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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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CAPÍTULO 30 : <strong>La</strong> Or<strong>de</strong>nación <strong>de</strong> los Doce<br />

"SUBIO al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él. Y estableció doce, para que<br />

estuviesen con él, y para enviarlos a predicar." Debajo <strong>de</strong> los protectores árboles <strong>de</strong> la la<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> la<br />

montaña, pero a corta distancia <strong>de</strong>l mar <strong>de</strong> Galilea, fueron llamados los doce al apostolado y fue<br />

pronunciado el sermón <strong>de</strong>l monte. Los campos y las colinas eran los lugares favoritos <strong>de</strong> Jesús, y<br />

muchas <strong>de</strong> sus enseñanzas fueron dadas al aire libre más bien que en el templo o en las sinagogas.<br />

Ninguna sinagoga podría haber contenido a las muchedumbres que le seguían. Pero no sólo <strong>por</strong><br />

esto prefería él enseñar en los campos y huertos. Jesús amaba las escenas <strong>de</strong> la naturaleza.<br />

Para él, cada tranquilo retiro era un templo sagrado. Fue bajo los árboles <strong>de</strong>l Edén don<strong>de</strong> los<br />

primeros moradores <strong>de</strong> la tierra eligieron su santuario. Allí Cristo se había comunicado con el<br />

padre <strong>de</strong> la humanidad. Cuando fueron <strong>de</strong>sterrados <strong>de</strong>l Paraíso, nuestros primeros padres siguieron<br />

adorando en los campos y vergeles, y allí Cristo se encontraba con ellos y les comunicaba el<br />

Evangelio <strong>de</strong> su gracia. Fue Cristo quien habló a Abrahán bajo los robles <strong>de</strong> Mamre; con Isaac<br />

cuando salió a orar en los campos a la hora <strong>de</strong>l crepúsculo; con Jacob en la colina <strong>de</strong> Betel; con<br />

Moisés entre las montañas <strong>de</strong> Madián; y con el zagal David mientras cuidaba sus rebaños. Era <strong>por</strong><br />

indicación <strong>de</strong> Cristo <strong>por</strong> lo que durante quince siglos el pueblo hebreo había <strong>de</strong>jado sus hogares<br />

durante una semana cada año, y había morado en cabañas formadas con ramas ver<strong>de</strong>s, gajos con<br />

fruto <strong>de</strong> árbol hermoso, ramos <strong>de</strong> palmas, y ramas <strong>de</strong> árboles espesos, y sauces <strong>de</strong> los arroyos.'*<br />

Mientras educaba a sus discípulos, Jesús solía apartarse <strong>de</strong> la confusión <strong>de</strong> la ciudad a la<br />

tranquilidad <strong>de</strong> los campos y las colinas, <strong>por</strong>que estaba más en armonía con las lecciones <strong>de</strong><br />

abnegación que <strong>de</strong>seaba enseñarles. Y durante su ministerio 258 se <strong>de</strong>leitaba en congregar a la<br />

gente en <strong>de</strong>rredor suyo bajo los cielos azules, en algún collado hermoso, o en la playa a la ribera<br />

<strong>de</strong>l lago. Allí, ro<strong>de</strong>ado <strong>por</strong> las obras <strong>de</strong> su propia creación, podía dirigir los pensamientos <strong>de</strong> sus<br />

oyentes <strong>de</strong> lo artificial a lo natural. En el crecimiento y <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la naturaleza se revelaban los<br />

principios <strong>de</strong> su reino. Al levantar los hombres los ojos a las colinas <strong>de</strong> Dios, y contemplar las<br />

obras maravillosas <strong>de</strong> sus manos, podían apren<strong>de</strong>r lecciones preciosas <strong>de</strong> la verdad divina.<br />

<strong>La</strong> enseñanza <strong>de</strong> Cristo les era repetida en las cosas <strong>de</strong> la naturaleza. Así suce<strong>de</strong> con todos los que<br />

salen a los campos con Cristo en su corazón. Se sentirán ro<strong>de</strong>ados <strong>por</strong> la influencia celestial. <strong>La</strong>s<br />

cosas <strong>de</strong> la naturaleza repiten las parábolas <strong>de</strong> nuestro Señor y sus consejos. Por la comunión con<br />

Dios en la naturaleza, la mente se eleva y el corazón halla <strong>de</strong>scanso. Estaba <strong>por</strong> darse el primer<br />

paso en la organización <strong>de</strong> la iglesia, que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la partida <strong>de</strong> Cristo había <strong>de</strong> ser su<br />

representante en la tierra. No tenía ningún santuario costoso a su disposición, pero el Salvador<br />

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