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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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Nadie <strong>de</strong>be excluirse <strong>de</strong> la comunión <strong>por</strong>que esté presente alguna persona indigna. Cada discípulo<br />

está llamado a participar públicamente <strong>de</strong> ella y dar así testimonio <strong>de</strong> que acepta a Cristo como<br />

Salvador personal. Es en estas ocasiones <strong>de</strong>signadas <strong>por</strong> él mismo cuando Cristo se encuentra con<br />

los suyos y los fortalece <strong>por</strong> su presencia. Corazones y manos indignos pue<strong>de</strong>n administrar el rito;<br />

sin embargo, Cristo está allí para ministrar a sus hijos. Todos los que vienen con su fe fija en él<br />

serán gran<strong>de</strong>mente ben<strong>de</strong>cidos. Todos los que <strong>de</strong>scuidan estos momentos <strong>de</strong> privilegio divino<br />

sufrirán una pérdida. Acerca <strong>de</strong> ellos se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir con acierto: No estáis limpios todos." Al<br />

participar con sus discípulos <strong>de</strong>l pan y <strong>de</strong>l vino, Cristo se comprometió como su Re<strong>de</strong>ntor. Les<br />

confió el nuevo pacto, <strong>por</strong> medio <strong>de</strong>l cual todos los que le reciben llegan a ser hijos <strong>de</strong> Dios,<br />

cohere<strong>de</strong>ros con Cristo.<br />

Por este pacto, venía a ser suya toda bendición que el cielo podía conce<strong>de</strong>r para esta vida y la<br />

veni<strong>de</strong>ra. Este pacto había <strong>de</strong> ser ratificado <strong>por</strong> la sangre <strong>de</strong> Cristo. <strong>La</strong> administración <strong>de</strong>l<br />

sacramento había <strong>de</strong> recordar a los discípulos el sacrificio infinito hecho <strong>por</strong> cada uno <strong>de</strong> ellos<br />

como parte <strong>de</strong>l gran conjunto <strong>de</strong> la humanidad caída. Pero el servicio <strong>de</strong> la comunión no había <strong>de</strong><br />

ser una ocasión <strong>de</strong> tristeza. Tal no era su propósito. Mientras los discípulos <strong>de</strong>l Señor se reúnen<br />

alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> su mesa, no han <strong>de</strong> recordar y lamentar sus faltas. No han <strong>de</strong> espaciarse en su<br />

experiencia religiosa pasada, haya sido ésta elevadora o <strong>de</strong>primente. No han <strong>de</strong> recordar las<br />

divergencias existentes entre ellos y sus hermanos.<br />

El rito preparatorio ha abarcado todo esto. El examen propio, la confesión <strong>de</strong>l pecado, la<br />

reconciliación <strong>de</strong> las divergencias, todo esto se ha hecho. Ahora han venido para encontrarse con<br />

Cristo. No han <strong>de</strong> permanecer en la sombra <strong>de</strong> la cruz, sino en su luz salvadora. Han <strong>de</strong> abrir el<br />

alma a los brillantes rayos <strong>de</strong>l Sol <strong>de</strong> justicia. Con corazones purificados <strong>por</strong> la preciosísima sangre<br />

<strong>de</strong> Cristo, en plena conciencia <strong>de</strong> su presencia, aunque invisible, han <strong>de</strong> oír sus palabras: "<strong>La</strong> paz<br />

os <strong>de</strong>jo, mi paz os doy: no como el mundo la da, yo os la doy."* Nuestro Señor dice: Bajo la<br />

convicción <strong>de</strong>l pecado, recordad que yo morí <strong>por</strong> vosotros. Cuando seáis oprimidos, perseguidos<br />

y afligidos <strong>por</strong> mi causa y la <strong>de</strong>l Evangelio, recordad mi amor, el cual fue tan gran<strong>de</strong> que di mi<br />

vida <strong>por</strong> vosotros. Cuando vuestros <strong>de</strong>beres parezcan austeros y severos, y vuestras cargas<br />

<strong>de</strong>masiado pesadas, recordad que <strong>por</strong> vuestra causa so<strong>por</strong>té la cruz, menospreciando la vergüenza.<br />

Cuando vuestro corazón se atemoriza ante la penosa prueba, recordad que vuestro Re<strong>de</strong>ntor vive<br />

para interce<strong>de</strong>r <strong>por</strong> vosotros. El rito <strong>de</strong> la comunión señala la segunda venida <strong>de</strong> Cristo. Estaba<br />

<strong>de</strong>stinado a mantener esta esperanza viva en la mente <strong>de</strong> los discípulos. En cualquier o<strong>por</strong>tunidad<br />

en que se reuniesen para conmemorar su muerte, relataban cómo él "tomando el vaso, y hechas<br />

gracias, les dio, diciendo: Bebed <strong>de</strong> él todos; <strong>por</strong>que esto es mi sangre <strong>de</strong>l nuevo pacto, la cual es<br />

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