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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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Mas no manifestó sorpresa <strong>por</strong> la noticia que le traían, sino que, con un interés cuya profundidad<br />

ellos no podían conocer, les preguntó a qué hora había empezado a mejorar el niño. Ellos le<br />

contestaron: "Ayer a las siete le <strong>de</strong>jó la fiebre." En el instante en que la fe <strong>de</strong>l padre había aceptado<br />

el aserto: "Tu hijo vive," el amor divino había tocado al niño moribundo.<br />

El padre corrió a saludar a su hijo. Le estrechó sobre su corazón como si le hubiese recuperado <strong>de</strong><br />

la muerte, y agra<strong>de</strong>ció repetidas veces a Dios <strong>por</strong> su curación maravillosa. El noble <strong>de</strong>seaba<br />

conocer más <strong>de</strong> Cristo, y al oír más tar<strong>de</strong> sus enseñanzas, él y toda su familia llegaron a ser<br />

discípulos suyos. Su aflicción fue santificada para la conversión <strong>de</strong> toda su familia. <strong>La</strong>s nuevas <strong>de</strong>l<br />

milagro se difundieron; y en Capernaúm, don<strong>de</strong> Cristo realizara tantas obras maravillosas, quedó<br />

preparado el terreno para su ministerio personal. El que bendijo al noble en Capernaúm siente hoy<br />

tantos <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> ben<strong>de</strong>cirnos a nosotros. Pero como el padre afligido, somos con frecuencia<br />

inducidos a buscar a Jesús <strong>por</strong> el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> algún beneficio terrenal; y hacemos <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>r nuestra<br />

confianza en su amor <strong>de</strong> que nos sea otorgado lo pedido. El Salvador anhela darnos una bendición<br />

mayor que la que solicitamos; y dilata la respuesta a nuestra petición a fin <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r mostrarnos el<br />

mal que hay en nuestro corazón y nuestra profunda necesidad <strong>de</strong> su gracia.<br />

Desea que renunciemos al egoísmo que nos induce a buscarle. Confesando nuestra impotencia y<br />

acerba necesidad, <strong>de</strong>bemos confiarnos completamente a su amor. El noble quería ver el<br />

cumplimiento <strong>de</strong> su oración antes <strong>de</strong> creer; pero tuvo que aceptar el aserto <strong>de</strong> Jesús <strong>de</strong> que su<br />

petición había sido oída, y el beneficio otorgado. También nosotros tenemos que apren<strong>de</strong>r esta<br />

lección. Nuestra fe en Cristo no <strong>de</strong>be estribar en que veamos o sintamos que él nos oye. Debemos<br />

confiar en sus promesas. Cuando acudimos a él con fe, toda petición alcanza al corazón <strong>de</strong> Dios.<br />

Cuando hemos pedido su bendición, <strong>de</strong>bemos creer que la recibimos y agra<strong>de</strong>cerle <strong>de</strong> que la hemos<br />

recibido. Luego <strong>de</strong>bemos aten<strong>de</strong>r nuestros <strong>de</strong>beres, seguros <strong>de</strong> que la bendición se realizará cuando<br />

más la necesitemos. Cuando hayamos aprendido a hacer esto, sabremos que nuestras oraciones son<br />

contestadas. Dios obrará <strong>por</strong> nosotros "mucho más abundantemente <strong>de</strong> lo que pedimos,"<br />

"conforme a las riquezas <strong>de</strong> su gloria," y <strong>por</strong> la operación <strong>de</strong> la potencia <strong>de</strong> su fortaleza."*<br />

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