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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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<strong>de</strong> su noche <strong>de</strong> lucha con el ángel, exclamó: "Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma."* Jacob<br />

había sido culpable <strong>de</strong> un gran pecado en su conducta hacia Esaú; pero se había arrepentido. Su<br />

transgresión había sido perdonada, y purificado su pecado; <strong>por</strong> lo tanto, podía so<strong>por</strong>tar la<br />

revelación <strong>de</strong> la presencia <strong>de</strong> Dios. Pero siempre que los hombres se presentaron a Dios mientras<br />

albergaban voluntariamente el mal, fueron <strong>de</strong>struidos. En el segundo advenimiento <strong>de</strong> Cristo, los<br />

impíos serán consumidos "con el espíritu <strong>de</strong> su boca," y <strong>de</strong>struidos con el resplandor <strong>de</strong> su venida.'*<br />

<strong>La</strong> luz <strong>de</strong> la gloria <strong>de</strong> Dios, que imparte vida a los justos, matará a los impíos.<br />

En el tiempo <strong>de</strong> Juan el Bautista, Cristo estaba <strong>por</strong> presentarse como revelador <strong>de</strong>l carácter <strong>de</strong><br />

Dios. Su misma presencia haría manifiestos a los hombres sus pecados. Únicamente en la medida<br />

en que estuviesen dispuestos a ser purificados <strong>de</strong> sus pecados, podrían ellos entrar en comunión<br />

con él. Únicamente los limpios <strong>de</strong> corazón podrían morar en su presencia. Así <strong>de</strong>claraba Juan el<br />

Bautista el mensaje <strong>de</strong> Dios a Israel. Muchos prestaban oído a sus instrucciones. Muchos lo<br />

sacrificaban todo a fin <strong>de</strong> obe<strong>de</strong>cer. Multitu<strong>de</strong>s seguían <strong>de</strong> lugar en lugar a ese nuevo Maestro, y<br />

no pocos abrigaban la esperanza <strong>de</strong> que fuese el Mesías. Pero al ver Juan que el pueblo se volvía<br />

hacia él, buscaba toda o<strong>por</strong>tunidad <strong>de</strong> dirigir su fe a Aquel que había <strong>de</strong> venir.<br />

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