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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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apreciaban poco el tesoro con que el Cielo trataba <strong>de</strong> enriquecerlos. Sin embargo, recibieron gran<br />

luz. Se les aseguró que todo el cielo conocía el pecado <strong>de</strong> la nación judía al rechazar a Cristo. Se<br />

les dio una percepción más clara <strong>de</strong> la obra <strong>de</strong>l Re<strong>de</strong>ntor. Vieron con sus ojos y oyeron con sus<br />

oídos cosas que superaban la comprensión humana. Fueron "testigos oculares <strong>de</strong> su majestad,"* y<br />

comprendieron que Jesús era <strong>de</strong> veras el Mesías, <strong>de</strong> quien los patriarcas y profetas habían dado<br />

testimonio, y que era reconocido como tal <strong>por</strong> el universo celestial.<br />

Mientras estaban aún mirando la escena sobre el monte, "he aquí una nube <strong>de</strong> luz que los cubrió;<br />

y he aquí una voz <strong>de</strong> la nube, que dijo: Este es mi Hijo amado, en el cual tomo contentamiento: a<br />

él oíd." Mientras contemplaban la nube <strong>de</strong> gloria, más resplan<strong>de</strong>ciente que la que iba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />

las tribus <strong>de</strong> Israel en el <strong>de</strong>sierto; mientras oían la voz <strong>de</strong> Dios que hablaba en la pavorosa majestad<br />

que hizo temblar la montaña, los discípulos cayeron abrumados al suelo. Permanecieron postrados,<br />

con los rostros ocultos, hasta que Jesús se les acercó, y tocándolos, disipó sus temores con su voz<br />

bien conocida: "Levantaos, y no temáis." Aventurándose a alzar los ojos, vieron que la gloria<br />

celestial se había <strong>de</strong>svanecido y que Moisés y Elías habían <strong>de</strong>saparecido. Estaban sobre el monte,<br />

solos con Jesús.<br />

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