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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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los rabinos el abismo <strong>de</strong> ruina al cual se estaban <strong>por</strong> lanzar. Por un instante quedaron llenos <strong>de</strong><br />

terror. Vieron que estaban en conflicto con el po<strong>de</strong>r infinito, pero no querían ser amonestados. A<br />

fin <strong>de</strong> mantener su influencia sobre la gente, querían ocultar sus <strong>de</strong>signios homicidas.<br />

Eludiendo la pregunta <strong>de</strong> Jesús, exclamaron: "Demonio tienes: ¿quién te procura matar?"<br />

Insinuaban que las obras maravillosas <strong>de</strong> Jesús eran instigadas <strong>por</strong> un mal espíritu. Cristo no prestó<br />

atención a esta insinuación. Continuó <strong>de</strong>mostrando que su obra <strong>de</strong> curación en Betesda estaba en<br />

armonía con la ley sabática, que estaba justificada <strong>por</strong> la interpretación que los judíos mismos<br />

daban a la ley. Dijo: "Cierto, Moisés os dio la circuncisión, . . . Y en sábado circuncidáis al<br />

hombre." Según la ley, cada niño <strong>de</strong>bía ser circuncidado el octavo día. Si ese día caía en sábado,<br />

el rito <strong>de</strong>bía cumplirse entonces. ¿ Cuánto más armonizaba con el espíritu <strong>de</strong> la ley el hacer "sano<br />

todo un hombre" en sábado? Y les aconsejó: "No juzguéis según lo que parece, mas juzgad justo<br />

juicio." Los príncipes quedaron callados; y muchos <strong>de</strong>l pueblo exclamaron: "¿No es éste al que<br />

buscan para matarlo?<br />

Y he aquí, habla públicamente, y no le dicen nada; ¿si habrán entendido verda<strong>de</strong>ramente los<br />

príncipes, que éste es el Cristo?" Muchos <strong>de</strong> los que escuchaban a Cristo moraban en Jerusalén y,<br />

aun conociendo las maquinaciones <strong>de</strong> los príncipes contra él, se sentían atraídos hacia él <strong>por</strong> un<br />

po<strong>de</strong>r irresistible. Se iban convenciendo <strong>de</strong> que era el Hijo <strong>de</strong> Dios. Pero Satanás estaba listo para<br />

sugerirles dudas, y a ello se prestaban sus i<strong>de</strong>as erróneas acerca <strong>de</strong>l Mesías y <strong>de</strong> su venida. Se creía<br />

generalmente que Cristo iba a nacer en Belén, pero que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un tiempo <strong>de</strong>saparecería y que<br />

en su segunda aparición nadie sabría <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> venía. No eran pocos los que sostenían que el Mesías<br />

no tendría ninguna relación natural con la humanidad. Y <strong>de</strong>bido a que el concepto popular <strong>de</strong> la<br />

gloria <strong>de</strong>l Mesías no se cumplía en Jesús <strong>de</strong> Nazaret , muchos prestaron atención a la sugestión:<br />

"Mas éste, sabemos <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> es: y cuando viniere el Cristo, nadie sabrá <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> sea." Mientras<br />

que estaban así vacilando entre la duda y la fe, Jesús <strong>de</strong>scubrió sus pensamientos y los contestó<br />

diciendo: "A mí me conocéis, y sabéis <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> soy; y no he venido <strong>de</strong> mí mismo; mas el que me<br />

envió es verda<strong>de</strong>ro, al cual vosotros no conocéis." Aseveraban saber lo que <strong>de</strong>bía ser el origen <strong>de</strong><br />

Cristo, pero lo ignoraban completamente.<br />

Si hubiesen vivido <strong>de</strong> acuerdo con la voluntad <strong>de</strong> Dios, habrían conocido a su Hijo cuando se les<br />

manifestó. Los oyentes no podían compren<strong>de</strong>r las palabras <strong>de</strong> Cristo. Eran claramente una<br />

repetición <strong>de</strong>l aserto que él había hecho en presencia <strong>de</strong>l Sanedrín muchos meses antes, cuando se<br />

<strong>de</strong>claró Hijo <strong>de</strong> Dios. Y así como los gobernantes trataron entonces <strong>de</strong> hacerlo morir, también en<br />

esta ocasión trataron <strong>de</strong> apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong> él; pero fueron impedidos <strong>por</strong> un po<strong>de</strong>r invisible, que puso<br />

término a su ira, diciéndoles: "Hasta aquí vendrás, y no pasarás a<strong>de</strong>lante." Entre el pueblo, muchos<br />

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