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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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CAPÍTULO 28 : Leví Mateo<br />

ENTRE los funcionarios romanos que había en Palestina, los más odiados eran los publicanos. El<br />

hecho <strong>de</strong> que las contribuciones eran impuestas <strong>por</strong> una potencia extraña era motivo <strong>de</strong> continua<br />

irritación para los judíos, pues les recordaba que su in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia había <strong>de</strong>saparecido. Y los<br />

cobradores <strong>de</strong> impuestos no eran simplemente instrumentos <strong>de</strong> la opresión romana; cometiendo<br />

extorsiones <strong>por</strong> su propia cuenta, se enriquecían a expensas <strong>de</strong>l pueblo. Un judío que aceptaba este<br />

cargo <strong>de</strong> mano <strong>de</strong> los romanos era consi<strong>de</strong>rado como traidor a la honra <strong>de</strong> su nación. Se le<br />

<strong>de</strong>spreciaba como apóstata, se le clasificaba con los más viles <strong>de</strong> la sociedad. A esta clase<br />

pertenecía Leví Mateo, quien, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> los cuatro discípulos <strong>de</strong> Genesaret, fue el siguiente en<br />

ser llamado al servicio <strong>de</strong> Cristo. Los fariseos habían juzgado a Mateo según su empleo, pero Jesús<br />

vio en este hombre un corazón dispuesto a recibir la verdad. Mateo había escuchado la enseñanza<br />

<strong>de</strong>l Salvador. En la medida en que el convincente Espíritu <strong>de</strong> Dios le revelaba su pecaminosidad,<br />

anhelaba pedir ayuda a Cristo; pero estaba acostumbrado al carácter exclusivo <strong>de</strong> los rabinos, y no<br />

había creído que este gran Maestro se fijaría en el. Sentado en su garita <strong>de</strong> peaje un día, el publicano<br />

vio a Jesús que se acercaba. Gran<strong>de</strong> fue su asombro al oírle <strong>de</strong>cir: Sígueme." Mateo, "<strong>de</strong>jadas todas<br />

las cosas, levantándose, le siguió." No vaciló ni dudó, ni recordó el negocio lucrativo que iba a<br />

cambiar <strong>por</strong> la pobreza y las penurias. Le bastaba estar con Jesús, po<strong>de</strong>r escuchar sus palabras y<br />

unirse con él en su obra. Así había sido con los discípulos antes llamados.<br />

Cuando Jesús invitó a Pedro y sus compañeros a seguirle, <strong>de</strong>jaron inmediatamente sus barcos y<br />

sus re<strong>de</strong>s. Algunos <strong>de</strong> esos discípulos tenían <strong>de</strong>udos que <strong>de</strong>pendían <strong>de</strong> ellos para su sostén, pero<br />

cuando recibieron la invitación <strong>de</strong>l Salvador, no vacilaron ni preguntaron: ¿Cómo viviré y<br />

sostendré mi familia? Fueron obedientes al llamamiento, y cuando más tar<strong>de</strong> Jesús les preguntó:<br />

"Cuando os envié sin bolsa, y sin alforja, y sin zapatos, ¿os faltó algo?" pudieron respon<strong>de</strong>r:<br />

"Nada.'* A Mateo en su riqueza, y a Andrés y Pedro en su pobreza, llegó la misma prueba, y cada<br />

uno hizo la misma consagración. En el momento <strong>de</strong>l éxito, cuando las re<strong>de</strong>s estaban llenas <strong>de</strong> peces<br />

y eran más fuertes los impulsos <strong>de</strong> la vida antigua, Jesús pidió a los discípulos, a orillas <strong>de</strong>l mar,<br />

que lo <strong>de</strong>jasen todo para <strong>de</strong>dicarse a la obra <strong>de</strong>l Evangelio. Así también es probada cada alma para<br />

ver si el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> los bienes tem<strong>por</strong>ales prima sobre el <strong>de</strong> la comunión con Cristo. Los buenos<br />

principios son siempre exigentes. Nadie pue<strong>de</strong> tener éxito en el servicio <strong>de</strong> Dios a menos que todo<br />

su corazón esté en la obra, y tenga todas las cosas <strong>por</strong> pérdida frente a la excelencia <strong>de</strong>l<br />

conocimiento <strong>de</strong> Cristo. Nadie que haga reserva alguna pue<strong>de</strong> ser discípulo <strong>de</strong> Cristo, y mucho<br />

menos pue<strong>de</strong> ser su colaborador.<br />

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