía con su propósito.<br />

Dios no <strong>de</strong>sea que sus criaturas sufran una hora <strong>de</strong> dolor que pueda ser aliviada en sábado o<br />

cualquier otro día. Lo que se <strong>de</strong>manda a Dios en sábado es aun más que en los otros días. Sus hijos<br />

<strong>de</strong>jan entonces su ocupación corriente, y <strong>de</strong>dican su tiempo a la meditación y el culto. Le pi<strong>de</strong>n<br />

más favores el sábado que los <strong>de</strong>más días. Requieren su atención especial. Anhelan sus<br />

bendiciones más selectas. Dios no espera que haya transcurrido el sábado para otorgar lo que le<br />

han pedido. <strong>La</strong> obra <strong>de</strong>l cielo no cesa nunca, y los hombres no <strong>de</strong>bieran nunca <strong>de</strong>scansar <strong>de</strong> hacer<br />

bien.<br />

El sábado no está <strong>de</strong>stinado a ser un período <strong>de</strong> inactividad inútil. <strong>La</strong> ley prohibe el trabajo secular<br />

en el día <strong>de</strong> reposo <strong>de</strong>l Señor; <strong>de</strong>be cesar el trabajo con el cual nos ganamos la vida; ninguna labor<br />

que tenga <strong>por</strong> fin el placer mundanal o el provecho es lícita en ese día; pero como Dios abandonó<br />

su trabajo <strong>de</strong> creación y <strong>de</strong>scansó el sábado y lo bendijo, el hombre ha <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar las ocupaciones <strong>de</strong><br />

su vida diaria, y consagrar esas horas sagradas al <strong>de</strong>scanso sano, al culto y a las obras santas. <strong>La</strong><br />

obra que hacía Cristo al sanar a los enfermos estaba en perfecta armonía con la ley. Honraba el<br />

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