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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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CAPÍTULO 53 : El Último Viaje Des<strong>de</strong> Galilea<br />

AL ACERCARSE el fin <strong>de</strong> su ministerio, cambió Jesús su manera <strong>de</strong> trabajar. Antes, había<br />

procurado rehuir la excitación y la publicidad. Había rehusado el homenaje <strong>de</strong>l pueblo y pasado<br />

rápidamente <strong>de</strong> un lugar a otro cuando el entusiasmo popular en su favor parecía volverse<br />

ingobernable. Vez tras vez había or<strong>de</strong>nado que nadie <strong>de</strong>clarase que él era el Cristo. En ocasión <strong>de</strong><br />

la fiesta <strong>de</strong> las cabañas, su viaje a Jerusalén fue hecho secreta y apresuradamente. Cuando sus<br />

hermanos le instaron a presentarse públicamente como el Mesías, contestó: "Mi tiempo aún no ha<br />

venido.'* Hizo su viaje a Jerusalén sin ser notado, y entró en la ciudad sin ser anunciado ni honrado<br />

<strong>por</strong> la multitud. Pero no sucedió así en ocasión <strong>de</strong> su último viaje. Había abandonado a Jerusalén<br />

<strong>por</strong> una tem<strong>por</strong>ada a causa <strong>de</strong> la malicia <strong>de</strong> los sacerdotes y rabinos. Pero ahora regresó <strong>de</strong> la<br />

manera más pública, <strong>por</strong> una ruta tortuosa y precedido <strong>de</strong> un anuncio <strong>de</strong> su venida, que no había<br />

permitido antes. Estaba marchando hacia el escenario <strong>de</strong> su gran sacrificio, hacia el cual la atención<br />

<strong>de</strong>l pueblo <strong>de</strong>bía dirigirse. "Y como Moisés levantó la serpiente en el <strong>de</strong>sierto, así es necesario que<br />

el Hijo <strong>de</strong>l hombre sea levantado."<br />

* Como los ojos <strong>de</strong> todo Israel se habían dirigido a la serpiente levantada, símbolo <strong>de</strong> su curación,<br />

así los ojos <strong>de</strong>bían ser atraídos a Cristo, el sacrificio que traería salvación al mundo perdido. Era<br />

un concepto falso <strong>de</strong> la obra <strong>de</strong>l Mesías y una falta <strong>de</strong> fe en el carácter divino <strong>de</strong> Jesús, lo que había<br />

inducido a sus hermanos a instarle a presentarse públicamente al pueblo en ocasión <strong>de</strong> la fiesta <strong>de</strong><br />

las cabañas. Ahora, con un espíritu análogo a éste, los discípulos quisieron impedirle hacer el viaje<br />

a Jerusalén. Recordaban sus palabras referentes a lo que había <strong>de</strong> suce<strong>de</strong>rle allí, conocían la<br />

hostilidad implacable <strong>de</strong> los dirigentes religiosos, y <strong>de</strong> buena gana hubieran disuadido a su Maestro<br />

<strong>de</strong> ir allá. Para el corazón <strong>de</strong> Cristo, era una prueba amarga avanzar contra los temores, los<br />

<strong>de</strong>sengaños y la incredulidad <strong>de</strong> sus amados discípulos. Era duro llevarlos a<strong>de</strong>lante, a la angustia<br />

y <strong>de</strong>sesperación que les aguardaban en Jerusalén. Y Satanás estaba listo para apremiar con sus<br />

tentaciones al Hijo <strong>de</strong>l hombre. ¿Por qué iría ahora a Jerusalén, a una muerte segura? En todo su<br />

<strong>de</strong>rredor había almas hambrientas <strong>de</strong>l pan <strong>de</strong> vida. Por todas partes había dolientes que aguardaban<br />

su palabra sanadora.<br />

<strong>La</strong> obra que había <strong>de</strong> realizarse mediante el Evangelio <strong>de</strong> su gracia sólo había comenzado. Y él<br />

estaba lleno <strong>de</strong> vigor, en la flor <strong>de</strong> su virilidad. ¿Por qué no se dirigiría hacia los vastos campos<br />

<strong>de</strong>l mundo con las palabras <strong>de</strong> su gracia, el toque <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>r curativo? ¿Por qué no tendría el gozo<br />

<strong>de</strong> impartir luz y alegría a aquellos entenebrecidos y apenados millones? ¿Por qué <strong>de</strong>jaría la siega<br />

<strong>de</strong> esas multitu<strong>de</strong>s a sus discípulos, tan faltos <strong>de</strong> fe, tan embotados <strong>de</strong> entendimiento, tan lentos<br />

para obrar? ¿Por qué habría <strong>de</strong> arrostrar la muerte ahora y abandonar la obra en sus comienzos? El<br />

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