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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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<strong>de</strong>l reino <strong>de</strong> las tinieblas; cuando Cristo no estuviera personalmente con ellos y no alcanzaran a<br />

discernir el Consolador, entonces sería más apropiado para ellos ayunar.<br />

Los fariseos trataban <strong>de</strong> exaltarse <strong>por</strong> su rigurosa observancia <strong>de</strong> las formas, mientras que su<br />

corazón estaba lleno <strong>de</strong> envidia y disensión. "He aquí -dice la Escritura,- que para contiendas y<br />

<strong>de</strong>bates ayunáis, y para herir con el puño inicuamente; no ayunéis como hoy, para que vuestra voz<br />

sea oída en lo alto. ¿ Es tal el ayuno que yo escogí, que <strong>de</strong> día aflija el hombre su alma, que encorve<br />

su cabeza como junco, y haga cama <strong>de</strong> saco y <strong>de</strong> ceniza? ¿Llamaréis esto ayuno, y día agradable<br />

a Jehová?"* El verda<strong>de</strong>ro ayuno no es una sencilla práctica ritual. <strong>La</strong> Escritura <strong>de</strong>scribe así el<br />

ayuno que Dios ha escogido: "Desatar las ligaduras <strong>de</strong> impiedad, <strong>de</strong>shacer los haces <strong>de</strong> opresión,<br />

y <strong>de</strong>jar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo;" que "<strong>de</strong>rramares tu alma al<br />

hambriento, y saciares el alma afligida."* En estas palabras se presenta el espíritu y el carácter <strong>de</strong><br />

la obra <strong>de</strong> Cristo. Toda su vida fue un sacrificio <strong>de</strong> sí mismo <strong>por</strong> la salvación <strong>de</strong>l mundo. Ora<br />

ayunase en el <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong> la tentación, ora comiese con los publicanos en el banquete <strong>de</strong> Mateo,<br />

estaba dando su vida para la re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong> los perdidos.<br />

El verda<strong>de</strong>ro espíritu <strong>de</strong> <strong>de</strong>voción no se manifiesta en ociosos lamentos, ni en la mera humillación<br />

cor<strong>por</strong>al y los múltiples sacrificios, sino en la entrega <strong>de</strong>l yo a un servicio voluntario a Dios y al<br />

hombre. Continuando su respuesta a los discípulos <strong>de</strong> Juan, Jesús pronunció una parábola diciendo:<br />

"Nadie mete remiendo <strong>de</strong> paño nuevo en vestido viejo; <strong>de</strong> otra manera el nuevo rompe, y al viejo<br />

no conviene remiendo nuevo." El mensaje <strong>de</strong> Juan el Bautista no había <strong>de</strong> entretejerse con la<br />

tradición y la superstición. Una tentativa <strong>de</strong> fusionar la hipocresía <strong>de</strong> los fariseos con la <strong>de</strong>voción<br />

<strong>de</strong> Juan no lograría sino hacer más evi<strong>de</strong>nte el abismo que había entre ellos. Ni tampoco podían<br />

unirse los principios <strong>de</strong> la enseñanza <strong>de</strong> Cristo con las formas <strong>de</strong>l farisaísmo. Cristo no había <strong>de</strong><br />

cerrar la brecha hecha <strong>por</strong> las enseñanzas <strong>de</strong> Juan. El iba a hacer aun más <strong>de</strong>finida la separación<br />

entre lo antiguo y lo nuevo. Jesús ilustró aun más este hecho diciendo: "Nadie echa vino nuevo en<br />

cueros viejos; <strong>de</strong> otra manera el vino nuevo romperá los cueros, y el vino se <strong>de</strong>rramará, y los cueros<br />

se per<strong>de</strong>rán." Los odres que se usaban como recipientes para el vino nuevo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un tiempo<br />

se secaban y volvían quebradizos, y ya no podían servir con el mismo fin. En esta ilustración<br />

familiar, Jesús presentó la condición <strong>de</strong> los dirigentes judíos. Sacerdotes, escribas y gobernantes<br />

estaban sumidos en una rutina <strong>de</strong> ceremonias y tradiciones. Sus corazones se habían contraído<br />

como los odres resecados a los cuales se los había comparado. Mientras permanecían satisfechos<br />

con una religión legal, les era imposible ser <strong>de</strong>positarios <strong>de</strong> la verdad viva <strong>de</strong>l cielo. Pensaban que<br />

para todo bastaba su propia justicia, y no <strong>de</strong>seaban que entrase un nuevo elemento en su religión.<br />

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